domingo, 8 de noviembre de 2015

Pasión Abrasadora: Capítulo 12

Eran las cuatro en punto cuando el taxi llegó a la entrada de la casa de Pedro. La puerta enrejada estaba abierta y daba paso a un camino bordeado por una hilera de abedules y encinas de hoja perenne, en cuyas ramas reposaba la nieve. Era un bosque a pequeña escala en el corazón mismo de la ciudad. Paula bajó frente a la entrada principal de la casa. Aunque no era precisamente una casa, sino una mansión.
No había comparación con su mundo.
La noche del incendio no había tenido tiempo de fijarse. Ahora lo miró todo con más detenimiento. Pese a la hierba pisoteada y el andamio colocado junto al ala dañada, era una casa preciosa. Tenía forma de herradura. El primer piso era de piedra. El segundo estaba cubierto con planchas de madera de cedro. Había azaleas y rododendros en la parte delantera. Y la nieve inmaculada cubría, en la parte posterior, un jardín rodeado de pinos. Había una casita de madera en lo alto de un arce, mientras un pequeño estanque se había reconvertido en pista de patinaje. «Todo para Isabella», pensó Paula, mientras admiraba la puesta de sol que arrancaba destellos anaranjados en las ventanas de la casa.
Era una mansión muy acogedora.
No concordaba con la idea que tenía acerca de Pedro Alfonso.
Cargó la bolsa de trabajo en el hombro sano, subió la escalera principal y llamó al timbre. Casi al instante, Pedro abrió la puerta.
—Entra, por favor —dijo muy formal—. Le he dicho a Isabella que no tardarías en llegar.
Llevaba unos pantalones negros y un jersey azul. «Ningún hombre debería estar tan atractivo», pensó Paula. «No es justo». Tenía las facciones demasiado marcadas para considerarlo guapo. Era la energía interior que desprendía lo que lo hacía irresistible.
—Hola, Pedro. Me alegro de verte —respondió Paula con absoluta neutralidad.
El vestíbulo de la entrada, con el suelo de roble, estaba pintado de amarillo. Una escalera de caracol subía hasta el segundo piso. Una ecléctica colección de pintura moderna llamó inmediatamente su atención. Formaba un curioso y atrayente mosaico de colores. A través de la ventana podían verse las ramas de una higuera, de donde sobresalían cuencos de arcilla con amarilis en plena floración.
Color, calidez, bienvenida. La única nota discordante era el olor a tabaco. Paula, desconcertada, dejó escapar un largo suspiro.
—Esto es precioso.
—¿Qué esperabas? ¿Un foso a la entrada y flechas envenenadas?
Pese a sentirse turbada. Paula no dejó de mirarlo a la cara.
—¿Dónde está Isabella? —preguntó.
—En el ala reservada para los invitados. La policía acordonó la parte del incendio, así que hemos tenido que improvisar un cuarto de juegos. Muchos de los juguetes de Isabella se quemaron.
Pedro apretó los labios con fuerza antes de seguir.
—Estaba abrazada a su peluche favorito cuando la encontraste… no se desprende de él por nada del mundo. Todavía apesta a humo y estoy seguro que le recuerda lo ocurrido, pero…
—Su osito Plush —recordó Paula—. Me dijo cómo se llamaba cuando la sacaba del desván.
Por un momento, la mirada de Pedro reflejaba todo el tormento por el que estaba pasando.
—El jefe de bomberos cree que se produjo un cortocircuito. El ama de llaves y su marido dieron la alarma. Viven justo detrás de la casa. Aquella noche tenían invitados. La canguro se tomó varios analgésicos para combatir el dolor de cabeza. No se enteró de nada. De no haber sido por tí. Paula…
Paula  apenas podía soportar aquella mirada. Haciendo un verdadero esfuerzo, llevó las manos a la espalda. Pero su más ferviente deseo era acariciar a Pedro y tratar de aliviar su dolor.

3 comentarios:

  1. Lindísimos los 7 caps Naty, cada vez más linda esta historia.

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  2. Muy buenos capítulos!!!! que difícil le va a ser resistirse a Paula teniéndolo tan cerca!

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  3. Me encanta la nove!! Geniales los siete capa!

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