martes, 19 de mayo de 2015

Cuestiones Privadas: Capítulo 20

Sus bocas parecían echas la una para la otra. Los labios de él eran cálidos y su tacto, muy agradable. Además, no trató de meter la lengua en su boca, como Hernán Paz  la noche anterior.
En cualquier caso, ¿para qué la estaría besando su jefe? ¿Y por qué razón estaba dejando ella que lo hiciera?
De pronto, recobró el sentido y lo apartó.
-Señor Alfonso-dijo casi sin aliento-, no creo que...
-Llámame Pedro -la interrumpió él y, antes de que pudiera añadir nada, la abrazó y volvió a besarla.
Pero ese beso ya no fue igual.
En esa ocasión, la besó con más pasión y aprovechó el momento en que ella iba a protestar para apartar sus labios con los suyos.
Paula  trató de empujarlo.
«No, por favor», dijo para sí. «Nada de lengua, ni de saliva, ni de...».
Pero él no se separó y ella, de pronto, descubrió una sensación maravillosa. Su cuerpo fuerte contra el de ella, el sabor de su boca, de su lengua...
Paula  soltó un gemido y hundió sus dedos en la camisa de Pedro apretándose aún más contra él.
¿De manera que así eran los besos de verdad? ¿Era normal que los hombres dejaran a las mujeres rendidas al besarlas o sabría Pedro besar de un modo que los otros hombres desconocían?
Pero en aquellos momentos la respuesta a esas preguntas no le importaba en absoluto. Lo único que quería era que aquella sensación fuera eterna y Pedro deseó lo mismo mientras se asombraba por la intensidad de aquel beso. También se asombró al darse cuenta de que ella no solo estaba respondiendo a su beso, sino que incluso se estaba apretando contra él, deseosa de más.
Entonces, se fijó en que, efectivamente, bajo esos trajes de tweed se escondía un cuerpo sinuoso. Él, de pronto, deslizó una mano por la espalda de ella y, finalmente, la apoyó en sus nalgas y las apretó contra su miembro erecto. Luego, le subió la falda y le tocó el interior del muslo.
«Te lo dije», le susurró entonces la voz de Hernán  dentro de su conciencia. «¿No te dije que las que parecen más modositas son las más ardientes?».
Pedro , de pronto, se apartó de ella, que permaneció un rato con los ojos cerrados y los labios abiertos.
Él sintió que la sangre le ardía de deseo. Se moría de ganas de tomarla en sus brazos y llevarla a su despacho. Entonces, cerraría la puerta de una patada y la desnudaría.
Pero finalmente, se impuso la cordura. Lo último que quería era tener una aventura con su secretaria. Además, seguramente ella era del tipo de mujeres que confundía el sexo con el amor.
-¿Lo ves? -consiguió él decir después de aclararse la garganta.
Paula parpadeó.
-¿Que si veo el qué?
Pedro se encogió de hombros.
- Bueno, solo estaba tratando de demostrarte que no tienes por qué preocuparte. Ya ves que puedo enseñarte todo lo que necesitas saber.
Paula se llevó los dedos a la boca y él volvió a sentir ganas de besar esos labios.
-Puedo enseñártelo sin problema –consiguió añadir él.

4 comentarios:

  1. Muy buena la maratón! Me parece que de tanto enseñarle va a terminar atado a Pau!

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  2. Y enseñándole tanto se va a enamorar Pedro perdidamente de Paula jaja. Está buenísima esta historia.

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  3. Jajaajjaaa que maestro se mando Pau !! Jajajajajaj me gusta muchísimo esta novela

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  4. muy buen maestro es Pedro jajaja muy buena la maraton

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