domingo, 29 de noviembre de 2015

Romance Otoñal: Capítulo 2

Ni siquiera había traído impermeable. Todo lo que tenía era una chaqueta de género, adecuada para el caluroso verano de la ciudad de Oklahoma, pero totalmente inadecuada para hacer frente al terrible viento y a la lluvia que en ese momento castigaba al pequeño vehículo sin piedad. Paula tenía dos alternativas: o bien se quedaba sentada en su automóvil hasta el amanecer, o bien salía en busca de ayuda.

Juntó coraje para enfrentar la terrible batalla que la aguardaba fuera del vehículo. Abrió la puerta sólo para observar oscuras olas de agua inundando el vidrio trasero.

— ¡Maldita sea! —farfulló mientras cerraba otra vez la puerta con un rápido movimiento.

Si salía del vehículo en ese momento, se mojaría los zapatos y el agua le llegaría hasta las rodillas, hecho que haría de su caminata una experiencia mucho más desagradable de lo que ella se había imaginado, irritada, Paula se quitó los zapatos y remangó sus jeans hasta las rodillas. Colocó los zapatos bajo su chaqueta, sujetándolos entre el brazo y las costillas. Colgó su bolso del otro hombro, abrió rápidamente la puerta y salió, tratando de que el agua no entrara al auto.

El agua le llegaba justo por debajo de sus remangadas botamangas hasta que llegó a la parte más alta del declive, donde la lluvia dibujaba veloces y superficiales remolinos sobre la lodosa superficie del camino, Paula trató de cubrirse la cara lo más que pudo para tratar de ver hacia adelante mientras que con pasos presurosos, se dirigía hacia la casa que había pasado antes. Ella misma trataba de alentarse pensando en lo agradable que habría sido aquella experiencia de haber tenido sólo diez años y no veintisiete.

Por fin, entre la oscuridad de las copas de los árboles que se agitaban sobre una colina ubicada frente a ella, Paula descubrió un brillante haz de luz. Había comenzado a felicitarse por haber llegado a su objetivo cuando... un estruendoso ladrido la paralizó. Con una expresión de profundo temor en sus ojos trató de descubrir al animal que con tan poca hospitalidad acababa de recibirla.

Poco después, alcanzó a discernir una enorme y renegrida figura encaminada directamente hacia ella, con las patas tiesas y emitiendo lentos aullidos que estaban muy lejos de ser alentadores. Paula soltó un gemido y rápidamente, dio un paso hacia atrás. En ese mismo momento, notó que estaba perdiendo el equilibrio en el borde de un profundo pozo. Luego, con un chirrido de sus huesos, aterrizó justo en medio del hoyo lleno de agua. Un segundo después, mientras trataba desesperadamente de incorporarse nuevamente lista para emprender la batalla que la aguardaba, oyó a lo lejos un silbido. Observó que, en respuesta, el enorme animal levantó su cabeza.

Paula permaneció tiesa, implorando que el perro obedeciera a su dueño y la dejara en paz. Alcanzó a discernir que se trataba de un perro, lo que para ella constituía todo un alivio puesto que había pensado que era un coyote que había decidido satisfacer su apetito con ella. Pero aquello era definitivamente un perro, uno muy grande y de muy mal carácter. El animal le gruñó una vez más en señal de hostilidad y luego se alejó rápidamente, rumbo a la casa. Paula se sintió profundamente agradecida al comprobar que el animal había sido tan hábilmente adiestrado.

Paula se encaminó hacia la casa con extrema cautela, segura de que en cualquier momento aparecería el perro trotando hacia ella, por entre medio de los árboles mojados y torcidos, mostrándole los colmillos, con su hostilidad intacta y listo para retomar su actividad en el punto justo donde la había abandonado anteriormente.

Finalmente, llegó hasta el cerco que rodeaba la casa. Desde las ventanas se observaban luces que brillaban en medio de aquella oscuridad.
Enderezó sus hombros e inspiró profundamente. Se aproximó a la puerta y levantó el puño para golpear, con fingida valentía, los paneles de madera de la misma. Dio un paso hacia atrás para enfrentar cualquier tipo de recepción que le brindaran. Ya nada podía detenerla ya que sin duda, los ocupantes de aquella casa tendrían un teléfono y le permitirían utilizarlo.

Se sintió desconcertada al notar que su llamada no recibió ninguna respuesta. No lograba oír ningún ruido proveniente del interior de la casa pero, obviamente, el sonido del viento y de la lluvia se lo impedían. Pero... alguien le había silbado al perro y por más Noche de Brujas que aquella hubiera sido, Paula no estaba preparada para admitir la idea de que un fantasma vivía allí.

Paula  volvió a insistir, esta vez golpeando más fuerte y durante un período más prolongado. Como tampoco recibió ninguna respuesta, decidió abandonar la puerta delantera y dirigirse hacia la parte posterior de la casa. Estuvo a punto de hacerlo cuando oyó que la puerta se abría y aparecía una réplica del mismo demonio, con cabellos castaños y barba. Allí, de pie, la observó con la misma expresión de hospitalidad en su sombrío rostro que su perro le había demostrado anteriormente.

— Ho-la —murmuró ella con una sonrisa temblorosa—. Sé que usted no esperaría recibir visitas y... como podrá observar, yo tampoco llevo la vestimenta adecuada para un evento social, pero necesito ayuda. ¿Usted tiene teléfono?
— Bueno, bueno —dijo él, con un tono de voz al cual ella calificó definitivamente como despectivo—. Algunas de ustedes son capaces de intentar cualquier cosa con tal de divertirse un rato, ¿no es verdad? —Paula comenzó a moverse nerviosamente, aunque no tenía ni la más mínima idea de lo que aquel hombre había querido decir—. Y yo que pensaba que a esta altura ya se habían dado por vencidas —prosiguió él con el mismo tono burlón—. Sin embargo, creo que usted es una novata en esto y pretende resultar vencedora en la misma batalla en la que otras han resultado vencidas, ¿verdad?

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