miércoles, 27 de mayo de 2015

Cuestiones Privadas: Capítulo 53

Estaba sentado en un sillón de cuero y metal en un lugar llamado The Beauty Spot. Se encontraba rodeado de espejos y la música le atacaba los oídos.
Al comenzar el día, había disfrutado bastante.
Tenía una idea bastante clara de cómo tenía que vestirse Paula. Intuía que le favorecerían los colores claros y los tonos tierra. También sabía que debería enseñar esas piernas tan bonitas que tenía y que a su cuerpo le sentarían bien el cashimir y la seda.
- Su mujer es encantadora -le había dicho varias veces la dependienta de la boutique.
Después de la sexta vez, Pedro había dejado de contestar con una afirmación mientras sonreía como un tonto. Porque se había dado cuenta de que Paula  no era su mujer. Ella era su asistente personal. Y en esos momentos estaba enseñándola a vestirse para que otro hombre lo disfrutara.
Desde el momento en que había recordado aquello, su humor había ido empeorando cada vez más.
Así que allí estaba, sentado en la peluquería The Beauty Spot, rodeado de espejos que le devolvían su reflejo, mostrándole un hombre que estaba luchando contra su frustración. Lo cual era totalmente absurdo. Porque aquello había sido idea suya. Y además, todo estaba saliendo muy bien. Paula estaba muy guapa y él, hasta poco tiempo antes, lo había estado disfrutando.
El lugar estaba casi vacío y él lo agradecía. En esos momentos, no podría soportar que un idio*ta se sentara a su lado y tratara de comenzar una conversación.
Él estaba pasándolo mal y nadie tenía por qué saberlo.
Paula, por otro lado, parecía seguir disfrutando enormemente.
Pedro entornó los ojos.
Pablo, el peluquero que le estaba cortando el pelo, también estaba disfrutando. Pedro  lo veía desde allí, de pie al lado de Paula, sonriendo y riendo con un peine y unas tijeras en la mano. Ella también se reía.
Pedro hizo una mueca. .
¿Qué demonios sería tan gracioso?
Había llevado allí a Paula porque era una de las peluquerías de moda y conocía a Pablo. Los dos iban al mismo gimnasio. Pablo  era un hombre sencillo y con un aspecto de vikingo que seguramente gustaría a muchas mujeres. ¿Cómo no se había dado cuenta de ello antes? ¿Cómo no se le había ocurrido que Pablo no solo cortaría el pelo a Paula, sino que también vería lo guapa que era? Se daría cuenta de que ella no era como las demás mujeres que iban allí, ella era...
-Hola.
Pedro levantó la vista y vió a Paula de pie delante de él. También Pablo estaba allí, pero al principio solo se fijó en ella. Paula llevaba el pelo suelto y sus rizos le enmarcaban perfectamente el rostro.
-¿Qué opinas?
- No está mal -contestó él.
La sonrisa de Paula se apagó.
-Es su respuesta típica -terció Pablo-. La última vez que le gané al squash dijo lo mismo.
Pedro miró a Pablo.
-Te equivocas -replicó Pedro-, fui yo quien ganó. ¿Y desde cuándo los peluqueros son tan simpáticos con sus clientes?
Paula  se sonrojó y Pablo arqueó las cejas. Pedro se sintió como un verdadero estúpido.
-Oh, lo siento. He dicho una tontería.
Pablo soltó a Paula.
-No te preocupes -dijo Pablo-. Yo me sentiría igual que tú si Paula fuera mi novia.
-Pero no lo soy. No soy su...
-Hasta pronto -se despidió Pedro, agarrando a Paula del brazo y llevándosela.

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