miércoles, 18 de noviembre de 2015

Pasión Abrasadora: Capítulo 44

—Por el dinero. Eso fue lo que dijiste. Doce mil dólares.

Pedro tenía razón.

—Llegarás tarde a esa reunión —recordó con voz neutra.

—Paula, yo… —se interrumpió—. Seguro que lo haces bien. Puede que Isabella tarde un poco en abrirse, pero todo llegará. Estás en tu casa.

Dió media vuelta y se marchó. Paula sentía las rodillas como papel mojado y tuvo que sentarse en el borde de la cama. ¿Si no la deseaba, por qué la había besado? Quizás solo para reafirmar su dominio. Y si, por el contrario, la deseaba, ¿por qué razón insistía tanto en el hecho de qué no estaba allí como su amante?

Nada tenía demasiado sentido.

Finalmente, optó por deshacer las maletas y eso la calmó. Caminó sobre la alfombra china que unía los dos lados de la habitación. El mobiliario era de madera de pino encerada. La colcha jugaba con los matices del rosa y del verde, en una exquisita mezcla realzada en dos jarrones de cristal adornados con ramos frescos de peonías. Y el baño era el último grito, con todos los accesorios dorados y un jacuzzi.

Cuando bajó las escaleras, Paula se encontró con Marina, acompañada del resto del servicio y los jardineros. Todos hicieron gala de una correcta amabilidad, sin excesos, e hicieron todo lo posible para que se sintiera a gusto. Entonces llegó Isabella. La pequeña dejó el chubasquero y las botas en el porche y miró a Paula a través de sus enormes pestañas.

—Papá dice que vas a vivir con nosotros los próximos cuatro meses.

—Así es. Después voy a hacer un curso de ayudante de veterinario para curar a los perros y a los gatos enfermos.

—Yo quiero un perro. Pero papá dice que todavía soy muy pequeña.

—¿Qué clase de perro?

La discusión sobre perros, gatos y caballos se prolongó durante la comida, en un coqueto comedor con vistas a un huerto vallado. La niña seguía desconcertando a Paula, con esa mezcla de buena educación y de recelo. Seguramente, era un mecanismo de auto protección. Pero, ¿por qué?

Después de clase, jugaron juntas en la nieve. Y Paula ayudó a Isabella a modelar un enorme muñeco de nieve, al que pusieron una zanahoria por nariz y unos guijarros hicieron las veces de los ojos. Isabella estaba acalorada cuando entraron y cenó con verdadero apetito. Luego Paula la ayudó a bañarse y leyó un poco de entre un montón de libros. Isabella no tardó en cerrar los ojos.

—Que duermas bien, Isabella —dijo Paula en voz baja—. Si me necesitas, estaré en la habitación de al lado.

—¿Cuándo llegará papá?

—Dijo que llegaría tarde.

—Buenas noches.

Isabella se acurrucó en la cama y apoyó la mejilla en el cuerpo de Plush, su osito de peluche. Paula estuvo a punto de romper a llorar. Apagó la luz y salió del cuarto. Entró en su habitación y abrió el grifo de la bañera. Era más que probable que se encariñara con Isabella. Y no tenía ni idea de cómo combatir ese sentimiento. Pero sí sabía que no saldría de su habitación. No quería forzar un encuentro con Pedro.

Seguía teniendo un retraso de diecisiete días.

A la mañana siguiente, cuando Paula bajó a desayunar, Pedro e Isabella estaban sentados a la mesa. Uno bebía café y la otra devoraba galletas de avena. Pedro vestía un inmaculado tres piezas y una corbata estampada de seda. Levantó la vista cuando Paula hizo su entrada.

—Buenos días —saludó con excesiva formalidad—. Estaba diciéndole a Isabella que hemos tenido un problema en Singapur y debo partir inmediatamente. Volveré a mediados de semana.

Ocultando el alivio que sentía, Paula aparentó estar tranquila y tan relajada como él. Podría ir tranquilamente a la farmacia el lunes, mientras Isabella estaba en la escuela. Y aún le quedarían dos días para asimilar los resultados del test antes de volverlo a ver.

—Espero que no sea nada grave —apuntó Paula.

—Nada que no se pueda arreglar —puntualizó—. Por cierto, han estrenado la última película de Walt Disney e Isabella se preguntaba si podrías acompañarla.

—Por supuesto —afirmó con la mejor de sus sonrisas—. Me encantaría ir.

Pedro sacó un fajo de billetes de la cartera.

—Esto es un adelanto de tu primera paga —dijo desapasionado—. Y esto es dinero para gastos, como el cine. No tienes que rendirme cuentas.

Ella era una empleada más. El mensaje estaba claro. Paula guardó el dinero en el bolsillo.

—Gracias.

—Le dejaré dicho a Marcela cuándo regreso. Tengo por costumbre llamar a Isabella todas las noches antes de que se acueste, si estoy fuera. Te agradecería que te aseguraras de que Isabella  está despierta cuando llame.

—Descuida.

Mientras se servía un poco de ensalada de frutas, Paula procuró apaciguarse. Podía odiar recibir órdenes de Pedro, pero había aceptado el trabajo después de todo. ¿Y no demostraba esto, una vez más, lo buen padre que era Pedro?

—El jueves nos dan las notas —dijo Isabella—. Estoy casi segura de que voy a sacar todo sobresaliente.

—Tendremos que ir a celebrarlo al McDonalds —sonrió Pedro, sin incluir a Paula.

Paula cortó por la mitad un croissant y untó mermelada casera de albaricoque, haciendo verdaderos esfuerzos por ver el lado positivo de las cosas. No sentía náuseas y tenía apetito. Así que era posible, solo posible, que no estuviera embarazada. El lunes lo sabría. No tendría que esperar más.

Después de irse Pedro, Paula mantuvo ocupada a Isabella a propósito. Y tuvo la sensación que la barrera que se interponía entre ellas dos empezaba a desaparecer. Isabella quería hablar de la película después de la proyección, algo que Paula hacía a menudo. Cuando Pedro telefoneó, a las siete y media en punto, Paula escuchó a Isabella repetir su nombre varias veces.

Pedro no quiso hablar con ella. Y Paula se alegró de que así fuera. No tenía nada que contarle. ¿O quizás que en poco más de un día sabría si estaba esperando un hijo suyo?

3 comentarios:

  1. Buenísimos los 5 caps. Ya está embarazada??? Qué despelote se va a armar jajajajaja

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  2. Qué capítulos! y los que se vienen!!! Cómo reaccionará Pedro si es cierto que está embarazada!

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  3. Muy buenos! Ya quiero saber si esta embarazada (seguro que si) y como siguen!
    Va a ser difícil separarse de Isabella después!

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