domingo, 22 de noviembre de 2015

Pasión Abrasadora: Capítulo 53

—Estaba demasiado ocupado discutiendo con los controladores aéreos para notar la presencia de las cámaras. Pero no creí que la noticia tuviera tanta repercusión.

Paula  seguía con la mirada puesta en sus manos, mientras recobraba poco a poco el calor en sus dedos.

—¿Por qué no me contaste la verdad acerca de tu viaje?

—Nunca le he hablado a nadie de esto —hizo una pausa y continuó—. La noche del incendio estaba en Venezuela. Puedes imaginarte cómo me sentí. Pero esta vez sabía que Isabella estaría bien. Confío ciegamente en tí,  Paula.

Paula estaba al borde de las lágrimas.

—El día que te fuiste te acusé de ser egoísta y actuar como un mercenario —balbuceó—. Lo siento mucho.

—No podías saberlo.

—Eres un buen hombre, Pedro —dijo mirándolo a los ojos.

—No soy ningún santo, Paula. Una de las razones por las que lo hago es el riesgo, la adrenalina, la necesidad de llegar hasta el límite. Nada demasiado noble.

—Lo único importante es que lo haces.

Pedro le soltó las manos y se movió incómodo.

—No deberías acercarte a mí. Apesto. Allí no había duchas y ni siquiera he tenido tiempo de cambiarme.

—Podemos duchamos juntos —dijo Paula, aguantando la respiración en espera de una respuesta.

Pedro se puso en pie y tiró de ella.

—Veo que llevas puesto tu camisón favorito —dijo sin enseñar sus cartas—. No me lo pones fácil.

—Ya ves —continuó Paula como si Pedro no hubiera dicho nada—, te creo. Creo en tu versión antes que en la de Mariana. Me di cuenta el pasado viernes, cuando te ví en televisión. Lamento haber tardado tanto en comprenderlo.

—Eres demasiado amable —respondió Pedro toscamente—. No sé qué decir.

Con una sonrisa radiante, Paula lo atrajo hacia sí y lo besó en la boca. Paula notó el tacto áspero de la barba en su mejilla. La respuesta de Pedro fue inmediata y de tanta intensidad que no tardó en expandirse por el cuerpo de ella. ¿No había sido esa la razón por la que había aceptado el trabajo? ¿Era posible que Pedro y ella estuvieran juntos?

—Vamos a la ducha —gruñó mientras la mordisqueaba los labios—. Creo que voy a quemar esta ropa.

Pedro la levantó en brazos y cruzó a grandes pasos el dormitorio hasta el cuarto de baño. Había, en una segunda altura, un jacuzzi muy profundo con vistas a un pequeño jardín repleto de pinos. La ducha tenía la base hecha en piedra pulida y cerrada con paneles, con diferentes niveles de presión para el agua. Pedro la dejó en el suelo y empezó a desnudarse. Paula estaba inmóvil, a punto de desmayarse de placer. Cuando finalmente estuvo desnudo, fue hacia ella y le quitó el camisón por la cabeza, bebiendo en cada una de sus curvas con la mirada.

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