domingo, 24 de mayo de 2015

Cuestiones Privadas: Capítulo 41

-¿No?
- No, cada hombre tiene una técnica diferente. Por ejemplo, enséñame cómo besaste a Martín.
-¿Que cómo lo besé? -algo en su interior le dijo que debía tener cuidado, pero luego se fijó en cómo él la estaba mirando mientras la acariciaba delicadamente con los pulgares-. Bueno... ya te lo he dicho. Él se inclinó hacia mí como para besarme en la mejilla.
-¿Así? -preguntó Pedro, acercándose como para besarla.
- Exactamente, pero yo giré la cabeza en el último segundo y...
-Gírala -le ordenó-. Igual que hiciste anoche. Bien y ahora sigue demostrándome lo que hiciste.
-¿Quieres que te bese?
-Sí.
Ella lo hizo. Acercó sus labios a lo de él y le dio un beso de lo más inocente.
-¿Y Martín no le dio más intensidad al beso? -preguntó o, al menos, eso creyó que preguntó ya que lo único que podía oír era el latido de su propio corazón.
-Él trató de hacerlo -susurró Paula.
-¿Cómo? ¿Te rodeó con sus brazos tal como así? -Pedro  la abrazó y ella no pudo evitar soltar un gemido.
-No, no le dí oportunidad de que lo hiciera.
- Bueno, pues en ese caso, la próxima vez deberás tratar de mejorar esto. Así. Ahora, inclina una poco la cabeza...
¡Dios! ¿Qué estaba haciendo?, pensó Pedro. Debería librarse de aquella mujer inmediatamente. Debería darle un cheque por el valor de seis meses de su sueldo, firmarle una carta de recomendación y despedirla.
-Ahora -continuó diciéndole sin hacer caso de sus pensamientos- abre los labios. Eso es. Quédate así. Muy bien.
Él se inclinó entonces hacia ella y posó suavemente sus labios sobre los de ella. Fue un ligero contacto.
-¿Así está bien? -preguntó ella.
«Sí, así está muy bien».
- No, tienes que separar los labios un poco más. Bien, ahora, relájate y acércate.
Él no pudo contener un gruñido al saborear la boca de ella.
- ¿ Qué tal así? - consiguió preguntar él, a pesar de su excitación-. ¿Mejor?
-Sí, mucho mejor -aseguró Paula, dejando escapar un suspiro.
Pedro  volvió a besarla, todavía más ardientemente, y entonces se dio cuenta de que tenía que parar. Si no, le quitaría esa absurda ropa que llevaba, la llevaría al sofá y le haría el amor...
-¿Pedro? -susurró ella mientras lo seguía besando. En un momento, le mordió delicadamente el labio inferior y eso hizo que él perdiera el control por completo.

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