lunes, 9 de noviembre de 2015

Pasión Abrasadora: Capítulo 13

—De no haber sido yo, la hubiera sacado David o cualquier otro —apostilló—. ¿Por qué no me llevas junto a Isabella?
—Sí… Marcela, el ama de llaves, está con ella. ¿Qué llevas en la bolsa?
—Ya lo verás.
—Dame el abrigo.
Paula se quitó la chaqueta de lana antes de que Pedro pudiera tocarla.
—Veo que no has olvidado lo ocurrido.
—No va a volver a ocurrir —señaló Paula con firmeza.
—Ni aquí ni ahora, desde luego.
—En ningún sitio. Nunca.
—¿Me estás desafiando?
—Llévame con Isabella, Pedro.
—No he llegado hasta aquí sin correr riesgos. No lo olvides.
—Yo también me arriesgo. Pero elijo cuándo y cómo.
—¿Crees que persigo a todas las chicas disponibles?
—Y a otras que no lo están. Yo, por ejemplo.
—¿Es que estás saliendo con David?
Podía mentir, pero nunca se le había dado bien. Además, había tardado demasiado tiempo en contestar.
—Esa pregunta no tiene una respuesta sencilla.
—Yo creo que no —afirmó Pedro con orgullo—. No después de cómo me besaste esta mañana.
—¿Puedo saber con cuántas mujeres sales en este momento?
—Desde un punto de vista platónico, con más de una. Pero no tengo una amante, si te refieres a eso. Hace tiempo que estoy solo.
Pedro no le quitaba los ojos de encima. Paula notó cómo se le aceleraba el pulso.
—¿No pretenderás que me crea eso?
—De hecho, sí.
—Pues me temo que no estás de suerte.
—Los medios de comunicación sacan una aventura de un apretón de manos. No deberías olvidarlo.
—Donde hay humo, hay fuego —replicó sin perder la calma.
Pedro  recibió esa respuesta con una franca carcajada.
—No debería discutir con una experta. Pero no hay fuego sin un poco de química que haga saltar chispas. Hasta que te he visto, no he tenido esa sensación con nadie.
Una imagen del pasado que nunca había podido olvidar reapareció en la mente de Paula: Pedro y Mariana, abrazados en el jardín trasero de la casa de Outremont, besándose con auténtica pasión. Aquella visión había hecho añicos sus sueños de juventud.
—Mariana y tú tenían química.
—Al principio, sí.
—¿Así que no dura siempre?
—No, si no hay una base que lo sustente.
— A no ser que alguno de los dos emplee su química en otra parte —dijo Paula  en tono acusador—. Claro que no debería discutir con un experto.
—¡Escúchame un minuto! Soy un hombre muy rico. Eso me da poder y ese es un valor muy apreciado en nuestra sociedad. Es cierto, atraigo a muchas mujeres. Continuamente. Pero, al igual que tú, yo también elijo con quien quiero estar. Lo que no cuesta conseguir no siempre interesa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario