sábado, 13 de junio de 2015

Actitud Incorrecta: Capítulo 63

Suponía que tenía pinta de indigente, pero lo que de verdad hacía que se sintiera desesperada era el pánico de tener que pedir suficiente dinero para pagarse una comida. Ni siquiera era capaz de mirarse en el escaparate de una tienda cercana.
Pero sí podría escribir sobre la humillación de pedir.
-¿Tiene algo suelto? -le preguntó a un hombre que pasó a su lado.
-Sólo llevo billetes -respondió antes de continuar, sin darle ninguno.
Era una experiencia que jamás olvidaría.
Algunos le dijeron que saliera a buscarse un trabajo; otros, con expresión desdeñosa, afirmaron que se lo gastaría en alcohol o en drogas.
Tuvo ganas de que la tragara la tierra.
En la siguiente media hora, algunas monedas terminaron en la taza de papel. También unos pocos billetes. Pero la mayoría de los conductores desviaba la vista y los transeúntes pasaban a su lado sin siquiera mirarla, haciendo que sintiera como si realmente no estuviera allí.
Fue una sensación surrealista, pero que le resultaba demasiado familiar. ¿Acaso no era el modo en que a menudo la trataba su padre?
«Que me haya colocado aquí para ser insultada y humillada es por su culpa», pensó. ¿Por qué había aceptado arreglarle el lío que él mismo había provocado? Tuvo que reconocer que se trataba de un mal hábito, uno que debía dejar. En el pasado, su padre siempre había tenido razones políticas sólidas y de peso para las cosas que le había pedido que hiciera. Pero no en esa ocasión.
Un coche se detuvo junto al bordillo y bajó la ventanilla. Paula no dejó pasar la oportunidad.
¿Tiene algo suelto? -le preguntó al conductor-. Es para comer, de verdad.
El hombre sacó un billete de veinte dólares y lo agitó ante ella.
-Vamos. Sube. Dispongo de media hora. Podemos ir al parque y...
-No voy a ir a ninguna parte contigo. Piérdete.
El sujeto abrió la puerta y se bajó del coche.
-¿Qué, no soy lo bastante bueno para tí?
-La señorita te ha dicho que te pierdas.
De pronto tuvo a Pedro al lado, pasándole un brazo protector por los hombros y desafiando al otro. Temblando por dentro, Paula  se apoyó contra él, agradecida por su presencia. Sin embargo, se preguntó cuántas chicas jóvenes tenían a. alguien que las protegiera.
El tipo se subió al coche y se largó, a pesar de que el disco estaba en ámbar.
-Pensé que iba a... -desterró su cólera-. Ya está, he terminado aquí -miró en el interior de la taza-. Mmm, ¿será suficiente para una comida?
-Comprobémoslo.
Lo siguió a un restaurante próximo que no era más que un agujero en la pared, un lugar al que nunca se le pasaría por la cabeza ir. Pero el servicio era rápido y amable y la carne y el puré de patatas mejor y más barato de lo que había esperado. Pedro no trató de iniciar una conversación hasta que hubo saciado su apetito.
-¿Te sientes mejor? -preguntó.
-Mi estómago sí.
-¿Y tú no?
-¿Qué crees? -replicó-. Ahí afuera me sentí como algo que alguien pudiera quitarse de la suela del zapato.
-Esa sensación basta para destruir la confianza de cualquier persona en sí misma. Y el número de chicos que hay en la calle es cada vez superior y no dejará de crecer hasta que se implementen los programas adecuados.
-Si querías mi ayuda a través de canales oficiales, ¿por qué no la pediste simplemente en primer lugar?
-Porque no creía que escucharas con mente abierta. El problema nunca te tocó hasta ahora. Quería que vieras todo el cuadro.
Ella asintió.
-Supongo que comprendo tu punto de vista. Sólo espero poder ayudar a que otros reciban el mensaje.
Aunque si dejaba de trabajar con su padre se aislaría de un canal oficial. Podría escribir el artículo, pero entonces, ¿qué?
Aunque mientras tanto... ¿se habría equivocado en analizar los motivos que impulsaban a Pedro? Había considerado que la sacara a la calle como un acto de pura venganza. Pero ya no estaba tan segura.
Por su cariño y determinación, podía perdonarle cualquier cosa en el presente.
La cuestión era: ¿alguna vez podría llegar a perdonarla por el pasado?
Aunque no le había reconocido eso a ella, cuando se presentó en su puerta la había considerado una mujer fría, a pesar de querer encontrar a su hermana. Pero después de haber pasado tanto tiempo con Paula, había descubierto que era diferente. pero si no era desalmada, ¿qué diablos había sucedido años atrás? La estudió como si pudiera obtener algunas respuestas. Sin embargo, lo único que vio fue a una mujer próxima a la extenuación. -Pareces cansada?
-Porque lo estoy. Pedro miró la hora.
-Tenemos horas para matar antes de la fiesta. -¿Qué? ¿No has planeado alguna actividad de aprendizaje para mí?
-Me he quedado sin ninguna.
-Entonces, ¿qué hacemos? ¿Vamos a sentarnos a un banco en el parque?
-¿Qué te parece descansar un poco? -No lo dudes y muéstrame el camino...

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