sábado, 27 de junio de 2015

Tentaciones Irresistibles: Capítulo 52

Pedro empezó a mordisquearle el labio inferior y le besó la mandíbula, pero cuando avanzó hacia su cuello se quedó rígido.
—¿Qué pasa? —le preguntó ella.
—Nada.
La tensión de su boca y las sombras de dolor en sus ojos decían algo muy distinto, y Paula retrocedió un paso.
—¿En qué estaba pensando?, has salido del hospital hace un par de horas, han usado tus caderas como almohadilla para alfileres, y te han extraído médula ósea. Siéntate ahora mismo.
—No, vamos a seguir —dijo él.
Pedro le agarró una mano y la colocó sobre su propia entrepierna. Su miembro estaba duro, y se endureció aún más bajo sus dedos; pero aunque ella misma estaba húmeda y excitada, Paula sabía que no podían hacerlo.
—Pedro, sé razonable. Te han puesto anestesia general, y estás débil y cansado. No podemos.
Él la miró a los ojos y ella le devolvió la mirada sin pestañear, para que pudiera ver el deseo que sentía.
—Lo haremos otro día —añadió en un susurro, antes de besarlo—. Te lo prometo.
—Estoy bien, podemos hacerlo ahora —protestó él.
—Sí, claro, porque oírte gimotear de dolor es increíblemente sexy.
—Yo no gimoteo.
—Ya lo sé, eres un hombretón que en este momento necesita una siesta. A solas.
—Te deseo —le dijo él, mientras depositaba un beso en la palma de su mano.
Aquellas palabras harían que cualquier mujer embarazada se pusiera a bailar de felicidad.
—Yo también te deseo, y te prometo que pronto podremos hacer algo al respecto.
Pedro dudó por unos segundos, y finalmente asintió.
—De acuerdo. Creo que tengo que tumbarme un rato.
—El médico ha dicho que tu organismo tardará un par de días en eliminar la anestesia; además, tienes que recuperar las fuerzas después de la pérdida de médula ósea. Ve a dormir un rato, y mientras tanto yo iré a ver cómo van las cosas en el restaurante y volveré para preparar el pastel de carne.
—Paula, muchas gracias. No tienes por qué hacer todo esto por mí.
—Ya lo sé, pero quiero hacerlo —aunque no sabía, o no quería, saber por qué.
Dani cerró la caja y la dejó encima de las otras, junto a la puerta principal. Tendría que volver más adelante con un par de tipos musculosos y una furgoneta, o llegar a un acuerdo financiero con Martín para que le comprara su mitad de los muebles; de momento, sólo quería su ropa y algunos efectos personales.
No había dormido demasiado la noche anterior, porque a pesar de que la cama de la habitación para invitados de Paula era muy cómoda, su cabeza había sido un remolino de pensamientos con todo lo que le había pasado en tan poco tiempo. Primero Martín le pedía el divorcio, después se enteraba de que tenía una aventura, y encima tenía que mudarse… pasaría algún tiempo antes de que pudiera respirar hondo y relajarse.
Abrió un armario, y sacó una caja con fotografías. Más cosas para clasificar. Decidió que lo haría en casa de Paula y que después le devolvería a Martín las suyas, y la metió en una caja más grande de embalaje mientras se preguntaba qué tendrían que hacer con las fotos en las que aparecieran juntos.
Había que repartir tantas cosas entre los dos… la vajilla y la cristalería, los DVD,s, los electrodomésticos… habían estado juntos durante casi siete años, tiempo suficiente para acumular un montón de cosas.
De repente, se tensó al oír que se abría la puerta del garaje, y al echarle un vistazo a su reloj, comprobó que en teoría aún faltaban dos horas para que Martín llegara a casa. Había planeado estar fuera mucho antes de que él volviera, y por un segundo pensó que quizás su nueva novia se había pasado por allí a buscar algo, pero entonces oyó el ruido de la silla de ruedas en el parqué.
—¿Dani?
Ella cerró el armario, y salió al pasillo.
