miércoles, 25 de noviembre de 2015

Pasión Abrasadora: Capítulo 65

—¿Y si no quiero?

—Creo que quieres… sé que quieres. Mira, deja que te explique algo muy despacio.

Paula tomó aire para expulsar lo que llevaba dentro.

—Yo no soy una opción válida, Pedro. Nunca lo he sido y nunca lo seré.

—¿Seguro que estás diciendo la verdad, Paula? —respondió Pedro con frialdad—. Piénsalo bien antes de darme una respuesta.

Pedro la había concedido una oportunidad inmejorable. No tenía elección, porque estaba esperando un hijo suyo.

—Sí, es la verdad —concluyó con firmeza—. Mañana se lo diré a Isabella y me marcharé lo antes posible.

—De acuerdo —aceptó Pedro, y tomó el camino de la salida.

Paula lo siguió con la mirada. Era como si se hubiera convertido en piedra allí mismo, en el centro de la pista de baile. Pedro ya no volvería. Iría directamente al encuentro de Mariana. Y ella lo recibiría con los brazos abiertos.

Lo había hecho. «Y menudo sitio para asimilar que tienes el corazón roto», pensó apenada.

Empezó a sonar otra canción. Corrió hacia el servicio de señoras, esta vez para buscar el bolso. Comprobó que tenía suficiente dinero para regresar a casa de Pedro en taxi.

Eso haría. Por la mañana le diría a Isabella que tenía que marcharse. Una despedida corta y un nuevo comienzo.

Podía hacerlo. Al fin y al cabo, era famosa por su valentía y arrojo.

Pero prefería enfrentarse a un almacén en llamas lleno de explosivos antes que a Isabella o Pedro. Y esa sí era la verdad. Habían pasado quince minutos. Paula se sentía diez años más vieja. En poco más de doce horas estaría de vuelta en su apartamento. En poco más de una semana, con un poco de suerte, estaría camino de otra ciudad.

Eso era lo que tenía que hacer.

Pálida como un fantasma, regresó al bullicio de la fiesta. Los anfitriones deberían estar encantados. La fiesta era un éxito. Solo tenía que encontrar un teléfono para pedir un taxi.

—¡Hey! ¿Me buscas a mí? —dijo Rolando.

—Rolando, ¿podrías pedirme un taxi? —dijo Paula con urgencia—. Me duele la cabeza, pero no quiero que Pedro sepa que me marcho.

—Oh, no creo que eso sea un problema —respondió Rolando—. Mariana y él acaban de marcharse en taxi. Creo que iban al hotel de Mariana.

Por un momento, la habitación empezó a moverse. «No puedo desmayarme ahora», pensó Paula, haciendo un esfuerzo.

—¿Podrías llamar a un taxi? ¿Por favor?

—Claro, la verdad es que no tienes muy buen aspecto. ¿Te importa si yo me quedo?

Rolando estaría acompañado de otra belleza en menos de media hora, mientras que Paula solo deseaba estar a solas.

—Claro que no —sonrió Paula.

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