sábado, 30 de mayo de 2015

Cuestiones Privadas: Capítulo 67

Continuó nevando durante toda la noche. Pedro y Paula se quedaron dormidos frente al fuego. A mitad de la noche, se despertaron y volvieron a hacer el amor. .
Al terminar, Pedro la llevó a su cama.
Paula se acurrucó contra él bajo el edredón.
Pedro la besó y se quedaron dormidos de nuevo.
Cuando Pedro se despertó una vez más, ya era de día y el cielo, recortado en la ventana, estaba de color azul claro. La tormenta había terminado y eso quería decir que las carreteras principales estarían despejadas.
Pedro miró a Paula, que seguía dormida en sus brazos, y pensó que, de todos modos, no había oído el ruido de la máquina quita nieve.
Eso quería decir que la entrada de su casa no habría sido despejada todavía. Por lo tanto, Paula  y él estaban allí atrapados.
«Una pena», pensó con una sonrisa en los labios mientras apretaba contra sí a Paula.
Esta dio un suspiro, pero no se despertó. Pedro se alegró, porque no quería molestada. Era su primera vez y tenía que estar dolorida por algunas partes.
Pedro se acordó de lo que había sucedido durante la noche. Solo había tenido que besarla para que ella, incluso dormida, separara los labios y respondiera a su beso. «Mmm, Pedro», había dicho. Y él había dicho: «sí, Paula, amor mío». Entonces, los brazos de ella lo habían rodeado mientras había empezado a moverse dulcemente contra él.
Pedro reprimió un gemido, soltó a Paula y trató de apartarse sin molestarla, pero ella no se lo permitió. Emitió un gemido de tristeza y se acurrucó contra él, poniéndole una pierna por encima.
-Paula... ¿Amor mío?
- Mmmm.
No, Pedro no podía. No debía... Ella levantó la pierna un poco más y Pedro contuvo el aliento.
-Gorrión, sepárate un poquito para que...
Paula abrió los ojos. Pedro observó cómo el sueño se borraba de su rostro y un delicado rubor teñía sus mejillas.
-Pedro.
-Sí. No quería despertarte -aseguró, besándola.
-¿Es ya por la mañana?
- Sí. La tormenta ha cesado.
-Entonces, podemos volver a... -no pudo continuar al notar la boca de Pedro sobre sus pechos-... Nueva York.
- Todavía no. Seguimos atrapados por la nieve -¬dijo, levantando el rostro para mirarla.
El deseo había hecho que los ojos de Paula se oscurecieran. Despacio, Pedro se acercó a ella y empezó a besarle suavemente los hombros.
-Pedro-susurró-, Pedro...
-Solo quiero besarte. Aquí y ahora...
Ella gritó y lo agarró del pelo, arqueándose contra él. Pedro gimió y la sujetó muy fuerte mientras la besaba en la boca de nuevo. Paula tembló y se sumergió en una sensación de remolino...
Era ya media mañana cuando Paula se estiró perezosamente.
Sabía que era tarde. El sol llenaba la habitación y se oía cómo caían al suelo las gotas de la nieve que se derretía en el alero de la casa.
Estaba sola en la cama y la puerta de la habitación estaba abierta, de manera que oía la voz de un hombre cantar en la planta de abajo.
Paula  esbozó una sonrisa y se abrazó a la almohada.
Pero, de repente, su sonrisa desapareció y se incorporó, abrazándose las rodillas. La realidad de la mañana hacía que la magia de la noche anterior se perdiera en las sombras.
No había planeado dormir con Pedro ni tampoco enamorarse de él. Pero ambas cosas habían ocurrido y entonces...
-¡Oh, Dios!

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