domingo, 21 de junio de 2015

Tentaciones Irresistibles: Capítulo 22

Paula puso su cena en una mesa lateral del comedor. La limpieza de la cocina estaba a punto de terminar, y aunque estaba cansada y lista para ir a casa y acostarse, estaba hambrienta.
Al principio, se había sentido tan furiosa cuando Pedro se había marchado antes de la cena, que ni siquiera había pensado en comer, y después había estado demasiado ajetreada; pero la jornada ya había terminado, y pensaba recuperar el tiempo perdido.
Tenía un plato enorme del pescado rebozado de sus célebres patatas fritas con pescado, un segundo plato con puré de patatas con ajo, y una gran fuente de ensalada que había preparado con todas las verduras que había podido encontrar. Había bastante comida para seis u ocho personas, pero a veces se le olvidaba cómo cocinar para una sola.
Había pensado que a lo mejor Zaira la acompañaría, pero a su amiga le había faltado tiempo para irse a calentar la cama de Federico. Siempre había sabido que aquellos dos acabarían liándose, y que cuando lo hicieran, sentiría su pérdida temporal mientras ellos se adentraban en un mundo propio. Pero le había pillado por sorpresa que fuera justo en ese momento.
Al ver que Pedro entraba en el comedor, lo ignoró y empezó a llenar su plato, pero él se acercó a ella.
—Hemos tenido una buena noche —comentó él.
Paula se limitó a asentir.
—Las cifras siguen por encima de lo previsto.
—Pareces sorprendido.
—Lo estoy. Espero que podamos mantener la buena inercia.
—No hay razón para que no sea así. La ubicación es buena, y la comida mejor. ¿Qué problema puede haber?
—Siempre fuiste una persona positiva —comentó él, con una sonrisa.
—Es mejor que lo contrario.
—¿Quieres un poco de compañía?
Paula contempló las atractivas líneas de su cara, y la suave curva de su boca. Ya no estaba enfadado, y ella tampoco; podía fingir que era así, y si él le daba unos minutos, podía avivar su indignación, pero no le serviría de nada.
—Sólo si tienes hambre, he preparado comida de sobra.
—Ya lo veo.
Pedro se sentó junto a ella, y tomó uno de los platos limpios. Después de llenarlo, agarró un tenedor y probó las patatas.
—Siguen siendo las mejores —comentó.
—Patatas, ajo, mantequilla, unas cuantas especias… sigues siendo un hombre fácil, Pedro.
—Tengo claro lo que me gusta.
Aquellas palabras acarreaban una señal de peligro, así que Paula decidió cambiar de tema.
—He visto a Gloria, pero tuvo la delicadeza de mantenerse alejada de mi cocina. ¿Qué quería?
—Está intentando presionarme para que acepte el puesto de presidente de la compañía, se acaba de largar el tercer tipo en quince meses.
—Si el pobre tenía que rendirle cuentas a ella directamente, lo entiendo.
—Eso es lo que le he dicho. Le he advertido que tiene que soltar un poco las riendas, si no quiere perderlo todo.
—Tú nunca aceptarías el puesto —comentó Paula con certeza—. No aguantarías trabajar para ella, y no querrías dejar tu trabajo en el Daily Grind.
—¿Cómo puedes estar tan segura de eso? —le dijo él, contemplándola con una mirada penetrante.
—¿Acaso me equivoco?
—No.
Paula sonrió.
—Pedro, eres un hombre, así que casi siempre eres bastante simple. Aunque algunas veces me dejaste completamente confundida —como no quería hablar de su relación, Paula añadió—: ¿por qué tanto problema?, debería ofrecerle el empleo a Dani. Ella estaría encantada de tener la oportunidad de estar al mando, y creo que lo haría muy bien.
—Eso es lo que le he dicho yo, pero Gloria no quiere ni oír hablar del tema.
—Gloria siempre se ha portado fatal con Dani, ¿qué es lo que tiene en contra de tu hermana?
Paula esperaba que Pedro ignorara la pregunta o que le dijera que no lo sabía, así que se sorprendió cuando él dejó el tenedor y se inclinó hacia ella.
—Que no es una Alfonso—le dijo él, en voz baja.
Ella no se habría quedado más atónita si él se hubiera convertido en un bailarín ante sus propios ojos.
—¿Qué? Pedro, es tu hermana.
—A medias. Misma madre, diferente padre. Mi padre siempre fue muy distante, bebía… creo que tener a una madre como Gloria lo impulsó a refugiarse en el alcohol. No recuerdo demasiado de su matrimonio, pero nunca parecieron felices ni se portaron como otras parejas. Mi madre tuvo una aventura con alguien, y Dani fue el resultado. Me enteré al acabar la carrera, y fue una sorpresa enorme. Ninguno de nosotros sospechaba nada.
De forma instintiva, Paula le cubrió una mano con la suya.
—Eso es imposible, Dani es uno de los suyos.
—No, es completamente diferente. Su apariencia, su personalidad… además, mira cómo la trata Gloria. Dani cree que se debe a que es una chica, pero es mucho más que eso.
Paula  pensó en los años que había pasado casada con Pedro, durante los cuales había estado en contacto con el resto de la familia Alfonso. Gloria era grosera y difícil con todos, pero con Dani se mostraba especialmente maliciosa. La trataba casi con… desprecio.
—No —dijo, más a sí misma que a Pedro—. La familia lo es todo para Dani, ser una Alfonso es lo que define su mundo. Lo único que desea aparte de su matrimonio es dirigir la empresa.
—Gloria no va a permitir que eso ocurra.
Paula  le dio un ligero apretón en los dedos.
—¿Lo saben Federico y Agustín?
—Sí. Gloria se lo dijo, y después utilizó la información para amenazarlos. Ya sabes… «haced lo que os digo, o le contaré a vuestra hermana que no forma parte de esta familia».
Paula sintió que se le formaba un nudo en el estómago.
—Eso es horrible. Gloria nunca me cayó bien, pero jamás había pensado que fuera realmente mala. Pobre Dani, tienes que decírselo.
Pedro apartó la mano, y negó con la cabeza.
—Ni hablar, no pienso destrozarle la vida.
—Su vida ya está destrozada. Pedro, le estás ocultando secretos, y eso no es una buena idea. Te lo digo por propia experiencia.
La mirada de él bajó hasta su vientre. Paula sabía que sin su chaqueta blanca de cocina, el embarazo era bastante obvio; aunque dudaba que él se diera cuenta de que tenía los pechos más grandes de lo normal, notaría sin duda la redondez de su vientre.
—No puedo decírselo, le haría demasiado daño —dijo él.
—Le hará más daño cuando se entere por otro lado.
Pedro le dio un mordisco a un trozo de pescado, y al reconocer el gesto tozudo de su boca, Paula  suspiró. Muy bien. No podía obligarle a que le dijera la verdad a Dani, pero podía seguir dándole la lata hasta que se diera por vencido.
—La verdad es que hablar de tu familia siempre hace que aprecie más a la mía —comentó.
—¿Cómo están tus padres? —le preguntó él.
—Bien. Mi padre aún sigue entreteniéndose haciendo que sus dos yernos se preocupen por quién va a quedar al mando.
—¿Lo saben ya? —dijo Pedro, mirando su vientre con expresión elocuente.
Ella posó una mano allí antes de contestar.
—Sí, ya les he dicho lo del bebé. De hecho, hablé con ellos cuando empecé a plantearme la posibilidad de quedarme embarazada. Mamá quería que esperara a casarme, pero no tuvimos una discusión fuerte. Han dejado de esperar que me vuelva convencional.
—¿Porque decidiste no ser como Emilia y Julia?

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