jueves, 25 de junio de 2015

Tentaciones Irresistibles: Capítulo 47

—Quiero que sepas que ésta es la primera vez que me molesta tu embarazo —comentó Zaira, mientras tomaba un nacho cubierto de queso fundido.
—Ya lo sé —dijo Paula, que estaba sentada al otro lado de la pequeña mesa—. Te entiendo, y sentiría lo mismo si estuviera en tu lugar.
Zaira hizo un sonido bastante poco fino, que sonó como una mezcla entre un gruñido y un resoplido.
—Venga ya, soy mucho mejor persona que tú. Si estuvieras en mi lugar, estarías preparando margaritas.
—Creo que tienes razón —admitió Paula, con una carcajada.
Su amiga había llegado hacía menos de una hora con todo lo necesario para preparar los nachos, y después de anunciar que tenía ganas de emborracharse, le había dado la bolsa de comida a Paula y le había dicho que se pusiera manos a la obra. Como a Zaira no le gustaba beber sola, estaba dispuesta a aceptar una comilona como débil sustituta.
—Lo he hecho lo mejor que he podido con los nachos —añadió.
—Están muy buenos —admitió Zaira a regañadientes—, pero aún me siento muy ofendida porque estás embarazada en un momento en el que necesito alcohol y a alguien con quien compartirlo.
Paula no comentó que había una gran lista de hombres a los que les habría encantado emborracharse con ella, porque tenía la sensación de que se trataba de una de esas ocasiones reservadas sólo para chicas.
—¿Hay alguna novedad en lo de Camila? —le preguntó su amiga.
—No, siguen esperando los resultados de las pruebas, para ver si Pedro es compatible. No tardarán demasiado, uno o dos días como mucho. Pedro desea con todas sus fuerzas que dé positivo, quiere ser quien salve a su hija.
—¿Qué padre no lo querría?
Aquello era algo que seguía creando en Paula dos sentimientos encontrados; por un lado, era imposible echarle en cara a un hombre que quisiera a una hija a la que había entregado en adopción, pero por otro lado, ¿quién podía confiar en un hombre incapaz de abrirle el corazón a nadie más?
Si se lo hubiera contado todo años atrás, ella lo habría entendido… con el tiempo. Pero él se había ido apartando, hasta que no había querido tener nada que ver ni con su bebé ni con ella.
—Espero que Camila se recupere —comentó—. Esa pobre niña ya ha pasado bastante, parece ser que la sometieron a la quimio cuando le diagnosticaron la enfermedad por primera vez. Debe de ser algo muy duro. Ahora que el cáncer ha vuelto a aparecer, un trasplante de médula ósea parece la mejor opción.
—¿Se sabe algo de Alison?
—No es compatible, así que todos tienen las esperanzas puestas en Pedro. Si él tampoco lo es, entonces tendrán que buscar otras opciones, empezando por su familia más directa; al menos, si encuentran un donante, Camila tendrá una verdadera oportunidad de vencer a la enfermedad de una vez por todas.
—Ya sé que he tenido mis diferencias con Pedro, pero espero que sea compatible —comentó Zaira, mientras se inclinaba a por más nachos—. Necesita salvar a alguien.
—¿Por qué lo dices? —le preguntó Paula, sorprendida.
—Creo que es una característica de los Alfonso, aunque ninguno de ellos lo ha conseguido hasta el momento. Supongo que es una secuela por haberse criado cerca de Gloria, por cómo los machacaba emocionalmente cuando eran pequeños.
Paula no cuestionó aquella valoración, pero se preguntó cuál había sido la fuente de información de Zaira; ¿habría sido Federico, Agustín o ambos? La tentación de preguntarle fue muy fuerte, pero se contuvo. Si su amiga quería contárselo, lo haría por propia decisión.
—Es triste que perdieran a su padre y a su madre con un año de diferencia —comentó con voz suave—. Pedro siempre pensó que tenía que ser el más fuerte, aunque nunca me lo había planteado en términos de salvar a alguien —recordó que él había intentado mantenerla alejada del imperio familiar porque había temido que Gloria le hiciera daño, y admitió—: o a lo mejor no fui capaz de verlo.
