martes, 19 de mayo de 2015

Cuestiones Privadas: Capítulo 15

Pedro tiró de la bota y pensó que no era extraño que le costara quitársela. Eran botas de cuero negro y se las había puesto con calcetines gruesos de lana. Calcetines gruesos de lana sobre sus piernas largas y esbeltas.
Así que Hernán tenía razón. Tenía unas buenas piernas. Excelentes, de hecho.
-Gracias.
Pedro levantó la mirada.
-No hay de qué -se aclaró la garganta mientras se quedaba mirando el pie de ella, todavía en sus manos-. Llevas calcetines... quiero decir... llevas...
-Son calcetines de lana. Me imagino que por eso me cuesta tanto quitármelas. Me los he puesto pensando en que a lo mejor tengo que volver a casa caminando, debido a la nieve. Y estas botas no calientan mucho...
De repente, se calló. ¿Por qué le contaba a él todo eso?
-Calcetines -murmuro él, sin soltar el pie y mirándola a los ojos.
Paula notó que los ojos de Pedro tenían una expresión extraña. Quizá pensaba que iba a estar todo el día por el despacho en calcetines.
-Sí, pero me los voy a quitar. Debajo llevo unas medias normales. -y ahora le hablaba de su ropa interior... Paula se puso colorada y apartó el pie de las manos de Pedro.-Gracias otra vez. Enseguida reviso el correo.
- Pero primero tenemos que quitarte la otra bota.
- Puedo yo sola.
-Lo dudo.
- De verdad, señor Alfonso...
Pedro sabía que podía quitarle la bota de un tirón, pero después de que ella le hubiera hablado de su ropa interior, pensó que era mejor tomarse su tiempo.
- Toma - dijo un momento después, dejando la bota en el suelo-. Ya está.
Paula asintió.
-Gracias -repitió.
- No hay de qué.
Pareció que Pedro iba a decir algo más. ¿Quizá unas palabras de disculpa por el modo en que la había recibido? Pero Paula no tuvo tanta suerte. Pedro la miró, hizo un gesto afirmativo con la cabeza y se fue a su despacho.
La puerta se cerró en silencio tras él.
Paula  se quedó inmóvil. Le temblaban las piernas de un modo extraño. Le temblaban como si siguieran en el regazo del señor Alfonso. Como si todavía él las estuviera agarrando con sus manos fuertes. Como si todavía la estuviera mirando con sus ojos oscuros y llenos de deseo...
Paula dio un suspiro. Luego se quitó los calcetines, se puso los zapatos que había llevado para estar allí y comenzó a trabajar.
Horas después, tomó aire y cerró los ojos ante la pantalla del ordenador. Era casi la una. Hora de comer, pensó, levantándose. Se estiró de una manera muy femenina y abrió un cajón para sacar su bolso. Al hacerlo, vio la revista Gotham, abierta por las páginas de contactos.
Hizo una mueca y tiró la revista a la papelera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario