martes, 16 de junio de 2015

Actitud Incorrecta: Capítulo 78

Pedro no había necesitado mucho tiempo para decidirse a llamar a la policía. Había visto la reunión de las hermanas por la ventana y llegado a la conclusión de que era hora de poner a las autoridades al corriente de lo que pasaba. Con Delfina y Paula presentes, la policía obtendría toda la historia.
No obstante, se encargaría de que se quedaran allí hasta que llegara la policía. Era por su propio bien.
Pero cuando llegó a la calle, ya no estaban en la esquina. Miró en esa dirección un momento antes de girar para echar un vistazo a su espalda. Las vio a las dos unos instantes antes de que desaparecieran, seguidas por una figura ominosa y familiar.
-¡Maldición!
Corrió tras ellos y aminoró el paso al llegar al espacio entre edificios por el que los había visto desvanecerse.
Se asomó con cautela. Habían llegado al final del edificio de la estación y el miserable las apuntaba con un arma, empujándolas hacia la parte situada debajo de la estructura elevada.
A Pedro se le disparó el corazón al darse cuenta de lo que sucedía.
Esa zona estaba desierta. Y los trenes que entraban en la estación ocultarían cualquier ruido poco usual... como unos disparos.
A menos que se le ocurriera algo, temía que tanto Paula como Delfina estarían muertas antes de que llegara la policía...
-No entiendo lo que está pasando -dijo Paula, sin gustarle el lugar oscuro cubierto con todo tipo de desperdicios.
La única luz provenía de la plataforma de arriba, que atravesaba las grietas y caía sobre ellos en finos haces.
-Está completamente loco, eso es lo que pasa - aseveró Delfina-. Desde que descubrí la verdad, me ha estado amenazando para que guardara silencio.
Le dio un codazo y le lanzó una expresión que le pedía que mantuviera la boca cerrada.
-La pequeña hermanita no fue capaz de olvidarse del tema -indicó Hernán-. Fue a ver a mi madre para obtener todos los detalles, hasta que aquélla perdió los estribos y se lo soltó todo a la mocosa. Entonces Delfina se enfadó conmigo por no contaros a las dos quién era.
-Bien, sabemos quién eres, ¿y qué? -preguntó Paula, aún sin querer creer nada del asunto.
-La cría me lo va a estropear todo -miró a Delfina-.Todo por lo que he trabajado estos años. No tienes ni idea de lo que es haber sido el hijo bastardo e ignorado.
-Creo que sí conozco la segunda parte.
Hernán movió la cabeza y en sus ojos brilló una luz salvaje.
-Las dos fueron reconocidas como sus hijas, mientras que yo, su hijo, me ví obligado a ocultar mi identidad.
-Por el bien de la carrera política de nuestro padre.
Si Hernán  no hubiera intentado matarla, si no la estuviera apuntando con un arma, sentiría pena por él. Pero sabía lo peligroso que podía ser y debía idear un modo de neutralizarlo.
-Papá no te ignoró por completo -continuó-. Es obvio que te quería tener cerca. De lo contrario, no te habría dado el trabajo de enlace de prensa.
-¡Subordinado a tí! -soltó, insultado-. Día tras día tuve que fingir ser tu amigo, sentir cariño por la mocosa...
-¿Con qué fin, Hernán? -preguntó con suavidad, esforzándose por sonar razonable.
-Para disfrutar de una buena entrada en el club, por supuesto. Con el respaldo del senador Miguel Chaves , planeo una subida meteórica hasta lo más alto del partido demócrata.
-¿Presidente de Estados Unidos? ¿Te ves como material presidenciable?
-¿Por qué no? Desde luego, tengo la apariencia. El carisma. Los contactos. Y es obvio que se me da bien esperar por lo que quiero. De hecho, vuestras muertes me proporcionarán la cobertura que necesito de los medios -continuó-. Consolando al senador... subiéndome al carro del control de armas -se le iluminó la cara-. Eso es, haré que ésa sea la plataforma para mi primera elección...

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