jueves, 25 de junio de 2015

Tentaciones Irresistibles: Capítulo 44

Pedro estaba comprobando las cuentas de la noche anterior, pero levantó la mirada al oír que se abría la puerta del despacho.
—Hola —saludó a su hermana, antes de darse cuenta de que estaba llorando. Se apresuró a levantarse, y fue a abrazarla—. ¿Qué pasa?
En vez de contestar, Dani empezó a sollozar, y su cuerpo entero empezó a temblar mientras Pedro la apretaba contra su pecho. Aunque no sabía qué era lo que había provocado su obvio dolor, estaba más que preparado para enfrentarse a quien fuera por ella.
—¿A qué capullo tengo que patearle el culo? —le preguntó, mientras le acariciaba la espalda en un gesto tranquilizador y depositaba un beso en su cabeza.
—Ojalá… ojalá fuera tan sencillo —dijo ella, con la voz ahogada contra su pecho. Finalmente se apartó un poco de él, lo miró a los ojos y admitió—: es Martín.
Pedro hizo una mueca. No le gustaba la idea de pelearse con un tipo que iba en silla de ruedas, pero si era necesario…
—¿Qué ha hecho?
—Me ha dejado.
—¿Qué? —Pedro se había esperado cualquier cosa, desde una pelea hasta una improbable aventura, pero aquello lo tomó por sorpresa.
—Me ha dejado —repitió su hermana.
—Es imposible, él te quiere —le dijo, aunque en realidad lo que estaba pensando era que Hugh estaba en deuda con ella.
Después de su accidente, Dani había sido quien le había apoyado y había insistido en que se casaran, a pesar de saber que él no podría volver a caminar nunca. Le había querido y le había empujado a superarse cuando había sido necesario, para que él recuperara las ganas de vivir a pesar de estar paralizado de cintura para abajo. Incluso había seguido trabajando en la hamburguesería para conservar el seguro médico y que él pudiera continuar con su terapia física.
Dani lo había conseguido. Martín había ido regresando poco a poco al mundo de los vivos, y se había labrado un porvenir.
—A lo mejor le has malinterpretado.
Dani soltó una carcajada estrangulada, y se sentó en una de las sillas que había junto a la mesa. Pedro se sentó en la otra, y después se inclinó hacia su hermana y le agarró una mano.
—No lo entiendo —le dijo.
—Pues ya somos dos —Dani se secó las lágrimas con su mano libre, y después sacó un pañuelo del bolsillo de su abrigo—. Le dije que quería que habláramos sobre la fecundación in vitro; sabía que necesitábamos ayuda para que yo me quedara embarazada, y pensé que había llegado el momento. Admito que a lo mejor era algo egoísta por mi parte, porque sabía que no iba a avanzar en la hamburguesería y había pensado que a lo mejor la maternidad me distraería de mis problemas —Dani se sorbió la nariz, y añadió—: No es que no quisiera tener hijos, pero siempre había creído que antes habría alcanzado mis metas laborales.
Pedro le apartó el pelo de la cara, y se lo colocó detrás de las orejas antes de preguntarle:
—¿Qué pasó cuando le dijiste que querías quedarte embarazada?
—Que me dijo que él no quería —el llanto empezó de nuevo—. Al principio pensé que era por el dinero, porque el procedimiento es bastante caro, pero no era eso. Me dijo que quería el divorcio, que ya no había sitio para mí en su vida porque ha crecido como persona.
Pedro se acercó más a ella, y volvió a abrazarla. Dani apoyó la frente en su hombro.
—Me dijo que ha ido creciendo y cambiando, pero que yo he seguido estancada. Están a punto de darle un puesto fijo en la universidad, y yo sólo trabajo como gerente en una hamburguesería —Dani miró a su hermano, y le dijo—: Me lo echó en cara, como si no me hubiera esforzado al máximo por ascender en la empresa, como si no me hubiera quedado por él. Trabajo muy duro, más que nadie que haya ocupado ese puesto.
—Es verdad, siempre te has esforzado al máximo —Pedro le dio un beso en la nariz, y añadió—: Te has portado como una campeona, pero Gloria nunca se ha dado cuenta.
