domingo, 31 de mayo de 2015

Cuestiones Privadas: Capítulo 73

-Paula, quienquiera que sea ese hombre, no merece la pena que llores por él.
-¡Por el amor del cielo! Les repito que no estoy llorando por ese hombre.
- Has estado llorando todo el tiempo desde que has llegado -le dijo Camila-. Mira, tienes lo ojos y la nariz roja. Y esas ratas de hombres no merecen que se llore por ellos. Son todos unos mentirosos.
-Es cierto - asintió Sofía.
-Sí -dijo a su vez Paula-, pero el problema es que él no me mintió. Me advirtió que no quería comprometerse, que solo quería acostarse conmigo.
-Nunca dije tal cosa, gorrión -se oyó decir a una voz de hombre.
Las tres hermanas se dieron la vuelta hacia él.
-¿Pedro? -susurró Paula, asombrada.
-Sí, soy Pedro -aseguró él en un tono frío-. Han dejado la puerta abierta.
-He sido yo -dijo Sofía , sonrojándose-. Me llevé las botas por si nevaba y me las quité fuera...
-Pedro, ¿qué estás haciendo aquí? -preguntó Paula mientras notaba cómo el corazón le latía como si fuera a salírsele del pecho.
Esa era una buena pregunta, pensó Pedro, acordándose de que se había pasado todo el lunes llamándola. Como no dio con ella en el despacho y tampoco en su casa, se sintió tan alarmado que decidió cancelar la reunión en San Diego y volver a Nueva York.
Ya en el avión, comenzó a temerse que Paula pudiera haberse marchado. ¿Cómo podría dar con ella? ¿Contratando un detective privado, llamando a la policía? Entonces, se acordó de la señora Mayra. Ella quizá podría informarle.
-Pedro, te he hecho una pregunta. ¿Cómo me has encontrado?
-La señora Mayra me dio esta dirección.
Paula se sintió débil al ver lo enfadado que estaba. Y lo guapo... Estaba despeinado y había tirado el abrigo sobre una silla, de manera que estaba con la chaqueta abierta y el nudo de la corbata flojo. Al ver que no parecía haberse afeitado, recordó el tacto de su barba incipiente y cómo le había pasado la barbilla sin afeitar por su piel desnuda, por sus pechos...
De pronto, se sonrojó y Camila se dio cuenta.
- ¡oh, Dios! Mira, Sofía.
-Paula, ¿es este hombre, verdad? -dijo entonces Sofía-. ¡Oh, qué callado te lo tenías! Es muy guapo, ¿verdad, Camila?
-¿Quiénes son? -preguntó Pedro, arrugando los ojos.
-Mis hermanas -respondió ella-. Esta es Sofía y esta, Camila.
-Hola -dijo Camila, sonriéndole.
-Hola -le saludó Sofía, también sonriente.
-Hola -contestó Pedro, mirándolas atentamente. Luego frunció el ceño-. Y ahora, ¿Pueden dejarnos solos de una vez para que podamos hablar tranquilamente?

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