viernes, 27 de noviembre de 2015

Pasión Abrasadora: Capítulo 69

—Por el bien de Isabella, desde luego.

—No voy a casarme con Mariana, ni ahora ni nunca. Una vez es suficiente, gracias —dijo mientras la arrastraba por el codo—. No me casaría con ella ni por el bien de Isabella ni por el mío. Isabella  te quiere a tí, Paula. Su madre es una perfecta desconocida. ¿Dónde guardas ese camisón que tienes desde los diecisiete años? Este es el momento de ponérselo.

No iba a casarse con Mariana.

—¿Es eso cierto, Pedro? —murmuró Paula.

Pedro se paró en seco en lo alto de la escalera. Paula sintió todo el peso de la certeza en las palabras de Pedro.

—Puede que alguna vez te haya ocultado algo sin querer, pero nunca te he mentido adrede. Sí, es la verdad. No estoy enamorado de Mariana y no tengo la menor intención de casarme con ella.

Paula asintió con la cabeza y empezó a temblar de nuevo. De pronto, Pedro la levantó en volandas entre sus brazos.

—Tenía todo bajo control hasta que apareciste —dijo con la boca seca—. Había elegido mi camino, libre de mujeres, y era feliz así. Hasta que conocí a una chica bombero morena y de mucho carácter. Y eso me hizo perder los papeles. ¿Puedes explicármelo?

Ella no podía. Estaba demasiado ocupada luchando por no hundir el rostro entre los pliegues de su gabardina y sollozar. Pero no podía hacer eso. Aún no.

Pedro la dejó junto a la cama y fue al cuarto de baño a llenar el jacuzzi. Al regresar, la encontró exactamente en la misma posición en que la había dejado.

—He encendido la calefacción en el baño —dijo con tranquilidad—. ¿Dónde tienes el camisón?

—En el segundo cajón de la cómoda.

Pedro lo encontró y lo tiró sobre la cama. Se acercó a Paula y le bajó la cremallera de la cazadora. Ese gesto despertó en ella un montón de recuerdos. Paula se estremeció.

—Me odias, ¿verdad? Ni siquiera soportas tenerme cerca.

¿Cómo podía responder a algo así? Paula bajó la cabeza.

—Ya no sé lo que siento.

—Es mejor que tomes ese baño —dijo Pedro—. Cuando hayas entrado en calor te resultará más fácil dormir.

Hablaba sin emoción. Actuando como un autómata, Paula se bajó del todo la cremallera, le entregó la cazadora empapada y se fue al baño, sin olvidar el camisón. Cerró la puerta tras de sí, terminó de desnudarse y se metió en la bañera.

El agua caliente la relajó. Abrió los chorros a presión, se sumergió y flotó indolente sobre el agua. Poco a poco fue entrando en calor. Y eso trajo de nuevo a flor de piel las emociones y la necesidad de conocer la verdad.

Tenía que saber qué había ocurrido esa noche. Pedro no amaba a Mariana y no quería casarse con ella. Pero no tenía porqué significar que estuviera enamorado de ella, de Paula. Aun así, su aparición había provocado un verdadero cisma en la vida de Pedro.

¿Valía la pena luchar por él?

¿No era esa la pregunta? No se trataba de Mariana. Ni siquiera del niño que llevaba dentro. Se trataba de ella, de Paula. Y de Pedro, también. Porque ella amaba a Pedro con todo su corazón. Desde siempre.

Sin salir de su asombro, Paula se fijó en las burbujas del agua caliente y descubrió que estaba sonriendo de pura alegría. ¿Por qué le había costado tanto admitir un hecho tan innegable? ¿Había sido su amor oculto el que la había impedido decirle que estaba embarazada? ¿Para no engañarlo más acerca de algo que era de vital importancia para ambos?

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