viernes, 27 de noviembre de 2015

Pasión Abrasadora: Capítulo 70

Paula se estiró y cerró los grifos. Salió de la bañera, tomó una toalla y se envolvió el cuerpo con ella. Aún llevaba el colgante que Pedro la había regalado. Una esmeralda y dos zafiros. Los colores de la vida. Sin dejar de sonreír, abrió la puerta.

La habitación estaba vacía.

Por un momento, se quedó paralizada por el miedo. ¿Había sido una completa estúpida al creer que Pedro querría algo más de ella? ¿Que, con el tiempo, la querría por ella misma y no por ser la madre de su hijo?

Solo había una forma de averiguar la verdad.

Descalza, cruzó el pasillo de puntillas. La puerta de la habitación de Pedro estaba cerrada. Paula se mordió el labio, giró el picaporte y entró sin hacer el menor ruido.

Pedro estaba sentado en el borde de la cama, de espaldas a ella, la cabeza entre las manos. Llevaba puestos los pantalones únicamente. La curva de su espina dorsal era la señal de la derrota, desprovista de arrogancia u orgullo.

Paula no podía soportar verlo así.

Paula cerró la puerta con cuidado. Pedro levantó la cabeza al oír el cerrojo. Miró por encima del hombro y se puso de pie al verla.

—¡Paula! —dijo con voz ronca—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Tenía que venir —dijo Paula tragando saliva—. Tengo que saber qué ha ocurrido esta noche con Mariana. Tienes que decirme lo que opinas del hijo que espero.

Pedro apretaba la mandíbula y tenía profundas ojeras. Paula notó que estaba aguantando la respiración. El pulso retumbaba en su pecho. Toda su vida dependía de los próximos minutos. Esperó a que Pedro hablara, rezando por qué no la echara de su habitación.

—Todavía estas mojada —dijo avanzando hacia ella.

—Supongo que sí —respondió Paula sin convicción.

—Y todavía llevas puesto el colgante.

—No consigo quitármelo. El cierre es demasiado pequeño y…

—Mariana vino corriendo a mi encuentro en cuanto me separé de ti en la pista de baile. Había una emergencia. Isabella se había caído por las escaleras y estaba llorando. No podía fallar otra vez después del incendio. Mariana había avisado a un taxi. Así que vinimos a toda prisa hacia aquí mientras ella me contaba los detalles. Hasta que no miré por la ventana, no me di cuenta que íbamos en sentido contrario. Supongo que puedes imaginarte el resto. No había ninguna emergencia. Mariana había planeado llevarme a su hotel y seducirme. Era el primer paso de su diabólico plan.

—Eso fue lo que me dijo Rolando—apuntó Paula—, que iban a su hotel.

—¿Y por eso empezaste a correr por el bosque?

—¿Tú no lo habrías hecho?

—Rolando fue su amante mientras todavía estábamos casados. Sin duda, por los viejos tiempos, le pidió que te dijera eso —señaló Pedro, cada vez más furioso—. Lo siento, Paula. ¿Cómo podías saber la verdad?

Paula recordó el trato frío y distante que Rolando había dispensado a Pedro en la recepción.

—Ahora todo parece encajar.

—Deja que te explique toda la historia. Mariana engañó al conde. Y a Enrique eso no le gustó y decidió no perdonar a su mujer por acostarse con uno de sus mejores amigos. Mariana está demasiado acostumbrada a vivir rodeada de lujo, así que regresó con la idea de casarse conmigo por el bien de Isabella—Pedro se alisó los cabellos—. La dejé en el hotel y regresé a buscarte, pero ya te habías ido. Así que subí a la limusina y regresé a casa. Fin de la historia.

—Marta me dijo que Mariana ya se había mudado y que planeaba casarse contigo otra vez.

—Pobre Paula. Todo el mundo te ha estado engañando.

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