jueves, 11 de junio de 2015

Actitud Incorrecta: Capítulo 54

Recogió el periódico y miró la fecha.
-Si ha estado aquí, no fue hoy. El diario es de hace dos días -algo blanco en el suelo atrapó su atención-. ¿Qué es eso? -recogió un trozo de papel-. Un número de teléfono -se lo mostró a Pedro, quien lo observó bien pero sin realizar comentarios. Luego fue ella quien estudió la caligrafía-. Podría haberlo escrito Delfina. Gracias al cielo por los teléfonos móviles -con esperanza renovada, sacó el suyo del bolsillo.
-¿Vas a llamar a un número que has encontrado en el suelo?
-¿Qué daño puede hacernos?
Él se encogió de hombros.
Sonó dos veces antes de que contestaran.
-Humboldt House -fue la respuesta de una voz femenina y alta, como si quien hablara fuera joven.
-Mmm, es un refugio para adolescentes, ¿verdad? -preguntó con el corazón exaltado. -¿Tienes problemas?
-Mi hermana, Delfina-repuso-. Pepi. Alta, bonita, pelo largo y rubio...
-¿Quién te dio este número?
No pudo pensar con la suficiente rapidez acerca de cuál podría ser la respuesta adecuada, de modo que probó con la verdad.
-Yo... lo encontré. Creo que se le cayó a Delfina.
y...
-Lo siento, no deberías llamar aquí.
Un clic hizo que la conversación, y sus esperanzas renacidas, alcanzaran un final brusco. -¡Ha colgado! -exclamó incrédula.
-¿Qué esperabas?
-Ayuda, desde luego.
-Un refugio ofrece ayuda... a la víctima.
-Yo no soy la causa de que huyera -espetó, apretando la tecla de rellamada.
-Ellos no lo saben.
«Tiene lógica», pensó, mientras el teléfono sonaba y sonaba.
-¿Por qué no contesta alguien?
-Identificación del número. Dudo de que acepten tus llamadas.
La frustración la empujó a intentarlo otra vez. Luego llamó a información, pero allí tampoco obtuvo los resultados que esperaba. Cerró los ojos derrotada y guardó el teléfono.
-La dirección está bloqueada y no la dan.
-Por la protección de los chicos a los que cobijan -Pedro se acercó.
-¿Conoces ese refugio? -preguntó, sintiendo el contacto del hombro contra el suyo.
-Sí -respondió Pedro tras un momento de vacilación.
-¿Por qué no me hablaste de él?
-¿Para qué te habría servido si no podía darte la dirección?
Ella asintió.
-Quizá si peináramos la zona...
-¿Crees que se anuncian? ¿Que ponen un letrero grande en el exterior?
La decepción la atenazaba, y por primera vez se preguntó si realmente llegaría a encontrar a su hermana. Se dijo que no podía pensar en que sus posibilidades eran negativas o se volvería loca.
De pronto fue consciente de un martilleo constante sobre el techo acanalado.
-Oh-oh, está lloviendo con fuerza ahora. -Nos quedaremos aquí hasta que pare.
-¿Y luego qué? -no quiso pensar que quizá pudiera llover durante toda la noche.
-Podemos regresar al edificio abandonado.
Al menos ése tenía agua corriente. Por desgracia, la tormenta no sonaba como que fuera efímera.
Lo que les faltaba.
-Si al menos tuviera una toalla, podría darme esa ducha bajo la lluvia -bromeó ella, echando de menos las comodidades que tenía en la mochila.
-¿Quién necesita una toalla? -preguntó Pedro-. Es verano. Puedes secarte al aire libre.
-¿Quieres decir bailar desnuda? No he venido a entretener tus fantasías.
-Es gracioso, creía que sí.
Aunque lo dijo con tono ligero, como si bromeara, experimentó una oleada de calor al recordar lo que Pedro esperaba de ella a cambio de su ayuda.
No dijo nada. No podía hablar .Tembló por la expectación del momento que se acercaba...
-¿Tienes frío? -le pasó un brazo por la espalda y se acercó.
El relámpago iluminó el cobertizo. Él tenía las facciones tensas y la vista clavada en su boca...

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