domingo, 24 de mayo de 2015

Cuestiones Privadas: Capítulo 39

-No seas tonta. No hay nada de malo en no estar familiarizada con menús que han sido deliberadamente escritos para no ser entendidos o con bebidas que no se pueden tomar si no es tapándote la nariz.
Pedro  esperaba una sonrisa, pero Paula, que había estado dando vueltas por la habitación, se paró en seco y se volvió hacia él.
-No me trates con condescendencia, Pedro. Me has dicho que voy a tener que salir contigo a cenas y fiestas de negocios. Así que no creo que sea tan divertido que yo me sienta como una imbécil cada vez que salgamos juntos.
Pedro dio un suspiro y se cruzó de brazos.
-Cuando yo llegué a Nueva York, pensé que lo último en comida eran los perritos calientes con chile.
-No me lo creo -dijo Paula, haciendo una mueca.
- Sí, de verdad. Estaba acostumbrado a comer una salchicha metida en un bollo con mostaza. Si tenías suerte, le echabas salsa de tomate. Entonces llegué aquí y descubrí los carritos donde puedes pedir un perrito caliente con mostaza, ketchup, cebollas y chile -esbozó una sonrisa-. Todavía recuerdo la sensación de estar comiendo un perrito con todo aquello mientras pensaba que aquello era la haute cousine. Bueno, ni siquiera conocía el término. Así que lo que pensaba era que si moría en ese momento, iría al cielo.
Paula  soltó una carcajada y a Pedro le encantó su risa.
- Así que eran perritos calientes de gourmet...
-Claro, estamos en Nueva York.
Paula volvió a reírse. ¿Había sido siempre así de contagiosa su risa? ¿O simplemente él nunca se había dado cuenta?
-Gracias, Pedro. Por lo menos, ahora me siento mejor. Estuve toda la cena deseando que se acabara cuanto antes.
- Y hablando de finales, ¿cómo acabó todo? Me refiero a... ¿a qué hora te llevó Martín a casa?
-No estoy segura, no era muy tarde.
-¿No?
- No -la sonrisa de Paula se borró de su cara. Alcanzó algunos papeles de la mesa y comenzó a revisarlos-. Me dejaste un informe sobre el viaje a San Diego. Lo tengo por aquí...
- Paula, ¿qué sucede?
- Nada.
- Vamos, no me engañes. Te pasa algo.
Paula se mordió el labio y se dio la vuelta para ir hacia la puerta.
- No quiero hablar de ello.
-Pues yo sí -declaró él, yendo hacia la puerta y cerrándola rápidamente-. Creí que habías dicho que no era un pulpo.
- Y no lo es.
-¿Entonces?
-Entonces... -sus mejillas adquirieron un tono subido-. No creo que sea un tema de conversación apropiado para una empleada y su jefe.
- ¿Recuerdas lo que te dije sobre tu cita con Hernán? ¿Lo de que me sentía responsable? Yo te lo presenté y mira lo que pasó. Vamos, dime lo que ocurrió anoche.
Paula  soltó un suspiro. Luego puso las manos sobre la mesa de Pedro y se echó hacia atrás. El movimiento hizo que sus senos se proyectaran hacia delante. Pedro no podía verlos con aquella chaqueta que llevaba ella, pero podía imaginarse el modo en que se habían alzado hacia él. Hacia sus manos, su boca...
Pedro frunció el ceño y estiró la espalda.
-¿Qué hizo? -preguntó-. Si ese canalla se propasó...
-Nos besamos...

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