lunes, 25 de mayo de 2015

Cuestiones Privadas: Capítulo 44

Ella se arrepintió inmediatamente de haber ido. No le gustaba en absoluto que la llamaran «querida» y tampoco le gustaban las personas que daban besos al aire. Por otra parte, Martín  debía haberse echado medio bote de colonia.
Pedro nunca se ponía colonia. Olía a una mezcla de jabón y hombre. Por otra parte, ella preferiría comerse un perrito con chile en cualquier puesto ambulante antes que cenar en aquel sitio tan elegante.
-Sí, ya estoy aquí.
-¿Has tenido un día duro, querida? -le preguntó él, ayudándola a sentarse-. Apuesto a que sí con el jefe que tienes. Seguro que te tiene todo el día encadenada a tu escritorio. .
- No es exactamente así. Bueno, quiero decir que ese no es el motivo por el que he llegado tarde. Es que el autobús... -ella se detuvo-. Perdona, estabas bromeando, ¿verdad?
- Me encanta lo inocente que eres -dijo Martín, sonriéndole-. ¿Qué te parece si pedimos algo de beber?
- Yo tomaré chianti -dijo Paula.
-¿Chianti? - Martín soltó una carcajada-. No digas tonterías, querida, La Góndola es famoso por sus vinos.
Entonces, un camarero se acercó con lo que parecía un listín de teléfonos. Martín  echó un vistazo y eligió un vino de nombre impronunciable. Al poco, el camarero les llevó una botella y la descorchó. Martín olió el corcho, dio un pequeño sorbo a su copa y asintió.
-Excelente -dijo.
Después de que el camarero les sirviera una copa a cada uno, Paula bebió un trago.
-¿No te parece un vino delicioso, querida?
-Oh, sí, delicioso -contestó ella, tratando de no escupirlo.
-Bueno, ¿y te has enterado ya de lo que pasó en casa de los Bishikoff?
Paula  ni siquiera sabía quiénes eran los Bishikoff, así que él le contó algo acerca de una cena, un ratón y un gato persa. Al parecer, el gato se había comido al ratón.
-¿De veras? -dijo ella cuando él terminó de hablar.
-¿No te parece que es una historia fantástica?
-Oh, sí, fantástica.
Ella pensó que no sabía qué estaba haciendo allí con ese hombre. ¿Dónde estaría Pedro en esos momentos? ¿Habría salido con alguna otra mujer? ¿Se pasaría la noche en sus brazos?
-¿Paula? -llamó su atención Martín-. ¿Qué quieres cenar?
Ella se fijó en el enorme menú que había enfrente de ella.
- Lo siento - se excusó ella mientras abría el menú, pero, al parecer no había lasaña-. Tomaré algo de pasta -dijo con determinación mientras cerraba el menú.
-Muy buena elección, querida. Te sugiero el plato especial de la casa. Te encantará.
-Seguro que sí -dijo ella, pensando en que no podían poner nada raro en un plato de pasta.
Pero no tardó en comprobar que su suposición no era cierta, cuando le sirvieron un plato de espaguetis con una salsa negra por encima.
-Pasta a La Gondola -dijo Martín Luego se dirigió al camarero-. Nunca me acuerdo, Juan ¿la salsa es de pulpo o de calamar?
-Me parece que es de pulpo. -dijo Paula, fijando se en los animalillos con ocho tentáculos que había entre los espaguetis.
El estómago le dió una sacudida y se le cayó el tenedor al suelo.
-No puedo sencillamente, no puedo....
Martín apoyó su mano en la rodilla de ella.
-¿Que no puedes qué, querida?
-No puede comer marisco. -dijo en ese momento una voz familiar-. Te da alergia, ¿verdad, Paula?...

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