—Has llegado muy pronto —le dijo.
Martín tenía el aspecto de siempre. Era un hombre guapo, fuerte y sexy, y la silla de ruedas no le quitaba nada de atractivo. Una amiga suya le había confesado una vez, después de beber demasiado ron, que la silla de ruedas hacía que una pensara en opciones más creativas en lo concerniente a Martín, y ella se lo había tomado a broma; al parecer, tendría que haber prestado más atención al comentario.
Él estaba sentado muy recto en su silla; tenía el pelo rubio y un poco largo, y unos inocentes y profundos ojos azules. Y su boca tenía algo… algo atrayente, que incitaba a una mujer a besarlo. Tenía unas manos grandes, y lo mismo podía decirse de otras partes de su anatomía; a pesar de la pérdida de sensibilidad, aquella parte de su cuerpo aún funcionaba, así que ella había pasado muchos buenos ratos cabalgando hacia el éxtasis.
Al parecer, no había sido la única.
—Lamento que tuvieras que ver aquello —le dijo él—. No quería que te enteraras.
Dani entró en el dormitorio, y empezó a sacar su ropa de las perchas.
—Qué interesante. No sientes haberme puesto los cuernos, sólo te importa que te haya pillado —oyó que él entraba en la habitación, y comentó—: Y con una estudiante, Martín. Eso es demasiado cutre, incluso para tí.
—No es lo que crees.
—No tienes ni idea de lo que creo o dejo de creer, no me conoces lo más mínimo —Dani metió bruscamente la ropa en una caja, y se volvió hacia él con ojos relampagueantes—. Estoy furiosa. ¿Quieres el divorcio? Muy bien, tendrás tu divorcio. Puedo aceptar que no quieras estar conmigo, pero lo que me parece inaceptable es que estés engañándome con tus estudiantes. Y sólo Dios sabe con cuántas.
—No me insultes.
—Ah, claro, porque acostarte sólo con una es muy noble. Qué hombre más noble eres, estamos tan orgullosos de tí… —se acercó a él, y lo miró a los ojos—. Yo estuve a tu lado, malnacido. Cada día, desde el mismo segundo en que te lesionaste. Renuncié a mi vida para ayudarte, te animé y te rogué que siguieras viviendo, te quise con todo mi corazón. Esperaba que tú me quisieras tanto como yo a ti, o al menos que me respetaras, pero no lo has hecho.
—Claro, conviérteme a mí en el malo de toda esta historia.
—¿Qué culpa tengo yo de lo que ha pasado? —dijo Dani, con unas ganas locas de echarse a gritar.
—Sólo quería el divorcio, ¿es eso un crimen?
—Claro que no, pero me mentiste y me fuiste infiel. Me traicionaste. Esa estudiante no era la primera, y me he quedado pasmada al descubrir que eres un ser humano patético.
—¿Esperas que sea un santo porque estoy en una silla de ruedas?, ¿se supone que no tengo defectos como el resto de los hombres, porque no soy un hombre de verdad?
Dani nunca había querido pegar a alguien en toda su vida, pero la tentación de agarrar una lamparita y estrellársela a Martín en la cabeza fue increíblemente fuerte.
—¡Esperaba que fueras una persona decente porque estábamos casados! —le gritó a pleno pulmón—. Esperaba que respetaras tus votos matrimoniales, porque pensaba que tenías una moralidad y que tanto nuestra relación como yo éramos importantes para tí. No todo se centra en el hecho de que estés en una silla de ruedas; de hecho, tu discapacidad no tiene nada que ver con que seas un capullo. Lo serías aunque pudieras correr un maratón. Y ahora vete de aquí, para que pueda acabar de recoger mis cosas.
—Dani…
—¡Vete de aquí!

3 comentarios:

  1. Paula y Pedro se aman !!! Quiero que se ynan nuevamente!!!

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  2. Muy buenos capítulos! Me encanta como se están acercando Paula y pedro, y pobre Dani, Martín es un HDP, después de todo lo q dejó por él, no se merecía q le haga eso!

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