Pasión Abrasadora: Capítulo 49

Paula  llamó a la puerta. Pedro se levantó a abrir y la miró detenidamente.

—¿Estás resfriada? No tienes buen aspecto.

—Estoy bien —dijo Paula con buen ánimo—. ¿Era de eso de lo que querías hablarme?

—Estaré fuera desde el jueves hasta el martes de la semana próxima —advirtió—. Todos los detalles de mi vuelo están en este sobre. No tienes más que abrirlo si me retraso.

—Pasas mucho tiempo fuera —dijo Paula con un gesto de desaprobación.

—Me mudé a Montreal porque pensé que sería bueno para Isabella estar en contacto con su abuela —dijo lacónico—. Cuando acepté que era una causa perdida, Isabella  ya estaba instalada y había hecho un montón de amigos. Así que decidí quedarme. Lo malo es que tengo que viajar continuamente.

—Sé sincero, Pedro. El dinero te importa más que las personas. El negocio es lo primero. Mariana siempre se quejaba de eso.

—Una vez que la carrera de Mariana despegó, viajó por todo el mundo —recordó Pedro—. Ni siquiera sé por qué trato de justificarme ante tí.

—No te preocupa que Isabella se sienta sola.

—Ahora tú estás con ella.

—Tú eres su padre.

—Estás deseando empezar una pelea, ¿es eso? —la acusó—. Ya te dije que tenías que decidir si creías mi versión o la de Mariana acerca de nuestro matrimonio. Veo que has tomado partido por mi ex mujer. Estás en tu derecho. Solo te pido que no pongas a Isabella en contra mía.

—¿Crees que yo haría algo así? —preguntó incrédula.

—¿Cómo voy a saberlo? —añadió contrariado—. Mañana, tómate el día libre. Quiero hablar con Isabella y pasar todo el día con ella.

Un día sin ver a Pedro sonaba a gloria, porque estar con él era un verdadero infierno.

Quizás estuviera exagerando un poco, pero necesitaba ese día libre. Un día para pensar, alejada de Pedro Alfonso, de Isabella y de los viajes de negocios.

Tal vez fuera a ver a una mujer. ¿Qué otra motivo tendría para guardar los detalles de su viaje en un sobre cerrado?

Pasaría el día limpiando su apartamento. Era un trabajo profundamente desagradable, pero la mantendría ocupada. Así no pensaría en Pedro, ni en sus amantes.

Una en concreto. La mujer con la que iba a pasar los próximos días. Odiaba la sola idea de imaginar a Pedro en brazos de otra mujer.