martes, 26 de mayo de 2015

Cuestiones Privadas: Capítulo 48

Paula  se estremeció. El viento había cambiado y soplaba sobre el East River, frío y furioso. Seguramente era por eso por lo que ella sentía escalofríos. No podía ser por Pedro ni por el repentino deseo de arrojarse en sus brazos.
-¿Por eso me besaste?
-Sí. No. ¡Caramba, Paula...! -Pedro soltó un suspiro-. Escucha, puedo ayudarte. Puedo enseñarte cómo son los hombres y qué es lo que quieren exactamente de las mujeres.
Paula  miró a Pedro. Este tenía razón. Podía enseñarle muchas cosas y, de hecho, ya le estaba enseñando algunas.
-¿Es eso lo que quieres? ¿Enseñarme cosas sobre cómo ven los hombres a las mujeres?
-Sí, eso es -contestó Pedro tras una pausa-. Te prometo, Paula, que te enseñaré todo lo que tienes que saber.
El mundo se detuvo en ese instante. Los susurros de la noche, el gemido del viento, incluso el latido del corazón de Paula cuando levantó los ojos y miró a Pedro.
-Pedro-susurró-, pienso que no...
- Es demasiado tarde para pensar - dijo él-. Ha sido un día muy largo para los dos. Seguiremos hablando mañana a las diez en punto.
-Diez... ¿A las diez?
-Exacto.
Pedro retrocedió despacio hacia las escaleras sin poder dejar de mirarla. Entonces pensó que le gustaría dejarse llevar y que ocurriera lo que ambos llevaban días evitando.
Pero eso no iba a suceder. Su relación se limitaría a que él iba a enseñarle todo lo que ella necesitaba saber sobre los hombres. Cómo hablar con ellos y cómo diferenciar los buenos de los malos. Pero no ocurriría nada más entre ellos. Paula no era su tipo de mujer y seguramente él tampoco era el hombre ideal para ella. Paula era demasiado inocente y no conocía las reglas del juego.
Él la deseaba, sí, pero si hacía el amor con ella, ¿qué ocurriría? Para él se acabaría todo ahí, pero para ella no sería así. Y no era su ego quien hablaba, sabía que aquello era cierto. Paula era una mujer de un solo hombre y ese hombre no era él.
Así que lo mejor era irse. Pedro  soltó un suspiro.
No se iba a morir por eso. Después se sentiría puro y bueno al recordar que se había ido para evitar la tentación. Bueno, haría mucho más que eso, porque se esforzaría para que Paula encontrara un hombre que la quisiera, un hombre con el que pudiera ser feliz.
-A las diez en punto - repitió con voz ronca.
Entonces hizo la cosa que más le había costado en la vida, dar la espalda a Paula y encaminarse hacia el taxi que lo esperaba para perderse en la noche...

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