viernes, 29 de mayo de 2015

Cuestiones Privadas: Capítulo 62

- Paula, deja de pensar y bésame.
Entonces, ella lo obedeció. Lo besó y descubrió que estar allí con Pedro, en sus brazos, era algo que había estado esperando toda su vida.
Pedro gimió y Paula separó los labios para él.  Pedro agarró el rostro de ella con las manos y aceptó su invitación, sumergiéndose en el calor y la dulzura de su boca. Paula gimió, se puso de puntillas y se apretó contra él.
-Paula -murmuró él, tomándola en brazos y llevándola al salón, al lado de la chimenea.
Ella se había anudado el delantal y, como a Pedro le temblaban las manos, tardó mucho en quitárselo. Cuando lo consiguió, vio que tenía razón. Ella era preciosa. El color rosa de su vestido hacía juego con el color de su cara. Sus ojos eran dos piscinas profundas y oscuras, muy abiertas por la esperanza y la sorpresa. Sus senos eran altos, sus pezones duros y visibles a través de la suave tela de punto.
-Paula -susurró.
Llevó las manos hacia sus pechos y se los acarició con suavidad. Ella gritó y echó la cabeza hacia atrás. Él la agarró y le apartó el vestido para besarle en los hombros y en el escote. Paula olía a rosas y a crema suave. Pedro se dijo que tenía que ir despacio, despacio...
Pero, ¿cómo iba a conseguir ir despacio?
La sangre le hervía en las venas y Paula... Paula susurraba su nombre mientras él acariciaba sus senos.
-Por favor, Pedro, por favor.
«Despacio», se dijo una vez más.
-¿Pedro? -dijo ella.
Entonces, ella le tocó su miembro rígido, apretado contra el pantalón vaquero y ya no pudo hacer nada. La deseaba y necesitaba poseerla.
- Tómame. Por favor, Pedro, entra dentro de mí.
Pedro  gimió. La puso sobre la alfombra y metió las manos bajo la falda. Sintió el sonido de la seda de sus medias y la humedad que había entre sus muslos. Estaba húmeda y excitada. Y era por él. Entonces, desapareció todo para Pedro.
- Ya voy -dijo, rasgándole la seda húmeda.
Y entró en ella de un solo movimiento, fuerte y certero, notando una barrera. Una barrera que jamás había encontrado y, sorprendido, se quedó inmóvil. Trató de pensar y echarse hacia atrás. Pero Paula no se lo permitió. Hundió las manos en sus hombros y le hizo que volviera a hundirse en ella.
- Paula, espera.
Demasiado tarde. Ella echó hacia delante las caderas y el miembro de él entró en el sexo de ella.
Paula sintió un breve dolor y, de repente, Pedro estaba dentro. Entonces, descubrió por qué había querido hacer el amor con él.
-Pedro -susurró Paula-, oh, Pedro. Yo...
Pedro gimió, entró una última vez y el mundo estalló en una explosión de luz...

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