viernes, 12 de junio de 2015

Actitud Incorrecta: Capítulo 59

Paula acababa de terminar de peinarse y recogerse el pelo, cuando las luces se apagaron.
-¿Qué de...? -musitó. Luego, dijo en voz alta-: ¿Hay alguien ahí?
Aunque sabía que el lugar estaba desierto, que la vieja instalación eléctrica debería de haberse sobrecargado, no pudo evitar que el corazón se le desbocara mientras tanteaba en busca de la pared de azulejos. La seguiría hasta la puerta. Abrirla dejaría entrar suficiente luz para poder recoger las pocas cosas que había dejado en la taquilla.
Rodeó una esquina y chocó directamente contra algo sólido. Con la mano extendida, sintió piel cálida.
- ¡Ah! -gritó, retrocediendo.
Pero la piel cálida la siguió y una mano dura le aferró el brazo; le hizo dar la vuelta y la empotró contra la pared, dejándola sin aire.
-Eh -jadeó-, ¿quién diablos eres...?
Una mano en la garganta le cortó las palabras.Manos fuertes. Masculinas.
El pánico la impulsó a tirar de ellas, pero no cedieron. Luchó inútilmente en busca de aire. Cuando empezaba a marearse, lanzó la mano y se llevó piel suave con las uñas.
-¡Maldita fulana! -fue el gruñido bajo que reverberó en el vestuario vació.
El apretón se aflojó un poco y ella aprovechó para darse la vuelta. Entonces, el peso del otro volvió a presionarla y le pegó la espalda contra las taquillas, haciendo que se golpeara la cabeza contra el borde de la puerta que había dejado abierta. Aturdida, no pudo moverse.
Los dedos apretaron con más fuerza y en el interior de su cabeza aparecieron unas luces, telegrafiándole que iba a morir si no hacía algo deprisa.
Necesitaba un arma.
Alargó la mano y encontró aire. La taquilla abierta. Al recordar los pocos artículos que Pedro le había permitido comprar, tanteó en busca de ellos...
El que buscaba estaba fuera de su alcance... -¡Muere! -susurró el atacante.
Acercando el bote con la punta de los dedos, al fin pudo agarrarlo. Y con la última reserva de energía, y rezando para dar en el blanco, apretó el botón.
-¡Aaaah!
Las manos del atacante le soltaron la garganta, sin duda para frotarse los ojos. ¡Nunca antes le había parecido tan importante el aerosol para el pelo!
Con una fuerza que no sabía que poseyera, lo empujó hasta que lo hizo chocar contra el banco. No pudo ver, pero imaginó que la tabla de madera lo había hecho caer hacia atrás. Una explosión de metal le indicó que había golpeado las taquillas.
Entonces hizo más ruido y gritó mientras avanzaba a ciegas en busca de la puerta que daba al pasillo.
-¡Socorro! ¡Pedro! -se lanzó al pasillo a tanta velocidad, que tuvo que frenarse en la otra pared-. ¡Pedro!
-¿Se pude saber qué diablos está sucediendo? -preguntó el hombre de camisa verde que había detrás del mostrador-. ¿Está colocada o algo por el estilo?
Corrió hacia él.
-¡Me atacaron! -pudo exclamar.
-Escuche, a la gente de la calle se le permite utilizar las instalaciones, pero no pienso meterme en medio de una discusión.
-¡No, un hombre! -indicó con la garganta dolorida en el momento en que Pedro atravesaba las puertas de entrada-. ¡Un hombre me atacó!
-¡Qué sucedió? -preguntó Pedro.
-En el vestuario -jadeó Paula, con la mano en la garganta-. Intentó estrangularme...

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