miércoles, 10 de junio de 2015

Actitud Incorrecta: Capítulo 49

Un grito penetrante hizo que Pedro mirara atrás a tiempo de ver a Paula volar a la calle. Un todoterreno avanzaba a toda velocidad. A Pedro se le paralizó el corazón mientras luchaba por abrirse paso entre la gente.
Con un chirrido de frenos, el vehículo se detuvo a unos simples centímetros de haberla atropellado, y Pedro sintió el alivio como un golpe físico.
-¿Qué diablos crees que estás haciendo? - gritó el conductor desde la ventanilla abierta.
Pedro al fin pudo llegar al lado de Paula. La ayudó a ponerse de pie y se concentró en comprobar que se hallaba bien en vez de sacar al imbécil de su vehículo snob y hacerle tragar las palabras.
La abrazó. Al menos durante un momento, ella se aferró a él como si fuera un salvavidas. Y sin importar cómo lo hubiera tratado en el pasado, Pedro comprendió que quería que hiciera eso, que aún albergaba sentimientos hacia ella.
Rodeándola todavía con el brazo, la ayudó a regresar a la acera. El todoterreno se largó con un chirrido audible de las ruedas.
-¿Está bien? -les preguntó una chica.
En ese momento, todos los jóvenes se concentraban en ellos.
-Sí, gracias -repuso Paula.
Pedro pensó que no sonaba bien. Aunque lo comprendió después de semejante susto; su propio pulso latía como si acabara de correr una maratón.
-¿Quieres volver dentro? -le preguntó.
-No -aunque aún parecía aturdida, miró alrededor-. Estoy bien. Sólo conmocionada. Quiero largarme de aquí. Pero mi mochila...
-Lo comprobaré -a regañadientes, la soltó y se alejó un momento para buscarla-. No está aquí. ¿Alguien ha visto una mochila? -recibió unos murmullos negativos. Regresó al lado de Paula-. Ha... mmm... desaparecido.
-Igual que Delfina-seguía mirando alrededor como si con la suficiente concentración pudiera encontrar a su hermana.
Pedro volvió a abrazarla y a pegarla contra el pecho.
-Delfina no se encuentra aquí, Paula-murmuró-.Y tampoco tus cosas.
-Mis... mis cosas no me importan.
El frío empezaba a sentirse. Y como la temperatura bajara más o lloviera según las predicciones meteorológicas, deberían detener la búsqueda.
-Vayamos a alguna parte a tomar algo -sugirió él.
-No necesito beber nada -se apartó de él.
Era pura obstinación. Necesitaba sentarse y calmarse.
-Bueno, pues yo sí -insistió.
La tomó de la mano y la guió hasta un restaurante próximo que tenía un bar acogedor. En un rincón había un reservado vacío. Le ordenó a Paula que se sentara y fue a buscar dos brandys dobles a la barra.
Vio que le temblaba la mano al alzar la copa a los labios. Y abrió mucho los ojos al ver que, en vez de beber a pequeños sorbos, se acababa el brandy de un trago.
-Oh -murmuró ella al dejar la copa vacía junto a la vela encendida-.Ya me siento mejor.
-Al menos sabes que sigues viva.
-Aunque algo magullada y sin mi mochila.
-Bueno, han desaparecido la linterna y el móvil.
-De hecho, la linterna va sujeta a una presilla de mis vaqueros -se la mostró-. Además, llevo el móvil en un bolsillo y la cartera en el otro.
-Entonces, dispones de lo básico. No tienes nada de que preocuparte, a menos que llevaras una camiseta limpia en la mochila.
-Entre otras cosas.
Inmencionables.
Lo miró con suspicacia.
-Conociéndote, te gustaría que las mencionara.
-A menudo.
El juego le provocó una sonrisa vacilante. -¿Otra copa? -preguntó él.
-Dale un minuto a ésta para que surta su efecto. -¿Dónde aprendiste a beber de esta manera? -Me muevo entre políticos, no lo olvides. Los pactos nos siempre se llevan a cabo en sitios oficiales.
Pedro bebió otro trago de su copa.
-¿Y eso te parece bien?
Suspiró y lo miró como si fuera demasiado ingenuo para expresarlo con palabras.
-Es la realidad, Pedro. Es así desde hace... ¿siglos? ¿No es como funciona el resto del mundo... los contratos no se firman a través de contactos?
Por ejemplo, tu trato con Tomás, ¿cómo surgió? Al recordar que había conocido a Tomás en el bar del club, cedió...

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