—Eso fue lo que yo le dije a Martín, pero él me contestó que me estaba volviendo una amargada y que no quería vivir con alguien así. Que no quería seguir viviendo conmigo.
Dani se levantó, y se quitó la chaqueta antes de seguir diciendo:
—No puedo creerlo, ¿cómo se atreve? Yo estuve a su lado, siempre lo he apoyado. Se deprimió mucho después del accidente, y aunque no le culpo, no era una compañía precisamente alegre. Pero yo me mantuve a su lado y le apoyé, incluso más que sus propios padres. ¿Y crees que lo valora?, ¿que le importa lo más mínimo? No, claro que no, porque él ha progresado y yo no. Vaya un santurrón, le odio.
Pedro  estuvo a punto de comentar que si odiaba a Martín el divorcio le resultaría más fácil, pero algo en su cerebro masculino le aconsejó que mantuviera la boca cerrada.
—Nos hacen falta cinco… —Paula levantó la mirada del sujetapapeles que llevaba en la mano, y dijo—: Lo siento, no sabía que tenías visita —al darse cuenta de que se trataba de la hermana de Pedro, frunció el ceño con preocupación—. Dani, ¿estás bien?
—Martín me ha pedido el divorcio —contestó ella.
—Oh, cielo… —Paula dejó el sujetapapeles encima de una estantería, y alargó los brazos hacia ella.
Dani se apresuró a ir a abrazarla, y le dijo:
—Dice que él ha crecido y que yo me he quedado estancada.
—Los hombres son idiotas —dijo Paula.
Pedro tuvo ganas de protestar, pero se mantuvo en silencio. Aquél no era el mejor momento para salir en defensa de su sexo.
—Yo me mantuve a su lado, y le quería. Aún le quiero.
—Entonces, ¿quieres intentar arreglar las cosas? —le preguntó Paula, mientras le acariciaba el pelo.
—No. Si no me quiere, perfecto. No pienso seguir casada con él, no le necesito —Dani empezó a llorar otra vez—. Pero es que me duele, le quiero pero él no me quiere a mí.
Pedro sintió el dolor de su hermana, junto con una buena dosis de culpa al preguntarse si Paula había pasado por aquello cuando se había marchado y él no había intentado recuperarla.
—¿Qué es lo que quieres?, ¿quieres que sufra? —le preguntó Paula.
—Sí, y de lo lindo. Pedro se ha ofrecido a patearle el culo.
Paula lo miró, y dijo con una sonrisa:
—Tu hermano es un buen hombre, y no es por ofender, pero creo que Agustín lo haría mejor.
—Es verdad, por el entrenamiento militar y todo eso —dijo Dani.
Al ver que el rostro de su hermana se relajaba un poco, Pedro se acercó a ella y le preguntó:
—¿Qué es lo que quieres de verdad?
—Un buen abogado.
—Puedo ayudarte a conseguir uno.
—Vale —Dani los miró, y empezó a llorar de nuevo—. Quiere que sea yo quien se encargue de todo, ¿pueden creerlo? Me dijo que estaba muy ocupado porque se acercaban los exámenes finales, y que si por favor podía ocuparme yo del papeleo.
Pedro y Paula la abrazaron, y Dani suspiró y añadió:
—Le pediría a Agustín que le rompiera las piernas, pero eso sería un poco redundante, ¿verdad? —cuando Pedro la abrazó con más fuerza, ella se aferró a él y le dijo—: ¿Cómo va a reaccionar Gloria?, no quiero decírselo.
—Pues no lo hagas —le dijo Paula.
—Pero… tengo que hacerlo —comentó Dani, mirándola con perplejidad.
—¿Por qué? Sólo es tu abuela, no el oráculo de la ciudad. Ni lo ve ni lo sabe todo, y la verdad, después de lo mal que te ha tratado, yo no le diría nada. ¿Por qué darle esa satisfacción?
—Quiero ser como tú de mayor —le dijo Dani, con una sonrisa.
Gloria entró en el restaurante justo cuando Paula acababa de terminar con la degustación de la tarde, en la que había preparado los especiales para que los probara el personal.
—Al menos hace un par de horas que Dani se ha ido —le susurró a Zaira mientras Gloria se acercaba a ella. Por suerte, Pedro había ido al Daily Grind para asistir a una importante reunión.
—¿Quieres un cuchillo? —le preguntó su amiga.
—No me tientes.

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