jueves, 28 de mayo de 2015

Cuestiones Privadas: Capítulo 57

-Lo siento, Pedro. Fui una estúpida al gritar de ese modo. Es que... estaba pensando en lo que hacíamos y, de repente, decidí que era un error.
-¿Cómo?
-He dicho...
- Ya sé lo que has dicho, pero me cuesta creerlo. ¿Me estás diciendo que hemos estado a punto de matamos porque querías volverte a casa?
- No fue de repente - aseguró ella -. Lo llevaba pensando un rato. ¿Cómo iba yo a suponer que reaccionarías así?
-Oh, perdona. La próxima vez que vaya conduciendo en medio de una tormenta y la persona que esté a mi lado grite que pare, yo no haré caso y rezaré para que no pase nada.
Paula  levantó la barbilla.
- Te he dicho que lo sentía, ¿no?
- Lo sentirías más si nos hubiéramos matado.
- Escucha, lo que hice fue una estupidez, pero lo decía en serio. Quiero volver a Nueva York.
Pedro soltó una carcajada breve y penetrante.
-¿Sí? Pues no va a poder ser. .
- Para ahora mismo. - ordenó ella, irritada.
- Te aseguro que con esta ventisca no podemos viajar.
-Esto no es una ventisca -dijo ella con voz ligeramente temblorosa-. Apuesto a que no has visto nunca una ventisca. En Rochester, donde yo vivía...
-Confía en mí. En Pensilvania también teníamos ventiscas.
A Paula le entraron ganas de saber más de su pasado, pero decidió que no podía hacerle ninguna pregunta al respecto después de que Pedro le dijera que lamentaba haberle pedido que se acostara con él.
- El viento tiene que tener una velocidad de por lo menos treinta y cinco millas por hora para que una tormenta de nieve se convierta en una ventisca -le explicó Paula, tratando de concentrarse en el presente-. Y la visibilidad...
Pedro apretó los dientes, pensado en que ella había vuelto a ser la Paula de siempre. La que sabía de todo... excepto cómo ser una mujer. Así que dejó de escucharla y se concentró en la carretera. A pesar de que no había nadie, conectó el intermitente para indicar que iba a girar. ¿Quién sería tan estúpido como para salir en una noche como aquella?
Solo un hombre cuyas hormonas llevaban una semana alteradas podía hacer algo así.
Había tenido bastante tiempo para pensar durante el viaje y se había dado cuenta de que estaba cometiendo una estupidez al llevar a Paula  allí con él. Estaba seguro de que para ella el sexo debía ser una palabra equivalente al amor. Incluso debía pensar que se trataba de algo tan romántico, como mandar una tarjeta con lazo rosa para el día de San Valentín. Se estaba metiendo en un lío del que le iba a costar salir y todo, ¿por qué? ¿Por dos horas de cama?
Estuvo a punto de soltar una carcajada.

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