sábado, 23 de mayo de 2015

Cuestiones Privadas: Capítulo 36

Pedro frunció el ceño, fijándose en la indumentaria de ella: ¿No le había pedido que se pusiera otra ropa para el cóctel de esa noche?
- A mí no se me ha olvidado nada y te sugiero que no olvides tú tampoco tus obligaciones.
-¿Perdón?
No le estaba pidiendo perdón. No le pedía nada, de eso estaba seguro Pedro por el modo en que hablaba y lo miraba. ¿Qué le había pasado a su comportamiento? ¿Se debía a la nadería que había sucedido en el ascensor o a lo que había sucedido después de la cena con Martín?
- Te pedí que te pusieras ropa adecuada para esta noche.
-¿Esta noche?
-Sí, te dije que había un cóctel al que íbamos a ir, pero ya veo que te has olvidado.
- No lo olvidé, solo que... no puedo ir contigo.
-¿Porqué no?
- No... creo que sea una buena idea.
-Quizá deba recordarte que tienes obligaciones...
-Ya lo has hecho y te aseguro que continuaré cumpliendo con mi trabajo aquí todos los días.
Pedro entornó los ojos.
-Si es una manera de decirme, educadamente, que tus noches son privadas, te sugiero que no olvides que tus días me pertenecen. Y si te pasas la noche de juerga...
-¿De juerga?
- Eso he dicho. Puedes divertirte desde el anochecer hasta el amanecer. Puedes estar toda la noche despierta, si así lo quieres - se dirigió hacia ella con las manos en las caderas y una expresión dura en el rostro-. Pero no esperes que aguante que llegues tarde.
- Ya te he dicho que no he llegado tarde.
-Mi café está normalmente en mi mesa a las nueve.
- Pero solo porque normalmente vengo más temprano.
- Pues ahí lo tienes.
-¿Que tengo el qué?
Pedro  se dio cuenta de que estaba otra vez comportándose como un perfecto id*iota. ¿Qué pasaba si no quería salir con él esa noche? ¿Salir? No, no era salir. Simplemente había pensado en ir con ella a un compromiso de trabajo y quizá tuviera razón. Quizá no era una buena idea...
Se dio media vuelta, fue a su despacho, cerró la puerta e intentó concentrarse en su trabajo.
Diez minutos después, se levantó y abrió la puerta.
Paula  estaba escribiendo en el ordenador.
- Tienes razón.
Ella levantó la vista.
-¿Cómo dices?
-Que tu vida privada es solo asunto tuyo y puedes hacer con ella lo que te dé la gana.
-¿Se supone que tengo que darte las gracias?
- Estoy tratando de disculparme, maldita sea.

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