miércoles, 20 de mayo de 2015

Cuestiones Privadas: Capítulo 21

Luego, antes de que ella pudiera decir nada, se dió la vuelta y se metió en su despacho. Allí, se puso la chaqueta y el abrigo para dirigirse a comer al Oak Room.
Paula dejó de teclear cuando oyó que Pedro regresaba.
Levantó la vista y lo saludó cortésmente mientras le informaba de que la había dejado varios faxes sobre su escritorio.
-Gracias -dijo él, dirigiéndose a su despacho.
Cuando la puerta se cerró tras él, ella respiró aliviada. Al parecer, él no iba a hacer ningún comentario acerca de lo que había ocurrido.
A ella le había preocupado el hecho de que aquel beso pudiera afectar a su relación. Pero había sido una tonta. Claro que no la afectaría. Aquel beso no había significado nada para él. Simplemente, había querido presentar sus credenciales, tal como le había dicho.
Era evidente que así era como besaba a todas las mujeres.
De manera que no era extraño que aquella tonta quisiera retenerlo. Cualquier mujer querría hacerlo. Bueno, cualquiera no, porque ella no querría a Pedro Alfonso no era su tipo.
Paula observó la pantalla del ordenador. Sus dedos habían estado ocupados, pero había estado tecleando sin ninguna coherencia.
Tomó aire y juntó las manos sobre el regazo y en cuanto a su propuesta de presentarle a amigos suyos, era absurda. No tenía ningún sentido. Y así se lo diría a Pedro si él volvía a sacar el tema.
-¿Paula?
Levantó la vista y vio a su jefe en la puerta de su despacho, mirándola con atención.
-¿Sí?
- Paula, he estado pensando en todo esto detenidamente.
- ¿Sí?
- Y he decidido que deberías irte.
-¿Irme?
-Sí, me gustaría que te fueras ahora mismo.
- Pero...
¿Él la estaba despidiendo solo por aquel beso?
-Pero, ¿por qué? -preguntó Paula, poniéndose en pie.
- No voy a discutir contigo. Quiero que te marches inmediatamente y no hay más que hablar.
- Pero no comprendo por qué. Siempre has dicho que hacía bien mi trabajo.
- y lo sigo diciendo, pero puedes terminar mañana lo que estés haciendo.
- ¿Cómo mañana?
-No creo que haya nada tan importante que no pueda esperar un día.
- Yo... ¿me estás diciendo que me puedo ir antes de mi hora?
-Sí, ha dejado de nevar y las calles están despejadas, pero está helando y ya sabes lo que pasa con los trenes cuando la temperatura baja de cero grados.
-Oh, entiendo, gracias.
La verdad era que cuanto antes se marchara de allí, mejor. Aquel había sido el día más extraño de toda su vida. Pero parecía que todo iba a volver a la normalidad. Incluso con un poco de suerte, su jefe no volvería a mencionar lo de presentarle a sus amigos. Sí, la vida volvía a sonreírle de nuevo...

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