domingo, 24 de mayo de 2015

Cuestiones Privadas: Capítulo 38

Pedro se quedó mirándola, pensando que era muy inocente. La boca le temblaba y a Pedro le dieron ganas de besarla. Solo para consolarla, claro.
-Una boite es una caja y Martín  se refería a que el restaurante era como una pequeña caja de joyas. Un lugar especial. Estaba tratando de impresionarte -le explicó.
-Oh, me gustó muchísimo. La iluminación era muy suave y los camareros hablaban en francés. A mí nunca se me dieron bien los idiomas -confesó, alzando la vista -. Yo estudié ciencias, ya que quería hacer antropología. Esa era mi intención hasta que decidí probar en los negocios...
-Bien... la cena debió ser agradable.
Paula se encogió de hombros. Los ojos le brillaron de nuevo y se llevó el pañuelo a la nariz.
-¿No lo fue?
- Me imagino que sí. Pero Martín pidió caracoles -se estremeció y colocó las manos sobre el regazo.
- Ya, bueno, hay gente a la que le gustan mucho. Yo nunca he podido soportar la idea de que dejan un rastro de...
-Pero es que los pidió para mí.
Pedro entornó los ojos.
- Entiendo.
-No, no entiendes.  Martín  me dijo que por qué no le dejaba pedir para los dos. Yo le dije que sí, porque como el menú estaba en francés. Luego me recomendó los... no me acuerdo cómo se decía.
- Escargots es la palabra francesa.
-Pues eso. Yo oí la palabra, claro, y me imaginé que era un plato francés...
-Claro -¿era posible que su pequeño gorrión lamentara el primer vuelo en libertad? Pedro  se agachó a su lado y le agarró la mano -. Pero no sabías exactamente qué era.
- No hasta que el camarero me puso el plato delante -un escalofrío volvió a recorrer su espalda-. Y cuando vi aquello... No pude comer nada y me sentí como una estúpida. Tenía que haber sabido que había pedido caracoles.
-Mucha gente no lo habría sabido.
- Tengo veintiséis años - prosiguió Paula- y vivo en Nueva York. Además, ahora que soy tu asistente personal, voy a conocer a mucha gente importante. ¿No crees que debería saber leer el menú de un restaurante, aunque sea en francés?
- Probablemente sea una buena idea, pero no es...
-¡Me comporté como una estúpida, Pedro! -al decirlo, se levantó y Pedro hizo lo mismo-. Me puse pálida al ver los caracoles. Casi no pude beber la copa que Martín  me había pedido.
-¿Qué era?
- No lo sé. Martín me dijo que era un aperitivo, pero sabía a jarabe.
Pedro pensó que Martín  había querido impresionar a Paula y que había fracasado estrepitosamente.
-O sea, que no fue una cena memorable, ¿verdad?
- Imagino que depende de tu definición de memorable - Paula se sonrojó-. Cuando terminamos de comer, me sentía como una estúpida. ¿Me entiendes? Me sentía como una paleta que acaba de venir a la ciudad. Esa era yo.

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