jueves, 14 de mayo de 2015

Atrapada en este Amor: Capítulo 85

Paula y Pedro se casaron una semana más tarde en una íntima ceremonia en la iglesia presbiteriana. Ana, el señor Gimenez y Franco fueron los testigos. Después, Paula y Pedro se montaron en un avión con destino a Canadá, donde pasaron una breve luna de miel de un fin de semana en Lake Louise, Alberta.
—Ojalá pudiéramos quedarnos más tiempo —dijo Pedro, mientras contemplaban las montañas desde el balcón de su hotel.
—A mí también me gustaría, pero los dos tenemos tareas de las que ocuparnos.
Paula  le sonrió llena de dicha. La semana anterior, el doctor Bryner había realizado pruebas. Justo el día de antes de la boda, el médico había confirmado que Paula estaba embarazada.
—No es demasiado pronto, ¿verdad?
—No seas absurdo.
Le rodeó el cuello con los brazos y sintió la inmediata respuesta del cuerpo de Pedro al tenerla cerca. Se habían mantenido muy serios antes de la ceremonia, prefiriendo esperar a tener más intimidad después de estar legalmente casados. Aquella era la primera vez que Pedro la había tocado desde la noche en la que ella accedió a casarse con él.
—Tal vez no habrías estado tan dispuesta a dejar tus responsabilidades si yo te hubiera dado opción.
—Venga ya, Pedro. ¿De verdad crees que preferiría un trabajo cuando puedo tenerte a ti?
Pedro apretó los dientes y cerró los ojos mientras Paula lo besaba. No se lo merecía. No se merecía tal devoción ni amor.
—Te he hecho tanto daño —susurró él.
—Ahora bésame... Ámame... —musitó, frotándose contra él de un modo muy sensual. Cerró los ojos e, inmediatamente, sintió que el deseo prendía en el cuerpo de Pedro—. Veo que ya puedes...
—No deberías haberlo notado —comentó él, mordisqueando los febriles labios de Paula.
—¿Cómo? Tendría que ser insensible...
Pedro la tomó en brazos a pesar de sus protestas y la llevó al dormitorio.
Se desnudaron acicateados por la premura y el deseo, tan ansiosos por unirse que el mundo empezó a desenfocarse a su alrededor para envolverlos en sensualidad. Pedro la tumbó sobre la cama para admirar las dulces pruebas de su estado: los henchidos pechos, la creciente oscuridad de los pezones, la leve hinchazón del vientre...
—¿Tenías este aspecto cuando estabas embarazada de Franco?
—Sí. Siento que te lo perdieras, pero esta vez disfrutarás conmigo de cada momento. Ahora, no debes mirar atrás —dijo, al notar una profunda tristeza en sus ojos—. El pasado, pasado está. Ya no hay razón para que te arrepientas de nada ni para que tengas resentimiento hacia Juan.
—Al menos él cuidó de ti. Se lo agradezco.
—Te amo —susurró ella, colocándole una mano sobre uno de sus senos—. Tenemos el resto de nuestras vidas y un hermoso hijo. Y otro en camino. Tú puedes andar. La amargura y el odio han desaparecido. Tenemos tantas bendiciones, Pedro... Tanto por lo que estar agradecidos...
—Muy bien. Dejaré de pensar en el pasado. Tócame...
Paula  siguió el suave vello que le unía torso y vientre. Lo acarició ligeramente, sintiendo cómo el cuerpo de Pedrose tensaba.
—No, así no, cielo.
Paula vio cómo él le tomaba la mano y le mostraba lo que tenía que hacer. Sin dejar de observarla, los músculos del rostro se le tensaron... Paula gozó sintiendo aquella firme masculinidad entre los dedos.
—Jamás hicimos esto. Antes, no teníamos tiempo.
Pedro se colocó muy lentamente encima de ella. Apoyó todo el peso sobre los antebrazos mientras acariciaba el cuerpo de Paula con el suyo.
—¿Ves lo bien que me ha venido el ejercicio? — susurró, al verla temblar con aquella increíble y sensual caricia.
— ¡Oh, sí! Sin embargo, ¿no sería mejor para ti de costado? Me preocupa la espalda...
—Puede que sí, pero en esta ocasión te quiero debajo de mí —afirmó, colocándose entre sus piernas—. Ayúdame a unirnos...
Pedro notó que el cuerpo de Paula aceptaba la potencia de su masculinidad. Ella tembló por la sensualidad de su profunda voz y de los deliciosos movimientos de su cuerpo. Movió las caderas para poder acogerlo mejor y cerró los ojos cuando sintió que él empezaba a llenarla.
—No, abre los ojos. Mírame mientras hacemos el amor —musitó con una voz tan dulce y tierna como los movimientos que estaba realizando con las caderas. Entonces, bajó el rostro y prendió la boca de Paula con la suya—. Así. Nunca antes nos hemos mirado de este modo...
—Nunca hubo tiempo —gimió ella, al notar que él profundizaba los movimientos.
—Jamás así... Quiero besarte los pechos, pero no puedo hacerlo sin dejar de mirarte la cara. Quiero verte los ojos cuando pierdas el control.
Paula tembló de placer. Pedro la estaba poseyendo casi completamente. Su masculinidad era mucho mayor aquella noche que en otras ocasiones.
—Relájate... —murmuró él—. Acéptame lentamente, muy lentamente... Así...
Le besó la boca con tierna reverencia, pero la levantó enseguida para poder ver el tormento que se estaba reflejando en los ojos de Paula. Entonces, ella comenzó a moverse al ritmo que él marcaba, gimiendo de placer a medida que su cuerpo iba acogiéndolo.
Pedro  gimió también al notar la completa unión de sus cuerpos.
—Tan profundamente... Vamos, cariño, vamos...
Pedro  comenzó a moverse con rápidos y cortos movimientos. Apoyó los puños a ambos lados de la cabeza de Paula y notó cómo su rostro empezaba a contorsionarse.
Paula le respondió con su cuerpo a medida que el ritmo de sus movimientos se iba profundizando hasta una unión inimaginable. Lo sentía como no lo había sentido jamás a medida que se fueron acercando dolorosamente hasta el fin, entregándose a una abrumadora sensación de gozo y plenitud.
Ella sintió que Pedro se convulsionaba sobre su cuerpo y lo acompañó, dejándose caer en un abismo de placer en el que el éxtasis era el único ocupante.
No podía respirar. Los latidos del corazón le sacudían el cuerpo.

3 comentarios:

  1. WOW q buenos Capitlos Naty.. Mori de amor

    ResponderEliminar
  2. Ayyyyyyyyy, al fin caps llenos de amor!!!!!!!!!!! Amé los 4 caps Naty.

    ResponderEliminar
  3. Hermosos capítulos! por fin Pedro hizo algo por salvar el amor que tienen!

    ResponderEliminar