miércoles, 18 de noviembre de 2015

Pasión Abrasadora: Capítulo 41

Te lo tomas todo a broma —dijo Marta—. Cuando hable con Mariana, le diré las idioteces  que estás haciendo.

—¿Cómo está Mariana?

—Está triste. Cree que su marido tiene una aventura… Quiero que venga a vivir a casa, pero insiste en que su lugar está junto a su esposo —Marta suspiró—. Es una mujer muy fiel.

—Tengo que irme, Marta —mintió Paula—. Ya te contaré que tal me llevo con Isabella. Puede que algún día vengamos juntas a hacerte una visita.

—No te lo permitirá, Paula —dijo Marta con odio—. Nunca me ha perdonado. Es diabólico, Paula. Y eso no puede cambiar.

¿Diabólico? ¿El hombre que le había hecho el amor con tanta pasión y tanta entrega? Cada poro de su piel rechazaba un juicio semejante. Dio a su tía un beso de despedida y abandonó el cuarto. Empezó a caminar hacia su apartamento con el corazón partido. Todas esas imágenes de Pedro rodeado de mujeres increíblemente bellas la acosaban. ¿Llevaría alguna vez a esas mujeres a la mansión de piedra? ¿Cómo podría soportarlo?

Mientras caminaba, frotándose los brazos para entrar en calor, una voz interior la tranquilizaba. Su tía nunca había destacado por su amabilidad. Solo se había ocupado de Mariana a lo largo de toda su vida. No era propio de una mujer normal guardar todos esos recortes y comparar a Pedro con el mismísimo demonio.

¿Qué había pasado realmente entre Pedro y Mariana? ¿Y con la custodia de Isabella? Puede que algún día conocería la verdad.


Dos semanas más tarde, el jueves a las ocho de la tarde, Paula empezó a hacer las maletas para mudarse a casa de Pedro. Había sido su último día en la estación de bomberos. El sábado anterior, el equipo la había sacado a cenar y se había emocionado al comprobar lo profundamente unida que se encontraba con un trabajo tan impropio para una mujer.

Durante esos días, no había sabido nada de Pedro. Iba a recogerla por la mañana para llevarla a su nuevo hogar durante los próximos cuatro meses. Cuatro meses eran una eternidad. Pero ya había hecho la solicitud del curso y la primera entrevista le había ido bien. Era algo por lo que valía la pena esperar.

Si fuera honesta, tendría que reconocer que sentía auténtico pavor ante la perspectiva de pasar cuatro meses en casa de Pedro.

La nieve se acumulaba en la ventana con copos tan pálidos que parecían fantasmas. «Puede que el temporal dure todo el fin de semana» pensó esperanzada «y no pueda salir de aquí». Dobló dos camisas y las colocó en la maleta. También guardó unos vaqueros y par de jerseys de cuello alto.

Rebuscando en el armario del baño, encontró el champú y el gel. Sin querer, tiró una caja de una de las estanterías: los tampones. «También los necesitaré» pensó y los guardó con el resto de equipaje.

De pronto, Paula quedó paralizada. Una coraza de hielo envolvió su corazón mientras echaba cuentas. ¿Hacía cuanto que no utilizaba esa caja? ¿Cuándo había tenido el periodo por última vez? Tenía un retraso. Dos semanas de retraso.

Nunca le había pasado. Era muy regular.

No, Dios mío. No podía estar embarazada. No podía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario