domingo, 17 de mayo de 2015

Cuestiones Privadas: Capítulo 7

De acuerdo, quizá ella estaba perdiendo su juventud. Quizá sería bonito salir con un hombre de vez en cuando y que alguien te enviara flores como el señor Alfonso. Bueno, en realidad era ella quien se las enviaba a sus amantes. Incluso sería agradable entrar en uno de esos lujosos restaurantes de Nueva York, en vez limitarse a telefonear para reservar mesa para su jefe y su última conquista.
¿Cómo serían esas veladas? ¿Qué se sentiría teniendo a un hombre sentado a tu lado y sonriéndote? Luego, te agarraría la mano y se la llevaría a los labios. Pero, aunque ella quisiera descubrirlo, ¿dónde encontraría un hombre que la llamara? Últimamente había estado ojeando la sección de contactos en la revista Gotham. Solo para divertirse, claro. No podía imaginarse a sí misma contestando un anuncio ni poniendo ella uno. ¿Qué diría?
«Ratoncillo de aspecto normal busca hombre guapo, sexy y excitante; al que le guste establecer relación con una chica vulgar, sencilla y nada atractiva».
No, eso no funcionaría.
«Mujer de aspecto normal está interesada en hombre de aspecto normal. Objetivo: descubrir lo que es una cita porque no ha salido nunca con un hombre. De hecho, no desde la fiesta de final de curso del instituto en que una de sus guapas hermanas hizo que un chico la engañara diciendo que quería salir con ella. Luego todo el mundo se enteró y se río de ella...»
-¿Paula?
De acuerdo, pondría un anuncio. Después de todo, ya no tenía dieciocho años ni era la hermana pequeña de Sofía  y Camila Chaves. Era una chica inteligente, pero nada guapa. Ni tampoco era una de las amantes de Pedro Alfonso, no era una de esas mujeres que tenían un rostro y un cuerpo con el que soñaban todos los hombres. Pero, aun así, podía conseguir salir con algún hombre...
-¿Paula? ¿Estás bien?
Una mano grande y cálida se posó de repente sobre su hombro. Entonces, Paula parpadeó y fijó los ojos en los de su jefe. Este estaba muy cerca y la miraba con el ceño ligeramente fruncido. ¡Y qué ojos tenía! Eran oscuros y profundos. Tan profundos...
-¿Estás bien? Pareces distraída.
-Estoy bien -replicó rápidamente-. Creo que me he resfriado un poco. Eso es todo.
La mano de él bajó hasta su codo.
-Vete a casa y date un baño caliente. Luego, hazte un té;
-De verdad, señor Alfonso...
-He dicho que te vayas -insistió él con una sonrisa en los labios-, o tendré que llevarte yo mismo para obligarte a hacerlo.
Paula no pudo evitar imaginarlo en su pequeño apartamento. El tan alto y fuerte al lado de sus muebles tapizados con cretona. Alfonso sonriéndole, sus manos calientes y suaves desabrochándole la chaqueta de tweed y la blusa de seda. O quizás unas manos no tan suaves, sino fuertes. Hasta incluso duras, rasgándole la camisa y tomándola en sus brazos...

No hay comentarios:

Publicar un comentario