domingo, 21 de junio de 2015

Tentaciones Irresistibles: Capítulo 21

No había sabido dónde encontrar las respuestas a sus preguntas, o a quién confiarle su confusión, así que no le había dicho nada a nadie. Conforme había ido pasando el tiempo, Paula se había dado cuenta de que su entusiasmo iba disminuyendo, y no había podido entender por qué se contenía y se apartaba de ella; al fin y al cabo, era una mujer que se entregaba al cien por cien.
—Toc, toc.
Pedro se volvió, y ahogó un gemido al ver a Gloria en la puerta del despacho. Sí, claro, como si aquel día no hubiera sido ya lo bastante estresante.
—Se supone que no tendrías que estar aquí —le dijo a su abuela.
Gloria entró con paso firme, y se sentó en la única silla libre.
—No sé por qué crees que me paso la vida controlándolo todo, no es cierto. He venido a ver a mi nieto, ¿hay algo de malo en ello?
No lo habría, si Pedro pensara que estaba siendo sincera. Pero sabía que Gloria siempre tenía un propósito y un motivo.
—Muy bien, si se trata de una visita estrictamente social, entonces supongo que no tendrás que hacer ningún comentario sobre el restaurante.
Gloria apretó los labios, y comentó:
—Lo cierto es que he notado un par de cosas…
Pedro la miró con expresión firme, y ella exhaló lentamente.
—Pero no voy a mencionarlas. Aunque no entiendo por qué no puedes aceptar alguna crítica constructiva, lo más lógico sería que quisieras que el restaurante funcionara lo mejor posible.
—Buen intento, pero no voy a picar.
—Oh, está bien —dijo ella, mientras se quitaba el abrigo—. Sólo quería que supieras que Daniel se ha ido.
—¿Quién es Daniel? —le preguntó él, perplejo.
—Daniel Langstrom, el presidente de la compañía. Cielos, Pedro, ¿es que ni siquiera puedes fingir que sientes cierto interés? Se ha negado a decirme por qué ha dimitido, pero es un engorro. Es el tercero que se va en quince meses. Las búsquedas de ejecutivos son muy caras, por no mencionar el tiempo que se pierde. Es increíble que las empresas especializadas no nos ofrezcan mejores candidatos.
—El problema eres tú, Gloria. Trabajar contigo es un infierno.
—Disculpa, pero me niego a permitir que me hables de esa forma vulgar y grosera.
—Pero es la pura verdad, contigo la palabra «control» adquiere una nueva dimensión. Siempre te empeñas en cambiar o en revocar cada una de las órdenes de la gente que pones al mando, te entrometes, cambias de opinión cada quince minutos y haces que todo el que te rodea desee estar muerto.
—Eso no es cierto —protestó ella, palideciendo un poco.
—¿No te has dado cuenta de lo difícil que te resulta conservar a un asistente ejecutivo, por no hablar de un director? Hace años que lograste que yo me fuera, y Federico y Agustín ni siquiera se molestaron en intentarlo. Tienes que soltar un poco las riendas, antes de que no quede nadie en la empresa.
—Eso es una ridiculez, estás exagerando. Pero no importa, porque lo que quiero es que tú asumas la dirección.
Pedro prefería ser cebo para tiburones.
—No, gracias. Ya tengo un trabajo.
—En esa cafetería tuya —por su tono de voz, parecía que Pedro servía batidos de ácido a los niños.
—Exacto. Me gusta mi trabajo, Gloria. Estoy orgulloso de lo que hago —se detuvo al recordar que no iba a lograr convencerla.
—Ésta es tu herencia, eres un Alfonso.
—No me interesa; de hecho, a la única que le importa algo la empresa familiar es a Dani. Sólo Dios sabe cómo es posible que aún no se haya hartado de ti, pero sigue firme en su empeño. Dale una oportunidad.
—Eso es imposible, no es de la familia. No es una Alfonso, y nunca le perdonaré que sea la hija de quien es.
—Mi madre tuvo una aventura hace casi treinta años, ya es hora de que lo superes.
—Nunca —los ojos de Gloria brillaron de furia—. Traicionó a mi hijo, ¿es que no te importa que se riera de tu padre?
A Pedro no le hacía ninguna gracia, pero le resultaba difícil indignarse por ello después de tanto tiempo.
—Supéralo, mamá y papá ya están muertos.
—Pero la prueba de carne y hueso de la aventura de tu madre aún vive.
—Sería mejor que te aclimataras a este siglo, Dani es tu nieta.
—Jamás. Ella no es nada. Dejo que se crea una Alfonso por piedad.
—¿Así lo llamas tú?
Gloria le había contado la verdad cuando se había licenciado en la universidad, como una especie de regalo retorcido. Había utilizado aquella información para chantajearlo y lograr que entrara a trabajar en el negocio.
Él no había querido formar parte del imperio familiar, pero Gloria lo había amenazado con contarle a Dani que no era una de ellos. Había accedido a empezar a trabajar en la hamburguesería para que su hermana no se enterara de la verdad.
—He formado parte de esta familia desde que tenía dieciocho años, he sudado sangre, sudor y lágrimas para que pudierais tener vuestro legado. Soy la razón de que esta familia sea rica.
—Nos habría ido mucho mejor si nos hubieras dejado tranquilos.
Gloria se levantó, y lo fulminó con la mirada.
—Puede que a ti no te importe lo más mínimo la familia, pero a mí sí. Tu madre destruyó a mi hijo con sus mentiras y su falsedad.
—Pero Dani no tiene la culpa de nada, y es la única a la que le importa la empresa. Siempre se ha esforzado al máximo y es buena en su trabajo, así que dale una oportunidad. Asciéndela, deja que demuestre lo que vale en Alfonso's, o aquí.
—Nunca.
Pedro tuvo ganas de pegarle un puñetazo a algo, pero una vez ya había cedido ante aquel impulso con una pared y no había sido una idea demasiado inteligente.
—Debería decírselo yo mismo —comentó, más para sí mismo que para Gloria.
—Pero no lo harás —su abuela volvió a sentarse—. No serías capaz de hacerle daño a tu hermana.
Gloria tenía razón, él jamás le haría daño a Dani de forma deliberada, aunque estaba empezando a pensar que con su silencio le estaba causando un dolor diferente.
—Cambiando de tema, ¿sabías que tu chef ejecutiva está embarazada?
Pedro masculló un juramento para sus adentros. ¿Cómo se había enterado? Lo menos sorprendente de todo era la necesidad que ella parecía sentir de causar problemas.
—Claro que sí —contestó, sin añadir que se había enterado ese mismo día.
—Ah —dijo ella, claramente decepcionada—. ¿Sabes quién es el padre?
—¿Qué importa eso?
—No te conviene, Pedro, siempre lo he pensado. Creía que tú también te habías dado cuenta.
—Mi vida personal no es de tu incumbencia.
Los pequeños ojos de ella se clavaron en los suyos, y Pedro supo que se estaba preguntando si le estaba advirtiendo que lo dejara en paz porque había algo entre Paula y él, o por simples principios.
—Nunca te cayó bien —comentó—. ¿Fue por Paula en particular, o porque no dejé que eligieras a mi mujer?
—Estoy convencida de que mi elección habría sido mucho mejor que la tuya.
Aquello fue la gota que colmó el vaso. Sin importar que fuera una persona mayor, Pedro ya había tenido bastante.
—Ya es hora de que te vayas —le dijo, mientras se levantaba de la silla.
Gloria agarró su abrigo, y se puso en pie.
—Piensa en lo que te he dicho sobre la presidencia, es una gran oportunidad.
—Ni hablar.
—Pero, Pedro…
Pedro la acompañó hasta el pasillo, y le cerró la puerta en las narices con firmeza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario