martes, 23 de junio de 2015

Tentaciones Irresistibles: Capítulo 31

—Así que… eh… ¿por qué estoy aquí? —le preguntó ella, mientras él colgaba su abrigo.
—Porque yo te lo pedí, y tú accediste.
—Eso ya lo sé. ¿Por qué me lo pediste?
—Has superado la fecha —se limitó a decir él.
Los ojos de Paula se llenaron de lágrimas, y ella parpadeó para disimular.
—Son las hormonas —dijo con voz tensa—. No sabía que llevabas la cuenta.
—No ha sido tan difícil. Sólo hace un par de semanas que me dijiste lo del embarazo, y cuando Zaira comentó que tu doctora te había dicho que todo iba muy bien, quise celebrarlo.
La idea se le había ocurrido de repente y había sido incapaz de quitársela de la cabeza, así que finalmente había decidido ceder ante el impulso y ver qué pasaba.
—No era necesario que te molestaras, pero te lo agradezco —dijo Paula. Empezó a andar por el pasillo, y le preguntó—: ¿la cocina está por aquí?
—Sí, gira a la izquierda.
Paula se detuvo justo al entrar en la cocina, y Pedro chocó con ella.
—¿Qué pasa? —le preguntó, al notar su desaprobación—. Es grande, tiene mucha luz y el horno es bueno.
Paula miró el electrodoméstico de seis fogones, y comentó:
—Es más que bueno, pero por el amor de Dios, Pedro, es roja.
—Sí, pintaron antes de poner en venta la casa. Voy a cambiar el color.
—Será mejor que lo hagas pronto, porque tener una cocina roja no es buena idea. No conseguirás darle el toque de color justo a las verduras, y no es un tono que despierte el apetito. Pero supongo que puedo soportarlo.
—Me alegro, porque no pienso pintar hoy.
—Bueno, ¿qué vamos a cenar? —le preguntó ella, mientras se sentaba en un taburete.
—Fajitas. Filete y pollo.
—Genial.
Al ver que ella se ponía cómoda, Pedro se dió cuenta de que no iba a librarse de tener que cocinar delante suyo.
—¿Quieres beber algo? —le preguntó, aunque en realidad lo que quería era ofrecerle algo para leer, o que viera una película en la tele. Cualquier cosa, con tal de que no lo viera intentando arreglárselas en la cocina.
—Claro, ¿qué tienes?
—Margaritas sin alcohol.
—Perfecto.
Después de servir las bebidas, Pedro encendió el fogón bajo la sartén. Se dio cuenta de que Paula miraba el fuego, y se preguntó si lo había puesto demasiado fuerte o demasiado suave.
—¿Quieres hacerlo tú? —le preguntó.
—No. Ya lo hago para ganarme la vida, y me gusta que cocines para mí. No te preocupes, lo harás bien.
—¿Algún consejo?
—Pedro, sólo vas a freír algo en una sartén, no vas a tener ningún problema.
—Sí, claro —Pedro ya estaba sudando, y se preguntó por qué había pensado que aquello era una buena idea.
—No he visto ningún otro coche en el aparcamiento, ¿es que Agustín ya se ha ido?
—Sí, hace un par de días. Federico le ofreció una habitación en su casa flotante, pero Agustín está decidido a tener su propia casa.
—Me sorprende que se haya ido de aquí —comentó ella, después de tomar un trago de su margarita—. Pero entiendo que no quiera vivir con Federico. En su casa no paran de entrar y salir mujeres, me he enterado de que ya tiene una nueva novia. ¿Cuánto han durado Zaira y él?, ¿dos o tres semanas?
—Aprovechan mientras el fuego está al rojo vivo, pero la llama se apaga muy rápido —dijo él.
—Sí, Zaira ya va detrás de uno de los ayudantes de camarero, es increíble.
—Y he oído que Jaime tiene un nuevo hombre en su vida —dijo Pedro, mientras añadía los pimientos y las cebollas.
—Sí, eso se rumorea.
Pedro le lanzó una mirada, al recordar el comentario de Jaime sobre la inexistente vida sexual de Paula,y se preguntó si ella estaba interesada en reavivarla.
Ella entornó los ojos, y le dijo con voz firme:
—Sé lo que estás pensando. Ni se te ocurra.
—¿Qué es lo que estoy pensando?
—Estoy gestando, el sexo no es importante para mí.
—Me alegro de saberlo.
Pedro pensó en su respuesta cuando la había besado. Estaba claro que el embarazo no era lo único en lo que estaba interesada, y se preguntó cuál sería su respuesta si se lo proponía. ¿Le diría que sí?, ¿quería él que lo hiciera?
Paula olisqueó el aire, y comentó:
—Oye, ¿se te está quemando eso?
—Estoy impresionada, está buenísimo —comentó Paula mientras preparaba otra fajita.
—Gracias —dijo Pedro, con una expresión un poco suspicaz.
—Lo digo en serio. Me encanta que cocinen para mí, y esto está muy bueno. Has usado mucho cilantro.
— Sabía que tenías un antojo.
—Sí, parece inevitable. Al menos no se me ha antojado nada que no pudiera comprar o preparar.
Estaban en el comedor, y Pedro la había sentado de espaldas a la cocina para que no tuviera que ver las paredes rojas. Había sido un gesto muy dulce, y Paula creía que se iba a echar a llorar como él siguiera así.
La cena estaba impregnada con un aire de familiaridad. Los dos solos sentados a la mesa, hablando de restaurantes, de comida, de la vida… ¿cuántas veladas habían pasado así? El mundo de ambos había sido la comida, el trabajo y ellos dos.
¿En qué punto se había torcido su relación? Sabía que el hecho de que Pedro decidiera que no quería tener hijos había sido un factor determinante, pero se habían formado un montón de grietas antes del colapso final.
—¿Por qué abriste el Daily Grind? ¿Lo hiciste sólo porque querías tener algo propio, o también fue porque querías alejarte de Gloria?
—Mitad y mitad —Pedro se inclinó hacia ella, y comentó—: Ah, así que ahora crees que tengo razón sobre Gloria, ¿verdad?
—Nunca antes había tenido que trabajar con ella. Admito que cuando nos casamos pensaba que exagerabas al hablar de su personalidad, pero últimamente he tenido un par de encuentros con ella que me han hecho cambiar de idea. Es la persona más controladora que he conocido en mi vida.
—A mí me lo vas a contar.
—Hablando de contar, ¿has pensado en lo de contarle a Dani la verdad sobre su padre? Ya sé que le haría daño al principio, pero creo que con el tiempo esa información le resultaría muy liberadora.
—No sé qué hacer —admitió él—. Siempre he cuidado de mi hermana, y he intentado protegerla del mundo. Sé que ya es una mujer adulta, pero aun así quiero escudarla de cualquier cosa que pueda herirla.
Pedro siguió hablando, pero Paula no lo oyó, ya que la inundó un dolor repentino y profundo al darse cuenta de que sus palabras confirmaban lo que ella ya sabía: que aquel hombre habría sido un padre fantástico.
Pedro  cuidaba de forma instintiva de quienes no eran tan fuertes, de todo el que le necesitaba, y podía imaginárselo adorando a un niño o a una niña mientras le enseñaba a avanzar por la vida.
¿Por qué había cambiado de opinión?, ¿por qué no había querido tener hijos con ella?
Paula  abrió la boca, pero volvió a cerrarla enseguida. La velada iba muy bien, y no quería estropearla con una pelea… y las discusiones sobre niños e hijos siempre acababan en peleas entre ellos.
Pedro tomó su margarita, y comentó:
—He estado pensando en lo que me dijiste, y he decidido que es mejor que Dani se entere por mí que por Gloria. Sólo tengo que encontrar el momento adecuado.
Paula no sabía si realmente existía un momento adecuado para romper en mil pedazos la imagen que alguien tenía de su propia vida, pero confiaba en que Pedro tendría la suficiente sensibilidad para afrontar el problema.
—Querrá irse de la hamburguesería —le dijo.
—Ya lo sé, a lo mejor yo podría ofrecerle un puesto en el Daily Grind, siempre andamos en busca de buenos gerentes.

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