viernes, 22 de mayo de 2015

Cuestiones Privadas: Capítulo 30

Pedro  frunció el ceño.
- Y te he explicado el motivo. ¿Quieres el ascenso o no?
La mirada fría e insolente de Pedro irritó a Paula, que se pensó si decirle claramente lo que podía hacer con el trabajo y con su ascenso.
-No me gustas nada, Pedro Alfonso-dijo finalmente-, pero sí me gusta mi puesto de trabajo –se desabrochó el cinturón del abrigo, se quitó la bufanda y los guantes de lana-. Esta bien, estoy preparada para volver.
Pedro dió un suspiro, le agarró el abrigo y lo dejó caer al suelo. Luego, se acercó a ella y le quitó la goma de la coleta. El cabello, humedecido por la nieve, se le había convertido en una masa de rizos que le cayó alrededor del rostro y los hombros, como espuma de color café. .
- ¿Estás loco? ¡Dame la goma!
Pedro se la metió en el bolsillo y le peinó el pelo con los dedos.
- Tienes un pelo precioso. ¿Por qué no le sacas más partido? .
-¿Y tú qué sabes? Los rizos no son nada formales.
-¿ Y vestir como tu abuela sí lo es?
-Tampoco sabes nada de mi abuela, Pedro. ¡Pedro! ¿Qué haces?
-Quitarte este saco -contestó Pedro, quitándole la chaqueta y dejándola caer sobre el abrigo.
- Maldita sea, Pedro...
Es un cóctel -añadió, desabrochándole el primer botón de la blusa-, no un velatorio. Tú eres la que ha dicho que no ibas vestida adecuadamente ¬-Paula le agarró la mano cuando él comenzó a desabrocharle otro-. Así que haremos lo que podamos...
-¿Hay alguien ahí dentro? -dijo una voz desde fuera.
Paula  pensó inmediatamente que había gente cerca que podría salvarla. ¿Pero salvarla de qué? Le era difícil concentrarse cuando estaba tan furiosa con Pedro, cuando las manos de él iban hacia el otro botón de su blusa...
-¡No sigas! -le ordenó, agarrándole la mano. Pero él continuó desabrochándole botones, diciéndole que ya era hora de que entrara en el siglo veintiuno y que empezara a vestirse como una verdadera mujer. Entonces, ella miró hacia abajo y se vio un trozo de...
-¿Encaje?
La voz de Pedro fue de sorpresa. Levantó la mirada y Paula también lo hizo. Sus ojos se encontraron y ella se fijó en que los de Pedro no eran fríos ya, sino profundos y de color esmeralda.
-Encaje -repitió-, bajo todas esas capas de lana.
-Es que me gusta... -Paula se humedeció los labios. Pedro siguió el movimiento de su lengua con fascinación.
Ella retrocedió un paso, pero no había sitio y se chocó contra la pared de la cabina. .
-Me gusta el encaje. Además, lo que llevo debajo de la lana no es asunto...
-Calla, Paula -dijo Pedro.
Y la besó con mucha delicadeza.

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