sábado, 16 de mayo de 2015

Cuestiones Privadas: Capítulo 3

-¡Sorpresa! - había dicho alegremente, explicándole que iba a visitar su casa de Minneapolis en el fin de semana y que él la iba a acompañar.
-Es el trigésimo quinto aniversario de boda de mis padres, Pedro. Van a invitar a cenar a toda la familia y están deseando conocerte.
La corbata que llevaba al cuello, la misma que ella le había comprado y se había puesto aquella noche porque ella se lo había pedido, de repente le resultó agobiante y tuvo que aflojársela..
-No puedo ir -había dicho.
Ella le había insistido y él había repetido que no podía. Entonces, Malena, con los labios temblando, le había dicho que si quisiera, sí que podría ir. De manera que él se había visto obligado a reconocer que no quería ir...
-Oh, Pedro -había susurrado ella, echándose a llorar sobre su pecho.
¿Qué demonios querían las mujeres? Bueno, no todas. Paula no era así, pero la verdad era que a ella no la veía como a una mujer. Paula era su secretaria.
Pedro dio un suspiro, se levantó de la silla, caminó hacia la ventana y miró hacia el exterior. Cuarenta pisos abajo, la calle estaba llena de gente. Esperaba que Malena no fuera una de esas personas, aunque había estado allí esa misma mañana, esperándolo.
-¿Pedro? -le había llamado.
Antes de que él tuviera tiempo de pensar si debía fingir que no la había visto o ir corriendo a esconderse a su despacho, ella había empezado a gritar mientras lo abrazaba y trataba de besarlo.
- Maldita sea - susurró, apoyando la frente contra el cristal.
Pero de todos modos, él no quería hacerle daño. No quería decirle nada cruel ni desagradable.
-¿Señor Alfonso? .
Malena era una chica muy simpática.
-¿Señor Alfonso?
Pedro se volvió y vio que Paula estaba en la entrada. Por primera vez en muchas horas, esbozó una sonrisa. Si todas las mujeres fueran tan prácticas y sensatas como ella...
-¿Sí, Paula?
-Señor, pensé que le gustaría saber que he enviado ya el e-mail a John Woods.
-Muy bien.
-Acaba de llegar su respuesta. Dice que le ha gustado su idea y que espera que pueda volar a San Diego para reunirse con él la próxima semana.
-¿Eso ha dicho?
-Sí, señor. Ya he comprobado que no tiene ninguna cita para el lunes ni el martes. Bueno, había prevista una reunión para el martes por la tarde, pero puede posponerse.
Pedro asintió.
- Haz entonces los preparativos, por favor. ¿Alguna cosa más?
-Ha llegado un fax de Atlanta. Nada importante, solo una confirmación de su conferencia.
-Bien. ¿Algo más?
Paula consultó su cuaderno de notas.
-Mañana por la tarde tiene una cita con el señor Carstairs en el Oak Room.
-Ah, gracias por recordármelo.
-De nada, señor. Y también tiene una cita esta noche para cenar. A las ocho en punto en el The Palmo Me pidió que le recordara que tenía usted que hablarles de la nueva compañía de petróleo rusa.

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