domingo, 1 de noviembre de 2015

Dulces Sueños: Capítulo 68

Podía decir que estaba pasando con Pepe los mejores días de su vida, el lugar donde estábamos era mágico, el mar era maravilloso y más cuando se está con la persona que se ama…
Lo que le gustaba de verdad era olvidar de todos los problemas que tenía al llegar en su casa, de las grandes confusiones que debería resolver. Extrañaba demasiado a mis hijas, pero sabía que estaban con Victoria y no había persona mejor para cuidarlas.
-Hoy es nuestro último día acá. – dijo Pepe acariciándole el pelo.
Recién habían despertado, o más bien, descansado, habían quedado toda la noche despiertos haciendo el amor, no saciaban, cuanto más lo hacían más ganas tenían, y eso era una linda prueba de amor. Los ojitos de Pau abrieron de par en par al escuchar la voz de Pepe, le sonrió dulcemente, la verdad por más que no había dormido estaba perfecta, con él era imposible cansar.
Perdía en sus ojos y encontraba una paz increíble, se dieron un piquito y Pau volvió a cerrar los ojos, el sol entraba por la ventana, pero era tan agradable sentirlo que podía estar ahí acostada todo el día.
-¿No tienes calor corazón? – preguntó Pepe a Pau, ella solamente negó con la cabeza. - ¿Tienes sueñito verdad?
-Chi, mucho. – su voz era de nenita, y eso dejaba a Pepe más que loco.
-El día está bellísimo mi amor. – comentó Pepe levantándose de la cama y abriendo aun más las ventanas. – El sol más brillante que nunca y el agua nos espera abajo.
El hotel donde estaban era muy fino, totalmente tropical, seguro Pau no había pago nada poco en todo ese viaje, pero él ni siquiera quería saber, no podía imaginar que ella había hecho todo eso, pero lo que importaba de verdad era que ella estaba feliz y podía ver en sus ojitos eso, los dos estaban disfrutando mucho, a parte, en esos cuatro días que estuvieron allá él no la escuchó hablar de su hijita perdida y eso le hacia bien, por lo menos en ese tiempito había olvidado sus problemas, aunque sea por un instante.
Él volvió a acostarse al lado de Pau que lo miró de reojo y volvió a cerrar los ojos, tenía una sonrisa picara en la cara, sabía que si Pepe la tentaba no dudaría ni una vez en volver a hacer el amor con él. Estaba adicta a Pedro y eso no estaba para nada mal, quizás ahora con tanto sexo podían encargar a un bebé, que era su sueño.
-¿Y esa carita? – le preguntó él acomodándose arriba de Pau y besándola por toda la cara. – Mmmm, sé que no estás durmiendo señora Alfonso– ella empezó a reír. - ¿Te gusta eso de señora Alfonso verdad?
-Me encanta. – por fin abrió los ojos y se miraron fijamente, perdiéndose en la mirada del otro, era mágico sentir amada, sentir querida, y también amar y querer. – Quiero estar todo el día contigo acá.
-¿No quieres ir a la playa hoy? – preguntó él sorprendido, porque todos los días era ella que despertaba primero para ir a la playa, y ahí quedaban todo el día.
_-Quiero estar contigo en esa recamara, y solo salir para cenar, nada más.
-Mmmm, eso me parece interesante. – le dio un piquito. - ¿Y cuando volvemos para nuestro mundito normal y sin chiste? – los dos rieron, mientras que Pepe  volvía a levantarse porque ya la estaba aplastando.
-Mañana tempranito, solo tenemos hoy mi vida. – suspiró hondo sin dejar de mirarlo. – Todavía me cuesta creer que ya estamos casados y que… - se detuvo mirando a la hermosa figura de Pepe. - ¿Por qué no pusiste una ropa cochinito?
-Si pongo ropa pronto la tengo que sacar, mejor me quedo desnudo, porque sé donde terminaremos en un rato. – Pau se echó a reír, era cierto, él tenía razón, a parte, ella estaba bajo las sabanas, pero tampoco estaba con ropa. – Tú también estás desnuda ¿O no sabes? – él se acostó a su lado.
-Pero desperté ahorita. – dijo con voz de bebé haciendo pucheritos. – Y bueno, te doy la razón, ya en un rato nos vamos a amar, no necesitamos ropa.
-Chi, estamos solos. – se acercó más sus labios a los de ella, besándola con pasión, con deseo, intensamente, mientras sus manos acariciaban sus pechos arriba de las sabanas. – En casa no vamos a tener esa misma comodidad, de andar desnudo por la casa, de hacer el amor a la hora que nos de la gana, tampoco en gritar como lo haces tu cuando estás explotando.
-Pero será hermoso igual… - le dio un piquito ella. – No tendremos todo el día, pero toda la noche y al despertarse, a parte, podemos dejar nuestros bebés con alguien mientras vamos a un motel por la semana jajajaja.
-Que cochinita me saliste.
Eso era nada más que amor, ella se volteó quedando arriba de Pepe, solo les separaba una sabana fina, pero él al acariciarle la espalda sintió que podía tocarle la piel, sus caderas y hasta si llegara más profundo podría tocar cosas que la dejaría completamente loca. Comían los labios uno del otro, exploraban sus cuerpos con las manos, diseñando las siluetas…
-Podría estar siglos haciéndote el amor. – le susurró Pepe al oído. – Te amo chiquita, eres mi vida.
-Yo también te amo. – otra vez unieron sus labios, empezaron con las caricias y en pocos minutos la sabana fue para el suelo.
La cama era demasiado chica para los dos, bueno, todo allí era chico para los dos, necesitaban espacio, necesitaban sitios distintos para hacerlo, los labios de Pepe en los pechos de Pau, succionando cada uno de sus pezones roseados, acariciándola como loco y haciéndola gemir como tanto le gustaba. ¿Y las pompas de Pedro? Bueno, eran las más hermosas del mundo para Paula, no podía dejar de apretarlas, de contemplarlas, quizás ahí era una de las partes que más le gustaba, y si lo era.
Pau dejó las pompas de Pepe y fue acariciar a su miembro, acariciando entre sus piernas, entre sus testículos, escuchando sus gemidos, necesitaba llevar sus labios allá, pero él la detenía antes, porque estaba aun disfrutando de sus pechos, de su cuello, de su aroma.

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