—Dani es la única que sigue intentando complacer a esa zorra —dijo Zaira.
Paula sabía que la hermana de Pedro estaba luchando en una batalla perdida, ya que Gloria no la aceptaría jamás porque no era una Alfonso, y se preguntó si él le había contado ya la verdad. Supuso que no había tenido tiempo, pero ella tenía la sensación de que si no se daba prisa en hacerlo, al final la situación se le iba a escapar de las manos.
—Hablar de Pedro y de su familia hace que me dé cuenta de lo normal que soy —comentó—. Increíble, ¿verdad?
—¿A qué te refieres?, no eres tan rara.
—Me he quedado embarazada mediante un procedimiento médico de un hombre al que nunca llegaré a conocer, y estoy trabajando para mi ex marido —también se había acostado con él, pero no lo dijo en voz alta. Zaira tenía sus sospechas, pero no le preguntaría al respecto y ella no quería confirmárselo.
Pero, hablando de gente que se acostaba junta…
—¿Cómo va tu amistad con Agustín? —le preguntó.
—Bien.
—¡Ja! No me lo trago, me estás ocultando algo — Paula estaba convencida de aquello. El nerviosismo de Zaira era patente, y era la primera vez que la veía comportarse así por un hombre—. ¿Estás enamorada de él? —le preguntó, intentando disimular su incredulidad.
—¿Qué? No, claro que no. No es nada de eso.
—Entonces, ¿qué es?
—Nada, no es nada —con un suspiro, Zaira añadió—: ni siquiera nos hemos acostado juntos después de aquella única vez. Sólo somos amigos, y es algo que me resulta muy extraño.
Paula  no supo qué pensar.
—Cuando dices que no se han  acostado juntos, quieres decir que…
—Nada de sexo. De verdad, no puedo imaginarnos haciéndolo otra vez, no hacemos nada… sólo hablamos.
—Hablar es bueno.
—No, no lo es. Esto no es normal. ¿Yo, amiga de un hombre?, venga ya.
—Así que tienen una relación, es genial —dijo Paula, mientras intentaba ocultar su sonrisa.
—No, es raro. No hay nada romántico entre nosotros, pero le tengo cariño. No quiero sentir cariño por nadie.
—Lo sientes por mí.
—Sí, es verdad, pero el amor entre amigas es diferente, querer a un hombre… —los ojos de Zaira se llenaron de tristeza, y le dijo—: Creo que voy a tener que irme.
Paula tuvo la sensación de que no se refería sólo a esa noche, y la embargaron el pánico y el dolor. Necesitaba a Zaira, y la echaría muchísimo de menos si se iba.
—¿Puedes contarme por qué?
—Gracias por no decirme que no puedo hacerlo —le dijo su amiga, con una sonrisa.
—Me estoy controlando.
Zaira tomó otro nacho antes de decir:
—Tengo familia en Ohio. Padres, hermanos y hermanas, y un marido —masticó el nacho, y se lo tragó—. En realidad, no estoy segura de lo del marido, puede que se haya divorciado de mí. Me fui hace mucho tiempo.
—No sé qué decir, nunca has mencionado a nadie.
—No salí de un huevo.
Paula  siempre había pensado que tenía que tener algún pariente, pero no se había imaginado una familia entera e incluso un marido.
—Pasó algo —siguió diciendo Zaira—. No quiero entrar en detalles, pero hice algo malo y fui incapaz de vivir conmigo misma o con ellos, así que me fui. Me metí en un coche y acabé aquí, y te conocí varias semanas después.
Paula sintió que se le rompía el corazón, porque no quería perder a su amiga.
—Si crees que tienes que volver, yo te apoyo.
—Vas a ser muy valiente con todo esto, ¿no? —protestó Zaira con indignación—. Maldita sea, no lo soporto. No quiero irme, pero creo que ha llegado el momento de intentar atar los cabos sueltos y arreglar las cosas. Creo que aún le quiero… es una locura, ¿verdad?
Paula se limitó a asentir, consciente de que se echaría a llorar si intentaba articular palabra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario