viernes, 12 de junio de 2015

Actitud Incorrecta: Capítulo 57

-Bien. ¿Y tú?
-Llevo un cepillo de dientes en el bolsillo. De esos plegables. Si no puedes esperar, me encantará prestártelo.
-Puedo aguantar un poco más. Jamás pensé que sería un lujo cepillarme los dientes. O darme una ducha -añadió con énfasis.
-De acuerdo -miró el reloj para cerciorarse de que disponían de tiempo-. Si de verdad quieres una ducha, una ducha tendrás.
-Gracias -murmuró.
-¿Otro parque? -preguntó Paula, frenando en seco. Aunque habían comprado un peine y un cepillo de dientes, aún no había bebido el café de la mañana, y la falta de cafeína la volvía irritable-. Creía que lo primero que íbamos a hacer era la ducha.
-Así es -siguió andando.
-No entiendo -fue tras él.
-Los parques grandes tienen piscinas y duchas para todo aquél que los necesite. Es el modo en que -las personas que no disponen de otras opciones pueden mantenerse limpias.
Se refería a personas como su hermana. Podía ver que quería incrementar su curva de aprendizaje, y una vez que había descubierto algo positivo para hacer con ello, estaba más que dispuesta. Aunque se sentía nerviosa. Otra cosa que quería explicar en la historia era hasta qué punto perder la red de seguridad podía modificar la persona que uno creía ser...
-¿Estás seguro de que nos dejarán pasar? - preguntó.
-Desde luego. Las duchas se abren al público antes de las nueve de la mañana y después de las nueve de la noche.
Paula se sintió rara al entrar en el edificio del parque, y más cuando el hombre detrás del mostrador les preguntó:
-¿En qué puedo ayudarlos?
-¿Dónde están las duchas? -preguntó Pedro.
El trabajador señaló en dirección al pasillo.
-Disponen de unos veinte minutos para entrar y salir -les advirtió.
En el vestuario de las mujeres, vio a algunas nadadoras que o bien se preparaban para ir a la piscina o bien ya habían terminado sus largos, pero si la mochila sucia que había en los colgadores y las bolsas de plástico negro que vio en el suelo servían de pista, las otras mujeres estaban allí sólo por las duchas.
Eligió una taquilla y dentro vio ropa. De modo que no era la única sin candado. La siguiente estaba vacía. Se sentó para quitarse los zapatos y con sigilo examinó a las otras mujeres que no iban por la piscina.
La propietaria de la mochila parecía ser una adolescente como Delfina.Otra mujer mal vestida con un crío pequeño que la seguía hacia la salida aún no había cumplido los treinta años. Y luego vio a dos mujeres maduras.
Sin querer pensar demasiado en ellas, apartó la vista. Se preguntó si su padre estaría ya en el despacho y decidió probar.
Contestó a la tercera llamada.
-Aquí Chaves.
-Soy Paula-dijo en voz baja, dándole la espalda a las otras mujeres-. Ayer la perdimos por poco en el club, pero tenemos otra oportunidad de dar con ella esta noche.
-¿Dónde?
-En una fiesta clandestina en un viejo almacén al oeste del Loop -con el teléfono entre la oreja y el hombro, se desató una zapatilla-. Es ése que hay abandonado más allá de Lake Street.
-¿En qué está pensando Delfina...?

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