domingo, 17 de mayo de 2015

Cuestiones Privadas: Capítulo 6

Pero, ¿para qué preguntarse? Estaba segura de que él no lo sabía. Era tan torpe como todos los hombres que había conocido y tan arrogante como la interminable lista de idiotas que habían pasado por su casa, creyendo que sabían perfectamente lo que hacían cuando en realidad eran sus hermanas las que los dominaban... aprovechándose de sus hormonas.
Pedro Alfonso era como esas estúpidas marionetas. Quizá fuera rico y guapo... si te gustaba su aspecto, cosa que a ella no le sucedía... pero era evidente que se dejaba llevar por sus hormonas igual que esos ridículos adolescentes con los que se habían divertido sus hermanas. .
Y los problemas que tenía en esos momentos con la última de sus amantes así lo demostraba Alfonso la había dejado. Cosa que a ella no le sorprendía. Paula se imaginaba que eso iba a suceder desde hacía ya tiempo. Y tenía que admitir que él lo había hecho con su habitual encanto. Un ramo de rosas y una pulsera de Tiffany's, que costaba seis mil dólares y que ella misma se había encargado de comprar. Pero aquella mujer morena no había querido aceptar que él la dejara y no paraba de mandarle regalos ni de llamar por teléfono. Incluso se había pasado por allí para hablar con él.
«He venido a ver a Pedro», había dicho con su dulce voz.
Paula  había tenido que decirle a su jefe a través del interfono que la señorita Carola estaba allí.
«Por favor, Paula, deshazte de ella», le había contestado el señor Alfonso.
A Paula casi le daba pena aquella mujer. Por Pedro desde luego no sentía ningún pesar. Como si no tuviera otra cosa mejor que hacer que solucionar los problemas de él... Ya había tenido suficiente con solucionar los de sus hermanas.
«Paula, ¿estás segura de que Tomás no ha llamado? Oh, Paula, estoy tan triste... Felipe está quedando con otra chica». Y luego, después de que ambas se habían casado, habían esperado que ella siguiera resolviéndoles sus problemas. «Paula, creo que Tomás tiene una aventura. Paula, Felipe no me quiere tanto como antes...».
Sus hermanas no habían aprendido nada, ni siquiera después de sus matrimonios, divorcios y numerosos amantes...
Era ridículo el modo en que las mujeres engañaban a los hombres para luego acabar cayendo ellas mismas en su misma trampa.
Pero eso no era lo que ella buscaba en la vida. ¿Un hombre? Había que aguantar demasiadas cosas por un anillo de boda y unas promesas que duraban lo que tarda en estropearse un trozo de tarta. ¿Y todo para qué?
«Por no estar sola, Paula.Para aguantar esas largas noches de invierno en que crees que te morirías si tienes que acurrucarte otra vez con otro libro...».
Pedro se mordió el labio.

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