lunes, 16 de noviembre de 2015

Pasión Abrasadora: Capítulo 37

—Supuse que ya era hora de que intentara comprarte de nuevo —replicó con una sonrisa.

—No me vendo barato.

—Yo diría que lo necesitas —señaló con un gesto el cuaderno.

—Eres un maldito manipulador.

—Solo me remito a los hechos.

—Te aprovechas de las debilidades de la gente.

—Entonces, ¿admites que tienes problemas? —preguntó con interés.

«Desde luego», pensó Paula, «y uno de ellos está sentado frente a mí ahora mismo. ¡Maldita sea! Por primera vez en dos semanas me siento viva».

La camarera llevó la cerveza a Pedro.

—Salud —dijo a modo de brindis.

—¿Estás ofreciéndome de nuevo el puesto de acompañante de Isabella? —preguntó con monotonía.

—Por el doble de dinero —añadió Pedro.

Paula jugueteó con su copa, haciendo incidir la luz del local sobre el vino. Pedro había sido muy listo esperando hasta que su situación se hiciera insostenible, agobiada por los incidentes de las últimas semanas. Estaba sin recursos y se sentía agotada.

Tenía que dejar el trabajo antes de que la presión pudiera con ella. O bien, dejar a un lado toda su bondad y dejar de preocuparse por la gente.

Su mirada se posó en el cuaderno, donde las cuentas parecían burlarse de su situación. Si decidiera aceptar la oferta de Pedro, en cuatro meses podría ahorrar lo necesario para pagarse el curso. Podía notificarlo en la estación de bomberos con quince días de anticipación. Se había demostrado con creces que podía sobrevivir en un mundo de hombres. Tenía que terminar con un oficio que la estaba llevando al límite de sus fuerzas.

—No aceptaré un contrato superior a cuatro meses —dijo despacio, con el corazón en un puño.

Si hubiera mirado a Pedro a los ojos, habría percibido un destello triunfal en su mirada.

—¿Por qué solo cuatro meses?

—Es el tiempo que necesito para ahorrar el dinero para la matrícula de un curso que quiero hacer.

—¿Qué clase de curso? —preguntó, y después de escuchar una breve explicación, añadió—. Veo que lo tienes todo muy pensado.

—Hace seis meses que quiero dejar el trabajo.

—Nunca me lo has comentado.

—Es cierto.

—¿Hay algo más que no me hayas dicho, Paula?

—Eso tendrás que descubrirlo tú solo —dijo y sonrió a la camarera.

La carne tenía un aspecto inmejorable. Por primera vez en los últimos días tenía apetito. Podía empezar de nuevo. Puso la mejor de sus sonrisas y empezó a comer.

—No sé si llegaré a comprenderte algún día —dijo Pedro.

—Me contratas para cuidar de Isabella, no para cuidarte a tí.

—¿Cuándo podrías empezar?

—En un par de semanas.

—¿Qué vas a hacer con el apartamento?

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