lunes, 16 de noviembre de 2015

Pasión Abrasadora: Capítulo 39

—¿Ha terminado, señora?

La camarera estaba de pie junto a la mesa.

—Sí, gracias —acertó a decir Paula—. No tomaré postre, solo café.

—Yo tomaré lo mismo —añadió Pedro. La camarera apuntó el pedido y desapareció—. Pareces disgustada. Paula.

—Tengo miedo —susurró—. Y no me asusto fácilmente.

Pedro apretó el cuchillo que sostenía en la mano. Luego lo soltó y tomó en su mano la mano de Paula.

—Todo irá bien —aseguró—. Ya lo verás.

Paula reconoció el calor que irradiaba la mano de Pedro, los dedos largos y fuertes. Notó como el deseo se abría paso a través de su brazo hasta alcanzar todo su cuerpo, igual que un cazador acecha a su presa.

—¡No puedo vivir en tu casa, no puedo! —gritó con desesperación—. Es una locura.

—¿Leche y azúcar, señora?

La camarera había servido el café.

—Sí, por favor.

Después entregó la cuenta a Pedro y se retiró con una sonrisa. Pedro esperó hasta que la camarera se hubo alejado lo suficiente.

—Odias el suelo que piso, ¿verdad?

«¿Es eso cierto?», se preguntó.

—No importa lo que sienta por tí —respondió con la misma frialdad que él—. Mi única preocupación en los próximos cuatro meses será Isabella. Por cierto. ¿Verá a su madre en algún momento?

—Mariana puede pasar a verla siempre que quiera.

—Esa no es una respuesta.

—Pues es la única que vas a conseguir.

El café sabía a matarratas y Paula se sintió exhausta. Abrió el monedero y dejó un billete sobre la mesa.

—Te veré dentro de dos semanas.

—El viernes, a las ocho y media. Tengo una reunión a las diez.

La música, demasiado alta, le martilleaba la cabeza. El ambiente estaba demasiado cargado y sintió mareos. Se levantó y se puso el abrigo.

—Puede que emigre a Mongolia —anunció—. ¿Crees que a los yaks les gustará mi vestido?

—Cualquier animal que tenga un dedo de sangre apreciará ese vestido —dijo Pedro—. Resulta que soy el dueño de Air Mongolia, así que no tienes más que indicarme qué servicio deseas.

—Solo podría permitirme viajar a Mongolia como polizón —admitió Paula—. Buenas noches, Pedro.

—Ya nos veremos, Paula—y Pedro la despidió con una sonrisa que logró hechizarla y enfurecerla a partes iguales.

Salió al frío intenso de la noche. Estaba muy cansada. Pero no estaba lista para volver a casa. De pronto, decidió ir a visitar a Marta y contarle lo de su nuevo trabajo. Era mejor que enfrentarse a los platos sucios del fregadero, o sentarse en el sofá delante de una montaña de ropa sin planchar, pensando en Pedro. Paula se puso los mitones y caminó a buen paso.

Estaba próxima a la parada del autobús cuando una voz de hombre la llamó. David estaba en la acera de enfrente, haciendo señas. Cruzó entre los coches con exagerada alegría.

—Hola —dijo, mirando la escayola—. ¿Qué tal el brazo?


—Me han destinado a administración durante un mes. Ya sabes lo que me gusta rellenar informes. ¿Te apetece un café?


Cinco minutos más tarde estaban sentados en el Café de la zona, donde tocaban jazz y el café estaba bastante bueno. Charlaron un rato.


3 comentarios:

  1. Qué buenos los 4 caps!!!!! Me encanta esta historia. Hueso duro de roer Paulita jajajaja

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  2. Uff que vueltera Pau! Pedro no para eh!!
    Me enganche con esta novela, esta muy buena. ;)

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  3. Muy buenos capítulos!!! se hace la dura Paula y en cuanto conviva con él va a aflojar en seguida! :)

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