Cuestiones Privadas: Capítulo 28

-¡Maldita sea! -exclamó, pulsando de nuevo el botón.
Como si hubiera sido una señal, las puertas se abrieron para dejar salir más invitados que hablaban y reían alegremente. Paula  golpeó el suelo con impaciencia y esperó hasta que se quedó vacío. Luego, entró.
-¿Dónde demonios crees que vas?
Pedro apareció en el momento en que las puertas empezaban a cerrarse lentamente. Puso las manos y las abrió, metiéndose al interior con ella. Estaba enfadado.
Las puertas se cerraron y la cabina, de repente, pareció hacerse pequeña. Muy pequeña.
-Me voy a casa -respondió rápidamente, pulsando el botón de la planta baja.
-¿Te vas a casa o te escapas?
-Estás perdiendo el tiempo si crees que vas a convencerme para que vuelva. ¿Quieres pensar que me estoy escapando? Pues piénsalo.
-No seas tonta -dijo él con calma. Con tanta, que a Paula le dieron ganas de abrazarlo-. Acabamos de llegar.
-¿Y qué?
-Pues que no me apetece irme todavía.
-No te he pedido que te vayas tú también –Paula volvió a pulsar el botón. ¿Por qué iba tan lento ese maldito ascensor? -. Es más, no quiero que te vayas. No cuando parece que te lo estás pasando tan bien.
Pedro arqueó las cejas
- Muy interesante. ¿Quién habría sospechado que la eficiente señorita Chaves tiene los mismos instintos que el resto de las mujeres?
- No sé de qué estás hablando.
-¿No será que estás celosa de Clara?
-¿Se llama así? -Paula se cruzó de brazos y miró fijamente a los números que indicaban la planta donde estaban-. ¿No es un clon de Malena? Es difícil distinguir a tus amigas, ya que todas son altas, de piernas largas y carecen de cerebro. .
-Estás celosa -dijo Pedro, soltando una carcajada.
-¿Celosa? ¿De tus mujeres?
- No tengo ninguna mujer. Además, conozco a Clara desde hace mucho tiempo.
- Por mí como si la conociste hace cien años.
-¡Maldito ascensor! ¿Por qué no se mueve?
- Se está moviendo. De hecho, creo que se mueve demasiado deprisa.
Pedro apretó de pronto el botón de parada. La cabina se detuvo en seco y Paula se chocó contra Pedro. Este la abrazó, pero ella se apartó inmediatamente.
-¿Qué haces?
Paula  se apoyó en la pared de madera de la cabina y se cruzó de brazos.
-Hemos venido para que tú conocieras gente.
-No es cierto -dijo Paula, observando con desesperación las puertas cerradas -. Me has traído para salvarte de un destino peor que la muerte.