martes, 16 de junio de 2015

Actitud Incorrecta: Capítulo 79

-¡Estás loco! -soltó Delfina.
-No, no, estoy siendo irónico -Hernán rió y, si eso era posible, exhibió un aspecto aún más demoníaco-. ¿Quieres conocer la verdadera ironía, Paula? Ante todo el mundo lo estaré consolando por vuestras muertes... cuando el senador ni siquiera es tu padre.
-¡Mentiroso! -gritó Delfina.
-Oh, es tu padre, pequeña, simplemente no es el suyo.
Paula  pensó que, en una noche de sorpresas y conmociones, ésa las superaba a todas. ¿Su padre no era su padre? No podía ser verdad.
Hernán continuó:
-El matrimonio con tu madre fue un asunto de conveniencia para ambos. Alejandra conseguía el padre que necesitaba para ti y Miguel el dinero y el respaldo político que le ofrecía la familia de ella.
Al notar un movimiento en las sombras detrás de Hernán, Paula trató de mantenerse centrada.
-No te creo -dijo.
-Pregúntaselo. Pregúntale cómo entró en ese matrimonio negándose a abandonar a mi madre. ¿Otra ironía? Ella se enteró de que estaba embarazada de mí el día en que mi padre y tu madre se casaron. ¿Sabes que se marcharon juntos de inmediato? Qué romántico, ¿verdad? Fue para que no tuviera que pasar mucho tiempo con tu madre. Pasó la noche de bodas en la cama de la mía.
La idea hizo que se le retorciera el estómago. Fugazmente, miró más allá de él, hacia las sombras en movimiento. Parpadeó varias veces hasta que pudo distinguir la silueta de Pedro Alfonso. Pero se dijo que no podía ser. Lo había echado de su vida.
Al darse cuenta de que no imaginaba nada, que una vez más Pedro  iba a su rescate, supo que debía mantener la atención completa de Hernán.
-Puedo entender la causa de que odies a nuestro padre -dijo al ver como Pedro se situaba detrás de Hernán-. Pero ¿por qué a nosotras? Todos somos víctimas de su ambición, Hernán. Los tres.
-No compares vuestras vidas con la mía. ¡No te atrevas!
Consciente de que Delfina  se había puesto rígida, supo que también ella había visto a Pedro. Llevó la mano a la espalda y encontró la de su hermana, quien se la apretó para corroborarlo.
-¿Te faltó algo, Hernán? ¿Comida, ropa, un techo?
-No, ¿y eso qué prueba?
-Que papá te consideraba tanto a ti como a nosotras. A propósito, ¿por qué Paz? ¿Por qué no usas el apellido de soltera de tu madre, Lavander? -preguntó cuando los metros que separaban a Pedro de Hernán menguaron y él les indicó que se prepararan.
-Mi madre tuvo un matrimonio breve. El apellido de su marido terminó en mi partida de naci...
Antes de que pudiera completar la palabra, Pedro se lanzó sobre él al tiempo que le golpeaba la mano en el momento en que la pistola se disparaba.
Los dos bailaron bajo la estructura de metal hasta que Pedro pudo aferrarle la mano y golpearla contra una columna. El arma cayó al suelo. Y cuando volvieron a alejarse, lanzándose golpes inofensivos en la corta distancia, Delfina se adelantó y la recogió.
-¡Delfina, no! -gritó Paula cuando su hermana sostuvo la pistola con ambas manos y la apuntó hacia los dos hombres que luchaban-. ¡Baja la pistola! -las manos de Delfina temblaban y Paula estaba aterrada por la posibilidad de que se le pudiera disparar e hiriera a Pedro-. Por favor, Delfina -suplicó-. Hazlo por mí. Baja el arma por mí -entonces Delfina pareció recobrarse y bajó la pistola. Paula corrió hacia ella, se la quitó de las manos y rodeó los hombros trémulos de su hermana-.Ya no puede hacernos daño -le aseguró.
-¿Y si le hace daño a Pedro?
-Pedro puede cuidar de sí mismo. Aprendió a hacerlo hace mucho tiempo.
Aun así, quiso cerciorarse en el momento en que Pedro apartaba a Hernán y echaba el brazo hacia atrás. Le dio un golpe tan fuerte que Hernán giró en redondo y cayó hacia delante, tratando infructuosamente de agarrarse a la columna.
De pronto, dos policías aparecieron por el pasadizo con las armas desenfundadas.
-¡Qué nadie se mueva! -gritó uno...

No hay comentarios:

Publicar un comentario