sábado, 27 de junio de 2015

Tentaciones Irresistibles: Capítulo 51

—¿Estás segura?
—Claro que sí, será divertido.
—Vale, de acuerdo. No sabes lo mucho que te lo agradezco.
—Federico, llámame si hay alguna novedad, tienes mi número de móvil —le dijo Paula, mientras se ponía en pie.
—Así que vas a quedarte con él un par de días, ¿no? Qué interesante —comentó él, con las cejas enarcadas.
—Venga ya. Al pobre hombre le están quitando médula ósea por la cadera, va a tener unos moratones del tamaño de Utah y va a sentirse como si lo hubiera atropellado un camión. No creo que vaya a pasar nada.
Lo cual era una verdadera lástima.
Pedro intentó ponerse cómodo en la silla, pero no lo consiguió.
—Si te tomaras los calmantes, como te ha dicho el médico, no te dolería tanto —le gritó Paula  desde el otro extremo del pasillo.
Pedro sacudió la cabeza. ¿Cómo demonios había sabido que le dolía?, las mujeres eran un misterio.
—¡Estoy bien! —contestó.
—Mentiroso.
Se oyeron pasos por el parqué del pasillo, y Paula asomó la cabeza por la puerta de la sala de estar.
—Voy a traerte las pastillas ahora mismo, y voy a darte la lata hasta que te las tomes. ¿Está claro?
—A la orden.
—Así me gusta. Ahora vengo.
Paula  volvió varios minutos después, y se quedó a su lado hasta que él se tomó obedientemente las dos pastillas.
—Me he apuntado la hora, para saber cuándo puedes tomarte más —le dijo ella.
—Estoy perfectamente bien.
Paula  se llevó las manos a las caderas, y el movimiento tensó la camisa que llevaba alrededor de su vientre.
—Oh, por favor. Tienes unos moratones enormes en la cadera, y las marcas de unos seiscientos pinchazos.
—No exageres, no son tantos. Además, esto no es nada comparado con lo que está pasando Camila.
—Sí, ya lo sé —Paula se sentó en el sofá que había frente a su silla—. He hablado durante unos minutos con su padre mientras tú te recuperabas, y me ha comentado que Camila está bastante machacada por la quimioterapia.
La joven tenía que someterse a un proceso brutal. Primero pasaba por una etapa de acondicionamiento en la que se utilizaba quimioterapia para destruir su médula ósea, y después se le transfundía la de Pedro por vía intravenosa; a lo largo de las semanas siguientes, mientras su sistema inmunitario estaba debilitado, tenía que permanecer en una sala de aislamiento, y durante ese tiempo tendría que luchar contra un malestar parecido al generado por una gripe virulenta.
—He estado buscando información del proceso por Internet —añadió Paula—. Hay muchas probabilidades de que tu médula ósea le cure la leucemia.
—Eso espero.
—Ojalá pudiera ayudarte más.
—Estás aquí, y te lo agradezco muchísimo.
—Eso espero. Normalmente no cocino a domicilio, pero estoy haciendo una excepción contigo. Cenaremos todos tus platos favoritos.
—¿Vas a hacer pastel de carne? —el estómago de Pedro  empezó a gruñir. No había saboreado el pastel de carne de Paula  desde antes del divorcio.
—Esta noche, y mañana mi lasaña tailandesa.
—¿No tienes que ir al restaurante?, no podemos faltar los dos tantos días.
—Iré yendo y viniendo. Zaira  está allí, así que no te preocupes. ¿Quieres que te ponga la tele para ver el deporte?
—No, gracias.
—Mmm… ¿tienes fiebre?
—Federico es el de los deportes. ¿Te has instalado ya?
—Sí. La habitación de invitados es preciosa, así que voy a arriesgarme a decir que no la decoraste tú mismo.
—Me ayudó Dani, fue quien eligió los colores y los muebles. Yo me limité a hacer el trabajo.
—La casa está muy bien —comentó ella, mientras recorría la sala de estar con la mirada.
—Costeada por los consumidores de café del noroeste del país.
—La verdad es que nos encanta el café —comentó ella. Contempló por la ventana la fantástica vista, y añadió—: Has tenido mucho éxito, empezaste desde cero y has creado un imperio. Deberías estar orgulloso.
—Gracias.
Paula se volvió hacia él.
—Ahora lo entiendo… ahora entiendo tu necesidad de salir al mundo para conseguir algo por ti mismo, pero cuando te fuiste de la empresa de tu familia, pensé que me estabas abandonando.
—¿De qué estás hablando? —Pedro se quedó atónito. ¿Cómo había podido pensar algo así?
—Es difícil de explicar. Nuestra vida entera se centraba en un negocio que nos obligaba a estar despiertos mientras el resto del mundo dormía, y hablábamos de los problemas parecidos que teníamos con los clientes, con el personal o con nuestros jefes; pero de repente decidiste dejarlo, y te convertiste en uno de ellos, con un horario de nueve a cinco. Supongo que suena un poco extraño, pero en aquel momento me sentí abandonada.
—Paula, lo siento, no fue mi intención hacerte daño. Quería escapar de Gloria y del control constante que ejercía sobre mi vida, estaba cansado de las amenazas, del mal ambiente.
—Ya lo sé, ojalá te hubiera apoyado más —comentó ella. Era extraño, pero con el paso del tiempo podía ver algunas cosas con mayor claridad.
—No te culpes, te portaste fantásticamente bien.
—No sabes lo furiosa que estaba contigo.
—No. ¿Me lo ocultaste? —le dijo él, sorprendido por la revelación.
—No fue mi momento más estelar. Pensé que cambiarías de opinión y que volverías a la empresa.
—Pensaste que fracasaría.
—Puede —dijo ella, un poco incómoda.
—Tendría que haberte explicado mis motivos, pero me dio miedo que tu buen concepto de mí se desvaneciera.
A lo mejor era por el dolor, o por saber que su hija estaba luchando contra una terrible enfermedad; a lo mejor era por todo el tiempo que habían pasado juntos, pero fuera cual fuese la razón, Pedro le estaba mostrando por primera vez una faceta vulnerable que ella no había visto antes.
—Te quería, habría hecho cualquier cosa por tí—le dijo ella.
—Ya lo sé —Pedro la miró a la cara con sus ojos oscuros, y añadió—: Te merecías más de lo poco que yo podía ofrecerte, y ojalá… ojalá hubiera sido sincero contigo, pero Camila parecía un secreto enorme, y sabía que revelarte su existencia lo cambiaría todo. Tendría que haber confiado en tu capacidad para enfrentarte a la situación.
Paula sintió que la invadía una sensación cálida y reconfortante, y deseó apretarse contra Pedro y sentir sus brazos rodeándola. Quería acostarse con él, y hacer el amor hasta el amanecer.
O él estaba pensando lo mismo, o pudo leer la invitación en sus ojos, porque Pedro se levantó y alargó la mano hacia ella.
Paula se levantó, y fue hacia él al mismo tiempo que él la atraía hacia sí. Cuando Pedro la rodeó con los brazos, ella colocó las manos en su cintura y sus bocas se encontraron.
El contacto fue tan erótico como familiar. Paula cerró los ojos mientras la caricia de sus labios generaba chispas candentes de deseo. En cuestión de segundos, sintió sus pechos henchidos increíblemente sensibles, y sus muslos empezaron a temblar.
—¿Por qué me afectas tanto? —le preguntó él, antes de recorrerle el labio inferior con la lengua.
En vez de contestar, Paula abrió la boca para aceptar su invasión, y mientras sus lenguas iniciaban una íntima danza, Pedro le puso la mano detrás de la cabeza como si quisiera mantenerla allí.
Si Paula hubiera sido capaz de formular algún pensamiento coherente, le habría dicho que no iba a irse a ninguna parte, porque lo deseaba demasiado. Y deseaba demasiado aquello. Era curioso que en todo el tiempo que habían estado separados ella se las hubiera arreglado para pasar con sólo unos pocos contactos sexuales, pero que en aquel momento, con él, se sintiera debilitada por el deseo que sentía.

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