jueves, 21 de mayo de 2015

Cuestiones Privadas: Capítulo 27

- No he dicho que lo fuera. Has sido tú quien ha sacado el tema. Además...
- ¡Pedro!
El grito fue tan agudo que podría haber roto los cristales de las ventanas. Una mujer guapísima, alta y rubia se arrojó en los brazos de Pedro.
-Pedro, cariño, ¿es cierto que tú y Malena  se... ? ¬-la rubia retrocedió y se colocó la mano en la garganta.
Pedro esbozó una sonrisa.
- Hola, Clara, las noticias circulan rápidamente en esta ciudad.
- Las buenas noticias, querrás decir -replicó la rubia, agarrándolo del brazo-. Consígueme una copa y dime cómo puedo consolarte por tu separación.
-Quizá después. Antes voy a dejar mi abrigo... -hizo una pausa y luego miró a Paula -. Lo siento.
- No te preocupes -contestó Paula. Luego, extendió la mano-. Soy Paula Chaves, la asistente personal del señor Alfonso. ¿Cómo está, señorita... ?
-Qué simpática -dijo la rubia en un tono que dejaba claro que opinaba lo contrario. Seguidamente volvió a concentrarse en Pedro-. Cariño, me alegro de verte. De verdad, ha pasado tanto tiempo...
La voz de aquella mujer era de lo más insinuante y Paula notó que se sonrojaba. La había despreciado como solo una mujer puede despreciar a otra. Pero, ¿qué importaba eso? Ella estaba allí como compañera de trabajo de Pedro, no como novia. Esa persona no era importante y no necesitaba saber su nombre. No iba a repercutir en su carrera ni en la empresa de Pedro.
Pero, ¿a quién quería engañar?
Esa mujer había herido su ego y eso debería avisarle de lo que sería el resto de la velada.
Ella estaba allí como suplente de Malena, pero aquello no era cierto. La rubia agarrada al brazo de Pedro con la misma determinación con la que una boa constrictor agarra a su presa, estaba decidida a ser la sucesora de Malena. Y solo era una pequeña muestra de lo que la esperaba.
Las mujeres se arremolinarían alrededor de Pedro como van las abejas a la miel. Todas eran guapas, todas tenían un cabello perfecto, sonrisas perfectas y maquillaje perfecto, junto a un cuerpo también perfecto. Se repetía una vez más su fiesta de fin de curso y ella sería de nuevo la chica fea, pero inteligente, que se queda sin pareja y sonríe hasta dolerle la cara, fingiendo que no le importa estar sola, que ningún chico se le acerque...
Pero no, eso sería peor que su fiesta de instituto, porque eso era la vida real. Y Pedro, el guapo y sexy Pedro, la presentaría como su asistente personal, su fea asistente personal, y flirtearía con todas las demás, excepto con ella.
No le importaba, sin embargo. Él podía hacer lo que quisiera con la mujer que quisiera. A ella, de verdad, no le...
Paula  se dio la vuelta y se encaminó hacia el pasillo, todavía abarrotado de gente. Al llegar a los ascensores, pulsó el botón.
No tenía que estar allí. No tenía por qué pasar la noche con su jefe. Su horario era de nueve a cinco.
Pulsó de nuevo el botón. Pedro tenía que aprender que ella tenía una vida aparte del despacho. Que no podía ir detrás de él como un perrito faldero. Que cuando decía no, quería decir que no. No le permitiría que le diera más órdenes. No se lo permitiría. No podía permitirse enamorarse de él.
Ni que la acariciara. Ni que la besara...

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