domingo, 17 de mayo de 2015

Cuestiones Privadas: Capítulo 10

Ambos se volvieron hacia la puerta, donde estaba Paula.
-¡Diablos! -dijo Pedro-. Escucha, Paula, yo no quería decir...
- Pero lo ha dicho y no me importa que diga que soy normal. Porque sé que lo soy -aseguró ella, apretando los puños-. Lo que sí le aseguro es que no soy de su propiedad.
- Por favor, Paula...
-Paula -repitió Hernán con voz dulce-. Siento que tengamos que conocemos en estas circunstancias. Pero lo único que ha pasado es que acabo de decirle a Pedro... al señor Alfonso, que acababa de subir con usted en el ascensor.
-Quieres decir que la mujer de la que hablabas de verdad era... .
-y me gustaría conocerla mejor -añadió Hernán sin hacer caso de lo que Pedro estaba diciendo-. Me llamo Hernán Paz-se presentó, tendiendo la mano hacia ella.
Paula ignoró su mano.
-¿y para qué quiere conocerme mejor?
-Bueno, me gustaría cenar con usted.
-Eso es imposible -dijo Pedro en voz demasiado alta-. Paula no puede cenar contigo. Ella no...
-Claro que sí cenaré con usted -aseguró Paula.
-Paula, no seas tonta. Hernán no está realmente interesado en... -Pedro se mordió el labio.
Paula lo miró con ojos amenazadores y luego se volvió hacia Hernán.
-Bueno, pues entonces, vamos, señor Paz.
-Paz -dijo Pedro-, eres un hijo de...
-Ella es libre de hacer lo que quiera, Pedro.
-Por supuesto que sí. Usted me paga un salario, señor Alfonso, pero yo no le pertenezco y puedo hacer lo que me plazca durante mi tiempo libre. Así que si quiero salir con alguien, puedo hacerlo -dijo ella muy enfadada. .
Pedro se dio cuenta de que no podía hacer nada para evitar que ella se fuera a cenar con Hernán...
A la mañana siguiente, el cielo derramaba pesados copos de nieve sobre la ciudad.
Pedro  se despertó de mal humor y pensó que su estado de ánimo estaba en sintonía con el tiempo y con la nieve, que pronto se convertiría en una sucia capa gris sobre las calles.
El portero lo saludó alegremente y Pedro murmuró algo entre dientes mientras hacía un gesto de rechazo ante la sugerencia del hombre de pedirle un taxi. El tráfico en Manhattan siempre iba muy cargado y se pondría aún peor con la nieve. Además, pensó que quizá le sentaría bien ir a trabajar dando un paseo.
Pero no fue así y, cuando llegó al Rockefeller Center, Pedro estaba de muy mal humor. Echó un vistazo a su alrededor antes de entrar en el edificio, aunque sabía que Malena no iría en un día como aquel. La decisión de la chica de mantener su relación viva no sería suficiente ante la posibilidad de que su pelo o su maquillaje se estropearan. Pedro sabía que era un poco duro pensando aquello, pero, ¡demonios!, estaba de muy mal humor. Lo que era normal, ya que había estado sin dormir casi toda la noche.

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