martes, 26 de mayo de 2015

Cuestiones Privadas: Capítulo 49

A la mañana siguiente, a las nueve, la radio despertador de Paula rompió el silencio con una canción de rock.
Ella estiró la mano, tropezó con un libro, una taza vacía de cacao con leche y un paquete de kleenex. Finalmente, consiguió apagar el despertador.
La música cesó y el corazón comenzó a latirle a toda velocidad. Esperó a ver si se calmaba un poco, Luego se levantó y examinó extrañada la radio.
Ella siempre tenía sintonizado una emisora de música clásica que la despertaba a las seis de la mañana de lunes a viernes. Nunca se despertaba con rock. Le resultaba demasiado ruidoso. Entonces, ¿por qué estaba sintonizada aquella emisora? Y no solo eso, ¿por qué había puesto el despertador, siendo sábado? y había sonado a las nueve...
-¡Las nueve! -exclamó, saltando de la cama. Recordó que había estado caminando por la casa hasta altas horas de la noche. Luego había dado muchas vueltas en la cama antes de quedarse finalmente dormida. También recordó que había decidido llamar a Pedro y decirle que no podría vedo a las diez ni a ninguna hora del sábado.
Marcó su número de teléfono, pero saltó el contestador automático.
Paula  colgó bruscamente, se pasó las manos por el rostro y luego por el pelo. ¿Qué podía hacer?
«Tranquilízate», le dijo una voz interior.
Pero, ¿cómo iba a calmarse cuando eran las nueve y cuarto y Pedro iba a ir a recogerla a las diez? «De acuerdo, de acuerdo, olvídate de tranquilizarte y concéntrate en prepararte. En ducharte, vestirte y hacer algo con tu pelo». Después prepararía café, ordenaría la casa...
Bueno, dejaría a un lado lo de ordenar la casa y lo del café. Lo primero era ducharse y vestirse, si no quería que Pedro llamara a la puerta y la viera en pijama.
No. No podía llegar a la puerta, porque primero tendría que llamar al telefonillo del portal. Entonces ella le diría que había cambiado de opinión y que lo sentía. Que ya lo vería el lunes por la mañana en el despacho...
Justo en ese momento, se oyó el timbre del portal. No podía ser Pedro, iba a ir a las diez y todavía no eran ni las nueve y media...
Volvió a sonar el timbre de abajo.
-¿Sí?
-Soy Pedro.-Paula cerró los ojos y apoyó la frente en la pared.
-¿Paula?
-Sí, Pedro, ya te he oído. ¿Qué haces aquí? Todavía no son las diez.
- Ya, es que me he adelantado.
-No estoy... -se miró el pijama y los pies descalzos-. No estoy preparada.
- No importa. He comprado el periódico y te esperaré leyéndolo.
- Bien. Quiero decir, no, no está bien. He cambiado de opinión y... Bueno, siéntate en el vestíbulo del portal y ponte a leer el periódico. Bajaré en unos veinte minutos.
-¿Estás loca? En el portal hará mucho frío, Paula.
-Cinco minutos entonces. No tardaré más en vestirme.
- Sí, pero es que aquí a mi lado está una encantadora señorita que se llama... ¿cómo se llama usted? Ah, señora Adela. Dice que se ha olvidado las llaves y que se está muriendo de frío aquí en la calle porque tú le niegas a abrirle la puerta.

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